Marc Polymeropoulos, exfuncionario de la CIA, contó que sentía vértigo y ganas de vomitar. Era como si su cuerpo estuviera cayendo al vacío, la habitación daba vueltas y tenía un zumbido inexplicable en los oídos. En ese momento estaba en un hotel en Moscú, cerca de la embajada de EE. UU., era el año 2017 y hacía una visita de rutina. Cuando Polymeropoulos volvió a su país, no podía trabajar más de dos horas seguidas por los dolores de cabeza, los mareos y la confusión mental.
Sus síntomas son similares al misterioso “síndrome de La Habana” del que todavía no hay certezas pero sí muchas dudas. Los primeros casos se informaron en 2016 entre diplomáticos y oficiales de la CIA que trabajaban en La Habana, Cuba, pero hay exfuncionarios que dicen haberlos sufrido mucho antes. Varios de ellos incluso se retiraron por la imposibilidad de trabajar.
Son alrededor de 130 funcionarios entre espías, diplomáticos, soldados y otro personal estadounidense que han sufrido casos parecidos, según The New York Times. Desde el Congreso de EE. UU., la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono decidieron investigar el tema más a fondo para determinar qué lo causa y quién está detrás. El Comité de Inteligencia del Senado emitió un comunicado luego de una reciente reunión privada.
“Durante casi cinco años, hemos estado al tanto de informes de ataques misteriosos contra personal del Gobierno de Estados Unidos en La Habana, Cuba, y en todo el mundo”.
Daños psicológicos y neurológicos
El “síndrome de La Habana” podría estar causado por una especie de energía de radiofrecuencia dirigida, detalló un informe publicado en diciembre de 2020 por la Academia Nacional de Ciencias. Fue el Departamento de Estado el que pidió asesoramiento a ese organismo para analizar síntomas que comenzó a padecer en 2016 personal del gobierno y sus familias en la embajada de Estados Unidos en La Habana, Cuba, y luego en el consulado de Estados Unidos en Guangzhou, China, en 2018. El comité que realizó el estudio calificó los casos como “preocupantes”, en parte debido al “sufrimiento y la debilidad significativos que se han producido en algunos de estos individuos”.
Las secuelas duran años e incluso pueden haber daños psicológicos y neurológicos. Beck y Gubete, exoficiales de contrainteligencia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés), parecen ser la prueba de ello. El primero se retiró en 2016 por un extraño Parkinson de inicio temprano, el segundo murió de un presunto infarto en 2013, pero su situación ya era grave a sus 55 años. “Caminaba como un anciano”, recordó Beck.
Este caso data de 1996, cuando visitaron un país hostil (no tiene permitido nombrarlo) para verificar que un edificio diplomático estadounidense en construcción no tuviera interferencias, relata una nota de The Guardian. Al llegar al aeropuerto fueron detenidos y luego alojados en un hotel. Al segundo día de trabajo encontraron —en un edificio vecino a la construcción— una “amenaza técnica al patrimonio que estaban allí para proteger”.
Ambos informaron a sus superiores del hallazgo, Beck explica que al día siguiente despertó aturdido y muy soñoliento. “No fue un evento normal. Tomé varias tazas de café y eso no hizo nada para animarme”.
Armas de microonda con alta potencia
Un abogado acompañó a Beck en una travesía para que su caso fuera tomado en cuenta, ya que en 2006, a sus 45 años, sufrió una parálisis en la mitad de su cuerpo. Marc Polymeropoulos pasó por lo mismo, sus casos relacionados al “síndrome de La Habana” no habían sido considerados con la debida importancia.
Pero EE. UU. ya era consciente de lo que pasaba. Una declaración de la NSA desclasificada en 2014, bajo la presidencia de Barack Obama, confirmaba lo que era un secreto a voces:
“La Agencia de Seguridad Nacional confirma que hay información de inteligencia de 2012 que asocia el país hostil al que el Sr. Beck viajó a fines de la década de 1990, con un arma de sistema de microondas de alta potencia que puede tener la capacidad de debilitar, intimidar o matar a un enemigo, con el tiempo y sin dejar pruebas”.
Las investigaciones que ahora se están llevando a cabo incluyen también territorio estadounidense, tal como lo confirmó el Senado. Uno de estos ocurrió en 2019 cuando una funcionaria de la Casa Blanca paseaba a su perro en Arlington, Virginia, un suburbio de Washington, DC, reseñó la revista GQ. De una camioneta salió un hombre y pasó por su lado, la mascota se alteró y la mujer comenzó a sentirlo: un zumbido agudo en los oídos, intenso dolor de cabeza y un cosquilleo en un lado de la cara. El otro, en 2020 afectó a un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional cerca de la Elipse, al sur de la Casa Blanca.
Buscando al culpable
El nuevo director de la CIA, William Burns, aseguró al Congreso que pondrán sus esfuerzos en el tema que está dejando graves consecuencias. Por supuesto Rusia ha negado cualquier responsabilidad, lo mismo China y la dictadura de Cuba.
Es conocido que el Partido Comunista de China (PCCh) se ha esforzado los últimos años por ampliar su arsenal bélico y potenciar su tecnología a niveles de la mejor ficción. Sin embargo, no se han comprobado las sospechas sobre una posible participación en las armas de energía dirigida.
El Senado reconoce que los ataques que causan el “síndrome de La Habana” están aumentando, por eso insisten en identificar a los responsables.