EnglishEl encanto de un estadio de fútbol en el centro de Washington, D.C. puede ser demasiada tentación para su clase política. Recientemente, el dueño de los Redskins, Dan Snyder, impulsó con más fuerza tal proyecto con la esperanza de ganarse los fondos de los contribuyentes.

Aunque la idea de Snyder para un nuevo estadio no es nueva, el multimillonario tiene un nuevo enfoque esta vez: el recinto deportivo no sólo cumplirá el deseo de Snyder de traer de vuelta los Redskins al Distrito, sino que además le va como anillo al dedo a la propuesta de Washington D.C. para acoger a los Juegos Olímpicos de Verano del 2024.
Y todo eso es una idea horrible. Un nuevo estadio en el centro no tiene ningún sentido para cualquiera que se preocupa realmente por las personas que viven en la capital del país, por no hablar de la presión fiscal que los juegos podrían traer para hacer realidad el sueño olímpico de la ciudad.
Hay tres grandes razones para no construir dicho estadio.
En primer lugar, los megaproyectos raramente representan ganancias fiscales para las ciudades. Incluso si Snyder fuese a comprar el terreno y construirlo de su propio bolsillo donde ahora se encuentra el estadio público Robert F. Kennedy, la ciudad todavía tendría que renunciar a los beneficios de otro desarrollo en dicho lugar.
De manera más realista, sin embargo, si tomamos como modelo el precedente reciente del nuevo estadio de fútbol del DC United, es poco probable que los problemas sean tan pocos. Para aventajar a otras ciudades en Maryland y Virginia, D.C. tendría que ofrecer una combinación de subvenciones directas, incentivos fiscales y otros beneficios. La probabilidad de que los Redskins vinieran a D.C. por pura bondad de sus corazones no sólo es mínima, sino que hasta da risa.
En segundo lugar, la idea de una candidatura olímpica basada en torno a un estadio como tal no sólo es imprudente, sino una apuesta arriesgada. ¿Qué sucede si, como los votantes en casi todos los países no autoritarios han hecho recientemente, los ciudadanos rechazan el gasto necesario para hacer de la ciudad una sede adecuada para los Juegos Olímpicos (que los estudios han demostrado que carecen de beneficios económicos)?
La posibilidad de que Snyder utilice la idea de los Juegos Olímpicos como ficha de negociación no sólo es real, sino probable. Esto no dice nada de la carga directa que implicaría ganar la sede de los Juegos Olímpicos. Ambas ideas malas se apoyan mutuamente, y hacen que la otra tenga más probabilidades de éxito.
En tercer lugar, considere las implicaciones para los residentes de los barrios que rodean el futuro sitio de construcción de la obra. El estadio RFK y sus estacionamientos circundantes son dos de las más grandes propiedades municipales que quedaron sin desarrollar cerca de estaciones de metro y, sin duda, las más grandes del centro de la ciudad. El sitio se encuentra al lado del Congreso, en medio de barrios de rápida gentrificación. Un estadio enorme, puesto en uso apenas ocho veces al año para partidos de fútbol y un puñado de conciertos y otros eventos, no es más que un mal uso de terreno valioso.
Esto no dice nada de las extensas superficies de estacionamientos hacia el este del estadio. Con los valores de la tierra en la capital en alza, sólo tiene sentido venderlas al mejor postor. Sería difícil para uno pensar que un postor elegiría construir un estadio, en lugar de apartamentos u oficinas, como el uso más valioso de dicha superficie. Con toda probabilidad, alguna combinación de oficinas, espacios comerciales y residenciales serían desarrollados, como otros proyectos recientes sobre terrenos que anteriormente eran propiedad del Gobierno.

Dos ejemplos de esto son el antiguo centro médico del ejército Walter Reed y la Planta de Filtración de Arena McMillan. En el primer caso, el centro médico plagado de escándalos renacerá con más de 2.000 viviendas, 23.226 metros cuadrados de espacio comercial y un hotel. El último contará con una combinación de residencias, comercio minorista y sala médica, junto con un supermercado.
Ambos sitios son mucho más pequeños que el estadio RFK y sus estacionamientos; y poseen menos acceso a las principales vías de comunicación. No sería difícil imaginar un nuevo vecindario, que albergaría miles de residentes y sería el hogar de grandes espacios comerciales y oficinas, surgido de un terreno baldío donde ahora se ubican los estacionamientos.
Sin importar lo que desee Dan Snyder, lo peor que D.C. podría hacer sería entrar en una guerra de ofertas para ser la jurisdicción que subsidie al noveno equipo deportivo más valioso del mundo. Washington D.C. no necesita de Snyder ni de su equipo de fútbol. Es hora de dejar que el sueño de un estadio de fútbol en el centro muera para siempre, por el bien de los contribuyentes, vecinos y ciudadanos en general.