A Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, no solo lo persiguen las denuncias por acoso sexual. En su expediente también se están acumulando señalamientos de mala gestión y negligencia durante la pandemia por contagios en hogares grupales.
El número de personas mayores internadas en residencias que han muerto a causa de la enfermedad asciende a 15000, según datos proporcionados por la prensa en EE. UU., esto desató el escándalo los últimos días porque representa casi el doble de lo que había informado Cuomo. A la par, otra cifra lapida aún más la actuación de gobernador: la cantidad de trabajadores sanitarios infectados.
Se calcula que hay 10311 trabajadores de hogares grupales infectados por el virus, de ellos 32 han muerto, de acuerdo con datos de Washington Examiner. La causa es que este personal rotaba entre los hogares donde habían personas sanas y contagiadas. Todo este escenario —auspiciado por el gobierno de Nueva York— originó las lamentables cifras que ahora salen a la luz.
Los hogares grupales son descritos como residencias para adultos, pero en lugar de grandes instalaciones, estas son en realidad casas residenciales. Las personas reciben el mismo tipo de asistencia y pueden haber de cinco a diez pacientes, aunque pueden ser hasta 20 dependiendo de las regulaciones de cada estado. Se calcula que en Nueva York hay unos 7000 hogares de este tipo.
Línea de tiempo
“Conozco a un miembro del personal que se ofreció como voluntario para un encierro las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y ahora está en el hospital en estado grave con COVID-19”, cuenta a Washington Examiner, Jeff Monsour, un trabajador de cuidados de la Oficina de Nueva York para Personas con Discapacidades del Desarrollo (OPWDD por sus siglas en inglés).
Hay que tener en cuenta varios eventos para dar forma a la historia que ya contabilizada 15000 personas mayores muertas y más de 10000 trabajadores infectados. En abril de 2020 la OPWDD emitió un comunicado ordenando a recibir residentes a pesar de haber sido detectados con COVID-19 o ser sospechosos de tenerlo.
El texto dice así: “A ninguna persona se le negará la readmisión o la admisión a una instalación residencial certificada basándose únicamente en un diagnóstico confirmado o sospechado de COVID-19”. Además de eso, se prohibía a los proveedores de instalaciones residenciales certificadas, exigir que una persona hospitalizada —calificada como médicamente estable— se sometiera a pruebas de COVID-19 antes de la admisión o readmisión.
Para junio, el gobernador Andrew Cuomo autorizaba las visitas a hospitales y los hogares grupales, limitadas desde marzo. En ese momento instó a respetar las “pautas estatales” y abogaba por “un equilibrio entre la salud pública y las relaciones personales”, de acuerdo al reporte de CNBC. Sin embargo, el anuncio ya estaba precedido por la entrada de infectados a los hogares grupales.
Negligencia
El testimonio que ofreció Jeff Monsour describe un entorno marcado por el descuido. Él explica que envió una “avalancha de correos electrónicos” a los funcionarios estatales, exigiendo un plan contra el COVID-19 en los hogares grupales para evitar el contagio entre residentes y cuidadores, pero nadie prestó atención.
El empleado desmintió afirmaciones de la OPWDD donde aseguraban que los residentes infectados fueron separados de quienes estaban sanos. Monsour dijo que todo lo usaban en conjunto: baños y cocinas. Por si fuera poco, si las casas estaban cerradas durante semanas, los empleados de turno dormían en colchones de aire en la sala de estar.
El tema se vuelve más complejo, porque los 15000 muertos dentro de residencias para mayores no fue producto de un error, o de un hecho inesperado. Los asesores de Cuomo habrían presionado a funcionarios de salud estatales para que eliminaran un informe con mayor número de muertos de lo que la administración había reconocido.
Una nota de The Wall Street Journal describe que el informe oficial revelado en julio detallaba que habían muerto 6432 residentes de hogares de ancianos, pero no estaban incluidos aquellos que murieron en hospitales luego de haberse contagiado en las residencias.
Los errores se juntan para el gobernador de Nueva York, que pasó de manejar “bien” la pandemia a una caída en picada acelerada por el pedido de renuncia de sus propios compañeros de partido.