Es ingenuo pensar que la crisis en Venezuela se limita a los terrenos de la economía y la política. Al viacrucis que día a día atraviesan los venezolanos se suma otro factor: la falta de documentos de identidad. El tema quizás ha estado un poco relegado, pero no significa que sea menos importante. Las vicisitudes que se pasan para tener acceso al derecho a la identidad tampoco deben olvidarse.
Muestra de ello es un caso particular que estremeció recientemente a este país y puso en evidencia —una vez más— la decadencia de un sistema abrazado por la corrupción. Esta vez, un puñado de menores de edad en la ciudad de Los Teques, estado Miranda, fueron las víctimas.
Ellos, apartados de sus padres, pasaron más de 12 horas, sin ingerir líquidos ni alimentos, a la espera de ser atendidos en una oficina del Servicio Autónomo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), organismo encargado de otorgar las cédulas de identidad en Venezuela.
Tener documentos en este país caribeño es un lujo. Quienes no pueden costear el pago en dólares de una gestoría deben realizar filas desde la madrugada para probar suerte. Allí tratan de obtener unos tiquetes que aseguren al menos entrar al recinto, sin siquiera saber si podrá iniciarse el proceso de captación de datos. Así fue el caso de estos infantes prácticamente detenidos en el Saime.
Sin identidad
Los pequeños entraron a las instalaciones del organismo a las ocho de la mañana, este lunes. El ingreso fue sin sus padres por medidas de “bioseguridad” debido a la pandemia. Esta fue la segunda etapa del calvario. Los niños estaban en la fila desde las dos de la madrugada, junto a sus representantes. Era la única manera de asegurar un puesto.
El día transcurrió entre suspenso y angustia. Nadie daba información sobre el paradero de los infantes. Cuando el reloj marcaba las ocho de la noche, los padres seguían a las afueras del edificio. Tenían doce horas sin saber de sus hijos, doce.
La realidad detrás del hermetismo de los funcionarios del Saime se debió a los típicos errores en su red de trabajo que les costó toda la jornada. La larga espera provocó desmayos en los niños, sumando sed y hambre. Los menores no habían consumido nada desde que ingresaron, relató uno de los padres a El Pitazo.
Desde la primera oficina admitieron que el sistema estaba caído y por eso no habían podido terminar a tiempo con la jornada de cedulación. En la madrugada del día siguiente, las autoridades municipales habilitaron autobuses para trasladar a los usuarios hasta sus casas.
#25Ene 6:57pm Cientos de personas desde las 2 de la mañana frente a la sede del Saime en Los Teques. Hay niños desmayados. Aglomerados uno con otro. Sin agua. Son más de 9 horas de espera – video @ElTequeno pic.twitter.com/NpTx8UoLzR
— Daniel Murolo (@dmurolo) January 25, 2021
Un trámite convertido en odisea
Este caso es uno entre muchos que se vive con regularidad en Caracas, la capital del país donde se acumulan las personas que esperan obtener su documento de identidad. El portal Crónica Uno describió el escenario. Las declaraciones y las imágenes son cada vez más tétricas.
No obstante, esto es solo la punta del iceberg. También existen otros problemas que engrosan la lista de obstáculos para quienes quieran renovar o recuperar su documento de identidad, porque no hay material o una solución a corto plazo, siquiera. Tampoco hay un funcionario que dé una explicación de cómo hacerlo, sin antes hacer una mofa a la pregunta u ofrecer sus servicios de gestoría independiente.
“Desde finales de 2019 he tratado de renovar mi cédula y no he podido por la cantidad de trabas”, contó a ese portal Claudia Mogollón, que está de manos atadas sin poder renovar el documento, lo que le impide hacer trámites bancarios.
Un escenario parecido vivió Juan José García, un venezolano que recorrió dos organismos buscando respuestas, hasta que finalmente un trabajador del Saime le dijo entre risas: “Tendrán que venir a eso de las 2:00 a.m., porque va a estar lleno”.
Los verdaderos motivos de una cedulación
El último operativo de cedulación que habilitó el Saime fue entre el 19 de octubre y el 5 de diciembre. Una maniobra del chavismo para verificar su maquinaria de votantes de cara al fraude electoral que consumó el 6 de diciembre de 2020.
Y es que para el régimen de Nicolás Maduro, si hubo una lección que le dejó Hugo Chávez fue que, al parecer, el voto determina qué tan cerca está el ciudadano de recibir sus documentos. Un ejemplo certero es la creación de la “Misión identidad”.
Chávez por medio de ese programa anunció en 2005 la supuesta renovación del Sistema de Identificación, con el primer objetivo de cedular a 10 millones de personas y aportar eficacia en los trámites. La técnica del chavismo también buscaba votos: un ciudadano con identidad fácilmente podía sufragar.
Ahora no quedan ni los vestigios. Cualquier ciudadano dentro y fuera del país es consciente de los obstáculos que debe desafiar para obtener un documento que te acredite como venezolano. Las fallas son varias: los sistemas no funcionan, no hay inversión en personal ni infraestructura. En resumen, el tema no es relevante para la dictadura.
El dilema de los pasaportes
Este problema ciertamente no se limita solo a la cédula. El pasaporte venezolano tampoco se obtiene fácilmente. La situación viola el derecho básico a la identidad establecido en los derechos fundamentales de todo ser humano.
Para el año 2017 el Saime, bajo supervisión del régimen, comenzó a presentar fallas en su sistema para la entrega del pasaporte. Argumentaban falta de material. Habían personas que inclusive tenían dos años esperando su turno. Desde el organismo gubernamental implementaron una “vía express” pagando un poco más, que tampoco funcionó.
Posteriormente, en 2019, la alternativa por vías ilegales sobrepasaba con creces el salario mínimo de 40.000 bolívares (7,6 dólares para el tipo de cambio en ese momento). Dichos trámites a través de un gestor rondaban los 2000 dólares, reseñaba el portal Medium.
Luego de un tiempo, el régimen decidió aumentar el valor del pasaporte, dificultando el acceso a los venezolanos con una salario mínimo de 1.200.000 bolívares que no llega al dólar (0,65 centavos).
Para obtener el ansiado documento se deben pagar 3,40 petros, mientras que la prórroga cuesta 1,70 petros. Luego de un cálculo entre petros, bolívares y dólar —necesario para entender la ecuación— el precio sería de unos 184 dólares y 92 dólares respectivamente. Esto sin garantizar que el trámite sea exitoso, una situación que empeora en el exterior, en las embajadas.
El problema sigue latente. No solo para los que venezolanos en el país, sino también para los que están en el exterior. Situaciones como la que atravesaron los menores en Los Teques solo es una muestra de la decadencia en el sistema que debería garantizar los documentos esenciales a cualquier venezolano.