EnglishSon escasos los días en los que no se reciben malas noticias sobre las pensiones del sector público en Estados Unidos. Esta semana hemos sido testigos de la revelación hecha por el New York Times acerca de la escasez de fondos que reina en el programa de pensiones, lo cual representa una amenaza para los futuros jubilados y contribuyentes.
Las pensiones prometidas para los actuales y futuros trabajadores superan por decenas de miles de millones de dólares a los activos con los que cuentan los programas de jubilación de la ciudad. Además, los planes han sobrestimado sistemáticamente las tasas de retorno de la inversión de los fondos de pensiones, así como también han descontado excesivamente los verdaderos costos de los futuros beneficios.
Sin embargo, debíamos haber sabido todo eso. Demasiada tinta ha sido derramada detallando la negativa y catastrófica carga financiera que las pensiones van a representar para los contribuyentes y jubilados. Se necesitarán billones de dólares para cubrir las obligaciones ya prometidas de las pensiones, seguro social, y otros programas. Mientras que muy pocos comprenden la magnitud del problema, la mayoría está convencida de que las ciudades, Estados, y el Gobierno federal gastan más de lo que deberían.
Lo interesante del artículo del Times es que este resalta un creciente problema en cuanto a la administración de los programas. La mayoría de los proyectos gubernamentales empieza con una meta simple. En este caso, la meta es proveer pensiones para trabajadores jubilados de Nueva York. Eso es todo. Los problemas empiezan cuando algunos ven estos programas como una puerta para alcanzar otras metas gubernamentales o sociales.
Como lo especifica el artículo del Times:
En mayo, el contralor Scott M. Stringer anunció que intentaría donar US$1 mil millones a pequeñas firmas de inversión dirigidas por minorías y mujeres, a pesar de que investigaciones muestran que las inversiones centradas en firmas emergentes dificultan la obtención de máximos rendimientos.
Esto convierte una meta que era relativamente simple en una en la cual diferentes metas se contraponen. ¿Qué conviene más entre el rendimiento de las inversiones y apoyar a empresas dirigidas por minorías o mujeres? ¿Cuál meta se sobrepone?
Esta historia no se repite exclusivamente en los planes de jubilación. De hecho, es mucho más prominente en las políticas de viviendas de bajo costo.
Hasta los individuos más solidarios están en peligro. En Portland, Oregon, un constructor privado de viviendas para personas de bajos ingresos ha sido agobiado por un sinfín de reglas que intentan remediar numerosos problemas (a pesar de que su rentabilidad sigue humillando a los constructores que reciben fondos de los contribuyentes).
Tiene que enfrentar regulaciones que van desde pagar salarios por encima del promedio a sus trabajadores, hasta cumplir reglas ambientales arbitrarias para comodidades básicas (tales como metros cuadrados mínimos para habitaciones o la cantidad de enchufes eléctricos). Los costos de todo lo anterior se suman al precio de poner un techo sobre las cabezas de las familias de bajos ingresos, en un intento por alcanzar metas que no tienen nada que ver con el proyecto original.
Aunque sea fácil recomendar que cualquier programa gubernamental que enfrente estos retos simplemente sea eliminado, no es muy práctico hacerlo. En lugar de ello, quitarles las metas en exceso a los programas beneficia tanto al objetivo original del mismo, así como a los objetivos secundarios que hayan sido agregados.
Esto elimina contradicciones, las cuales arrastran al objetivo original. En el caso de las pensiones de Nueva York, incrementaría el rendimiento de las inversiones.
Además, si los objetivos secundarios de un programa son lo suficientemente importantes para merecer una ley, estos deberían conformar su propio programa. Esto no sólo permite que se centre en su objetivo, sino que también incrementa la transparencia del sistema en su conjunto.
Cuando los programas actuales buscan abordar una variedad de objetivos sociales simultáneamente, no queda del todo claro cuál de ellos es el primordial. Sin embargo, cuando existe un programa gubernamental que aborda un asunto especifico – sin solapamientos – como el de las mencionadas viviendas asequibles, la gente espera que este se encargue sólo de eso.
Muy a menudo vemos una mezcla de diversas metas públicas bajo la consigna de un programa atrincherado. Esto no sólo impide la modernización del gobierno, también embarra el acceso a los beneficios disponibles para los individuos. El Gobierno federal de Estados Unidos tiene cientos de programas repetitivos con diferentes requisitos de elegibilidad, repartidos en docenas de agencias con cientos de páginas web, y miles de formularios que llenar.
Todos estos problemas pueden ser resueltos introduciendo un sistema de programas con pocos objetivos simples y transparentes. Si el Gobierno desea subsidiar algo, debería simplemente hacerlo y ya. Esto es algo con lo que tanto partidarios de los recortes de programas públicos y los beneficiarios de las prestaciones de los mismos, pueden estar de acuerdo.