Los talibanes están acabando con los derechos conquistados en Afganistán durante las dos décadas de intervención estadounidense. Con el anuncio de la conformación de un nuevo gobierno también llegaron más restricciones contra la mujeres afganas, quienes no podrán practicar deportes. Hace pocos días los fundamentalistas también anunciaron que serán segregadas de la educación universitaria.
Las deportistas afganas se lamentan por la pérdida de sus libertades individuales y el confinamiento a la ley sharía. Los talibanes afirman que los deportes “no se consideran vitales para ellas”, por ende no podrán jugar al críquet o alguna otra disciplina. Adicionalmente, desaprueban el hecho de que puedan ser fotografiadas cuando estén jugando y tengan al descubierto el rostro y partes del cuerpo. “El Islam no permite que las mujeres sean vistas así”, fue la explicación de uno de los portavoces del régimen Talibán al canal SBS News.
Son argumentos rodeados del mismo autoritarismo con el que gobernaron entre 1996 y 2001. No estaba permitida la televisión, la música o las películas. Las mujeres en Afganistán no podían salir a los balcones de sus casas o ser fotografiadas. Algo tan simple como pintarse las uñas era castigado con la mutilación de los dedos. Son abusos que hasta el momento no se han reportado, pero estas primeras imposiciones encienden las alarmas de la comunidad internacional debido a los antecedentes.
A los talibanes tampoco les importa enfrentar las consecuencias por sus decisiones. “Hemos luchado por nuestra religión para que se siga el Islam. No cruzaremos los valores islámicos, incluso si conlleva reacciones opuestas. No abandonaremos nuestras reglas islámicas”, aseveró el subjefe de la comisión cultural de los talibanes, Ahmadullah Wasiq.
Historias de exilio
El anuncio llamó la atención del ministro de Deportes de Australia, Richard Colbeck, ya que la selección femenina de críquet tenía planificado un juego amistoso en noviembre con sus pares afganas. El Consejo Internacional de este deporte podría suspender el encuentro.
Hay mujeres afganas dedicadas a muchos deportes como el fútbol, atletismo, taekwondo o baloncesto. Cinco días antes de que Estados Unidos terminara su evacuación, 75 futbolistas mujeres y sus familias lograron salir del país con el apoyo del gobierno australiano. Khalida Popal, excapitana de la selección, ayudó con la huida desde Dinamarca. Días antes había pedido a sus colegas quemar sus camisetas. No ocultó la desesperanza que la rodeaba por las 5000 integrantes de la Liga femenina en Afganistán.
“Las jugadoras ahora son un enemigo para el régimen talibán. No van a poder jugar al fútbol porque vuelven a estar perseguidas, como sucedía antes, cuando me vi obligada a huir del país. Ya no hay derechos para las mujeres ni las niñas”.
En ese nivel de temor están las mujeres afganas. Zakia Khudadadi, de 23 años, se preparaba para ir a los Juegos Paralímpicos de Tokio de este año, pero se quedó atrapada en Kabul. Gracias a su pedido de ayuda en las redes sociales logró huir y aterrizar en Japón el 28 de agosto. Una historia similar vivió Nilofar Bayat, capitana de la selección afgana de baloncesto en silla de ruedas, quien logró huir a España junto con su esposo. Estas deportistas, afortunadamente lograron irse, pero muchas otras no lo han conseguido. Sin embargo, se desconoce el número exacto que aún queda en Afganistán.
After the Afghanistan Paralympic Committee said the country's two para-athletes would not be participating at the #TokyoParalympics due to the current turmoil, Afghan athlete Zakia Khudadadi made a plea for help to participate in the upcoming games https://t.co/iGfc1ez4vO pic.twitter.com/aWBTVrGX0r
— Reuters (@Reuters) August 18, 2021
Nuevo gobierno de criminales
La situación se torna más compleja si se toma en cuenta que los integrantes del nuevo gobierno talibán representan el lado más radical del movimiento, e incluso, varios de ellos estuvieron presos en la cárcel estadounidense de Guantánamo, ubicada en Cuba. Con este gabinete, es evidente que los derechos fundamentales como la integridad física y moral o la educación, quedarán relegados.
El gobierno —supuestamente de carácter provisorio— estará liderado por Haibatullah Akhundzada, líder del grupo desde 2016. A partir de ahora tomará las decisiones políticas, militares, legales y religiosas. La forma de gobierno anterior, definida como República, también queda en el olvido para dar paso al Emirato Islámico. La Constitución aprobada en 2004 designó a Afganistán como una “República Islámica” y establecía un “orden basado en la voluntad popular y la democracia”.
Le sigue Muhammad Hassan Akhund, como primer ministro interino. Anteriormente fue viceprimer ministro durante el último gobierno talibán entre 1996 y 2001. También sumaron a Abdul Ghani Baradar, que desde Qatar dirigió el área política del movimiento y ahora ocupará el cargo de viceprimer ministro.
Para seguir la lista hasta ahora difundida, está también Sirajuddin Haqqani como ministro de Interior. Es líder de una sanguinaria facción conocida como Red Haqqani —designada una organización terrorista por EE. UU.—, responsable de atroces ataques en el país. Para cerrar con broche de oro está el pedido del FBI que pesa sobre Mohammad Hassan Akhund, por el que también se ofrece una recompensa de 10 millones de dólares.
No hay mujeres en el gobierno de Afganistán. Ahamadulá Wasiq, de la Comisión de Cultural de los talibanes, se justificó diciendo que “aún quedan puestos por definir”. No obstante, son pocas las esperanzas de que una mujer pueda dirigir una cartera del gobierno en medio de fundamentalistas y criminales de guerra.