EnglishEl presidente de Uruguay, José Mujica, es un líder mundial interesante y valiente. Si bien ya era famoso por su frugalidad, ahora lo es aun más por ser el primer líder mundial en tomar acciones definitivas con respecto a la legalización del cannabis. Debería ser aplaudido por este esfuerzo sin precedentes. Pero solo hasta cierto punto.
La legalización es buena, es un paso positivo, pero simplemente es el primer paso de varios. En las campañas para legalizar el cannabbis destaca el hecho de que la palabra “legalizar” casi siempre es seguida por la palabra “regular”. De hecho, a la famosa y fallida Propuesta Electoral 19 de California se le llamó Ley de Regulación, Control e Impuestos sobre el Canabbis. El aspecto regulatorio es igual de importante, si no más, que la simple legalización.
Es en el lado de la regulación en donde falla Mujica. Tal como lo expresa el columnista de Bloomberg Raúl Gallegos, “Claramente, Mujica está confundido”.
La regulaciones propuestas son un revoltijo de objetivos e incentivos mal alineados. El gobierno tendrá el monopolio de la importación de semillas y será el único proveedor comercial de cannabis. También limitará el número de variedades disponibles a un puñado de cepas, y mantendrá las penas criminales para cualquiera que haga uso de cannabis que no corresponda genéticamente con esas cepas. No habrá competencia de mercado ni en precio, calidad, ni en otros aspectos.
Los compradores tendrán que someterse a un sistema de registro gubernamental antes de realizar cualquier compra de la droga. Dada la naturaleza históricamente ilícita del mercado, hay muchas razones para pensar que la gente va a ser reticente a registrarse.
Mujica ha dejado claro que su meta principal es destruir por completo el mercado negro de marihuana, al cual culpa de altos niveles de criminalidad. Sin embargo, los aspectos mencionados anteriormente harán difícil esa tarea. Debido a que se introducen rigideces artificiales en el mercado, este no podrá satisfacer completamente la demanda. Por eso es de esperarse que las bandas criminales que Mujica tanto odia prevalezcan en los nichos de mercado desatendidos.
La cantidad de cannabis que podrá comprarse estará limitada a 40 gramos mensuales. Gallegos y otros creen que eso puede llevar a ciertos usuarios al mercado negro. Yo no soy de la misma opinión. Más allá de los que consumen grandes cantidades de cannabis, es poco probable que este aspecto de la regulación contribuya al crecimiento del mercado negro. Comparado con los otros problemas regulatorios, este es de poca importancia.
Un último aspecto importante que se debe destacar es el subsidio. En el intento de socavar las pandillas, el gobierno ha ordenado un precio máximo de US$1 por gramo. En su excelente estudio de las economías de escala en la producción de cannabis, los doctores en Economía Angela Hawkins y James Prieger encuentran que incluso después de 30 años, el costo medio de largo plazo nunca cae por debajo de US$1 incluso para la producción de invernadero a gran escala. La producción de invernadero solo alcanza ese nivel en instalaciones de tamaño moderado después de tres años. Todo esto significa que a fin de abastecer la demanda del mercado, Uruguay tendrá que subsidiar el cannabis en el corto plazo, y, posiblemente, a largo plazo, ya que es poco probable que todo el volumen de la droga se produzca utilizando las mejores prácticas de la industria incluso en el largo plazo.

Así que el gobierno uruguayo no solo se está poniendo metas fútiles, sino que se obliga a los contribuyentes a nivel nacional a subsidiar la droga. Todo esto plantea la pregunta: ¿la legalización será exitosa en Uruguay o fallará debido a la propia regulación del gobierno? En cualquier caso, la experiencia uruguaya será relevante para los reguladores en los Estados Unidos. Ojalá que le estén prestando atención.