Así como usa el internet para ganar adeptos a su sistema de gobierno, el régimen chino también ve en las plataformas digitales una herramienta para arremeter contra otras naciones. Especialmente Taiwán, la pequeña isla está en la mira del Partido Comunista Chino (PCCh) desde hace décadas por considerarla una “provincia rebelde” que no es autónoma, sino que le pertenece.
Por su cercanía, Taiwán está en la primera línea de ataque dentro de los intereses expansionistas de la China comunista. Esto hace que la arremetida vaya más allá de las fronteras físicas como la disputa por el mar de China Meridional. La lucha del PCCh parece haber trascendido al terreno tecnológico, con evidencias de haber lanzado ataques tanto en línea como fuera de línea durante las elecciones generales de Taiwán de 2020 y la pandemia por COVID-19.
A esta conclusión llegó en informe final “Deafening Whispers” publicado por DoubleThink Labs. Narrativas específicas como “la democracia es un fracaso” dominaron la campaña presidencial, según los resultados de la investigación. El objetivo: hacer creer que la democracia promueve la decadencia moral, sin brindar un buen gobierno, relaciones internacionales positivas o una economía fuerte.
Este hallazgo viene a respaldar lo que sucede con China y Taiwán desde el origen de la pandemia. La OMS fungió como actor clave para ocultar el avance de Taipéi gracias a la reducción de vuelos que llegaban desde ese país, y la cuarentena inmediata para quienes pisaban suelo taiwanés. En contraste, la OMS aplaudía y encubría a China.
“China no va a dejar de hacerlo”
Desde 2019 ya era conocido que China buscaba “intoxicar” las elecciones de Taiwán de enero de 2020. “Resiste a China, defiende a Taiwán”, era el slogan de Tsai Ing-wen antes de su reelección.
En internet y redes circulaban publicaciones sobre que el doctorado de la candidata era falso, o que el activista pro democracia de Hong Kong Joshua Wong pateó a un anciano. El idioma que ambas naciones comparten (chino mandarín), se convirtió en un catalizador para que las campañas de desinformación hayan logrado cierto grado de efectividad, reseñó en ese momento The Guardian.
Jarvis Chiu, responsable del Institute for Information Industry, explicaba que los creadores de contenidos ya no se limitan a generar noticias falsas, sino que manipulan cada vez más la opinión pública.
“China no va a dejar de hacerlo, es algo que a partir de ahora aumentará y a lo que el resto del mundo no le prestará demasiada atención porque no se trata de una acción militar”.
Las alarmas se encendieron en la isla, con asociaciones de ciudadanos denunciando la existencia de grupos en China que se aprovechan de la apertura de la isla.
Las cuatro estrategias de desinformación
Si bien el informe “Deafening Whispers” había sido adelantado a finales de 2020, la nueva ampliación lanzada recientemente explica cuatro “modos de ataque” usados por el régimen de Xi Jinping en las campañas de desinformación. Todos los flancos son válidos para el PCCh.
- Modo propaganda: Manipular a los medios tradicionales para que transmitan propaganda a favor de China comunista, por medio de incentivos financieros o de otro tipo.
- Modo rosa: Nacionalistas chinos usan sus cuentas para ampliar la desinformación, operan de manera más local y menos intensiva. Usan WeChat, Facebook, Youtube o plataformas de streaming.
- Modo de granja de contenido: Grandes influencers que reciben pagos por difundir información creada en “granjas” informáticas y publicadas en sitios web dudosos. Para hacerlo también usan Line, Facebook, Youtube.
- Modo colaboración: Fabricantes y distribuidores de desinformación se sincronizarían entre sí. El primero suele estar en el extranjero, mientras que el segundo es taiwanés local. Usan sitios web. Line o la app Whisper.
“Taiwán ha sido señalado como un campo de pruebas para la propaganda mundial y la guerra de información de la República Popular China”, agrega el informe.
Taiwán, el espejo de occidente
Pero Taiwán tampoco ha quedado de manos atadas. Desde el gobierno usan métodos que pudieran ser útiles para occidente y las campañas de desinformación nacidas en Pekín. Emplean una comunidad de tecnología cívica que trabaja con empresas de redes sociales como Line, muy popular en ese país, para desacreditar las falsedades.
Paralelamente existe un chatbot llamado Cofacts con voluntarios que investigan rápidamente una afirmación para determinar su validez. Por su parte, Taiwan FactCheck Center mantiene un depósito en línea de teorías de conspiración refutadas.
Estas y otras iniciativas, tal como menciona un artículo de Foreign Policy, muestran que la mejor defensa proviene de una ofensiva sólida. “Esta no debería ser una guerra liderada por Estados Unidos contra la desinformación, o una liderada por Francia, sino compartida por todas las democracias que quieren seguir así”, añade.
En efecto, EE. UU. y países de Europa son el vivo ejemplo de la guerra tecnológica de China y sus campañas de desinformación. Estas si bien apuntan a Taiwán “como un campo de prueba”, no dejan tampoco de lanzar ataques a occidente, demostrando a lo que puede llegar si finalmente los primeros ensayos resultan como Xi Jinping espera.