En el futuro, cuando hayan pasado una o dos generaciones, las personas se asombrarán al enterarse que, al principio del siglo XXI, casi toda obra de infraestructura en Estados Unidos le pertenecía al gobierno.
Con pocas excepciones, toda carretera, aeropuerto, puerto marítimo y sistema masivo de transporte está actualmente bajo la tutela de una agencia federal, estatal o local. Pero los costos de mantenimiento de estas obras crecen cada año y, mientras tanto, la infraestructura se deteriora. Los fondos que se pueden destinar a la reparación de carreteras o aeropuertos son cada vez más escasos.
Enfrentados a la opción de recortar otro tipo de costos para financiar la infraestructura, las ciudades y los Estados están empezando a decidir que el sector privado debe asumir un papel mucho mayor en el campo del transporte.
Según Robert Poole, una eminencia en la esfera de la economía del transporte público, la tendencia mundial es la de acabar el monopolio del gobierno sobre las obras de infraestructura. Hoy, explica Poole, hay más kilómetros de carreteras privadas y financiadas con peajes que en cualquier otro punto de la historia humana. Por otro lado, la comercialización del sistema de control de tráfico aéreo en Estados Unidos puede realizarse este año.
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Afuera de Estados Unidos, los aeropuertos privados son más comunes, y lo mismo aplica a los sistemas de control del tráfico aéreo, a los puertos marítimos y a las carreteras. En Estados Unidos, este fenómeno es incipiente. En los suburbios de Washington D.C. que se encuentran en el estado de Virginia, por ejemplo, se construirán carriles especiales de carretera cuyos usuarios pagarán peajes. El modelo ya ha funcionado en Denver y en otras ciudades.
Todo es cuestión de dinero. Los gobiernos que carecen de fondos para mantener los productos que monopolizan están buscando fuentes de capital. Se está acabando el status quo que determinaba que, mientras el gobierno paga los costos de la construcción y el mantenimiento de la infraestructura, cualquier persona la puede utilizar. Esto solo significa que los contribuyentes que jamás usan la infraestructura o la utilizan poco terminan subsidiando a quienes hacen un uso frecuente.
En otras palabras, las grandes compañías de logística como FedEx o UPS y las empresas de transporte de carga son subsidiadas por el contribuyente pese al hecho de que su maquinaria pesada causa mucho más daño a las carreteras que los vehículos de pasajeros pequeños.
Lo que es aún peor es que este sistema incentiva a las compañías de transporte y de logística a presionar a los gobiernos por medio del lobby para que construyan más infraestructura “gratuita”. Hacen todo lo que sea necesario para derrotar al modelo de infraestructura privada, y lo hacen para bajar sus propios costos de operación. Las compañías de logística y transporte simplemente no quieren pagar el precio real de la infraestructura que necesitan.
No obstante, el cambio hacia el fin del monopolio estatal sobre la infraestructura es real. Los presupuestos de los estados y municipios en Estados Unidos simplemente no alcanzan para satisfacer la demanda para nuevas carreteras y nuevos puentes, aeropuertos y túneles.
La teoría económica predice que los monopolistas proveerán menos productos y precios mucho más altos que los de un mercado donde hay libre competencia. Para recortar los gastos, esperamos que los monopolistas reduzcan la calidad de sus productos aún más y maximicen el uso del dinero que les entregamos para gastar a su discreción.
En general, el servicio se ha deteriorado y el dinero se gasta en mano de obra sindicalizada y en pensiones excesivamente generosas para los sindicalistas, no en hierro y concreto.
La gente ya se está dando cuenta de que todo esto es una estafa. Muchos estados están cambiando sus leyes para permitir que la nueva infraestructura se construya, pero sin dinero de los contribuyentes y sin subsidios eternos para quienes utilizan las obras.
Cuando se construye infraestructura nueva, normalmente se deteriora tras pocos años. El hecho de que los gobiernos estén constantemente cerca de la quiebra es una excelente noticia, pues conducirá al cierre definitivo de la era del monopolio estatal sobre la infraestructura.