EnglishEl Partido Liberal Canadiense se alzó esta semana con un triunfo electoral, y los progresistas están nuevamente en el Gobierno tras casi una década de liderazgo conservador. Los Liberales, comparados con sus contrapartes en el mundo anglosajón, tienen un récord bastante sólido en políticas de salud pública, incluyendo las de recortes de impuestos.
Siguiendo esta tradición, la plataforma del Partido Liberal incluye la legalización del cannabis a nivel nacional. Además, el nuevo primer ministro ha prometido acciones “inmediatas“. Esto convertirá a Canadá en el primer gran país en legalizar la sustancia a nivel nacional.
Asimismo, el Nuevo Partido Democrático (NDP) también apoya la legalización, del mismo modo que lo hace el Partido Verde. En conjunto, los tres partidos que incluyeron la legalización en sus plataformas de campaña, obtuvieron 229 asientos en el Parlamento, comparados con los 99 votos que tienen los conservadores antilegalización; y los 10 votos pro-descriminalización del consumo que tiene el Bloque Québécois.
Si se propone la legalización, se necesitará de casi una inimaginable deserción liberal y de los miembros del NDP para que la Ley no sea aprobada.
Entonces, sobre la legalización del cannabis en Canada la pregunta no es tanto “si” sino “cómo” ocurrirá. Será importante que el Gobierno federal pueda establecer una regulación apropiada a nivel federal. Por lo tanto, ¿cómo debería ser manejada la promesa de la legalización?
Primero y principal, es importante recordar que Canadá tiene uno de los Gobiernos más federalistas del mundo; mucho más, incluso, que el de Estados Unidos. Este es un tema de suma importancia a la hora de diseñar políticas de drogas, mucho más que en otros asuntos. Cualquier proyecto regulatorio debería evitar imponer un sistema de arriba hacia abajo, y el máximo poder regulatorio debería ser delegado en las provincias.Esto incluye la inspección de los establecimientos de producción, los análisis para determinar la potencia y el resto de los pormenores. También sería una buena idea que los requisitos de etiquetado y empaquetado sean determinados por las provincias, y así permitir la experimentación de distintos modos de etiquetar y empaquetar productos derivados del cannabis para encontrar la mejor alternativa para la salud y el bienestar de los canadienses.
Los mismo debería ocurrir en relación con las reglas de organización interna de la nueva industria del cannabis. Esto significa, contrario a los sentimientos anticorporativos, permitir el surgimiento de empresas que operen en varias provincias simultáneamente. El Gobierno federal no debería imponer la integración vertical entre los productores y distribuidores de cannabis, pero tampoco prohibirla.
Tiene sentido permitir el negocio del cannabis. Esto evitaría algunas de las regulaciones más problemáticas que han afectado a las empresas en Estados Unidos. Además, sería razonable prohibir a la provincias la creación de carteles estatales que dominen el comercio de la marihuana, ya que este tipo de emprendimientos suelen ser menos sensibles a los cambios en la demanda, y al mismo tiempo alientan a la incorporación de cientos o miles de empleados estatales en las provincias.
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El Gobierno federal estará notablemente interesado en la cuestión impositiva. Un impuesto federal sobre el cannabis sería una decisión imprudente, pero es probable que sea incluido en cualquiera de las iniciativas que se propongan. La clave estará en mantener los impuestos simples y con una base amplia. De igual forma, el Gobierno deberá evitar evitar la creación de “paquetes” de productos que sean gravados de forma diferencial y, en cambio, recurrir a un simple impuesto a las ventas en todos los productos derivados de la marihuana.
Ese impuesto sería compatible con impuestos provinciales, que deberían mantener la carga regulatoria baja y minimizar la burocracia al máximo a la hora de administrar el cobro de impuestos.
Canadá está a punto de llevar adelante una jugada sin precedentes, una que será mirada por todo el mundo. Es imprescindible que la administración de Justin Trudeau sea cuidadosa en la elaboración de cualquier proyecto de legalización. El Gobierno debe mantener el sistema simple y transparente, y los impuestos y la carga regulatoria bajos. Al mismo tiempo debería darle la libertad a las provincias a para implementar regulaciones sensatas sobre salud y seguridad.
No es común diseñar una política que podría ser considerada como un ejemplo mundial. Está en tus manos, Trudeau. Toma las mejores lecciones de la legalización en los estados de Estados Unidos, y no propongas una ley condenada a fallar.