EnglishEsta semana, el Instituto de la Competitividad Empresarial publicó su informe anual sobre los fracasos del Estado regulador. Escrito por Clyde Wayne Crews, se titula acertadamente “Diez mil mandamientos”, y recapitula los excesos regulatorios del año pasado. Está demás decir que los detalles no son bonitos.
La cifra más importante es US$1,863 billones: El total que Crews estima fue el costo de la regulación en los Estados Unidos en 2012. Para tener una idea de la magnitud, a continuación reproduzco una tabla que compara el costo de la regulación de EE.UU. con el PIB de las economías más grandes del mundo.
Como se puede ver, el costo de la regulación de EE.UU. es mayor que el PIB de la India, el segundo país más poblado del mundo, así como de las gigantes economías de Canadá, Australia y México. A primera vista, esta afirmación parece absurda. ¿Cómo podrían las regulaciones estadounidenses costar tanto? El desglose de la cifra de US$1,863 billones por categoría da una idea de dónde provienen estos costos.
Como puede observarse, los componentes más importantes son la regulación económica, normas medioambientales y el cumplimiento tributario, cada uno con un costo de más de US$300 mil millones. Esto no sorprende mucho. Las normas ambientales son costosas de cumplir, y a menudo inmensamente complejas. Estas regulaciones abarcan desde la polución de automóviles y estándares de combustibles, pasando por los residuos de carbón de las centrales eléctricas, hasta las pintura a base de plomo. Con tantas categorías y tanta tecnología necesaria para remediar los daños ambientales, no es de extrañar que tan sólo las regulaciones ambientales cuesten más que el PIB de Dinamarca.
El cumplimiento fiscal es otra de las principales categorías, y es a menudo lo primero que la gente piensa cuando se habla de los costos regulatorios. El año pasado los investigadores Jason Fichtner y Jacob Feldman, del Centro Mercatus, encontraron que los costos de cumplimiento tributario podrían ser aún mayores que las estimaciones de Crews, totalizando US$1 billón. Además, señalaron que el cumplimiento tributario podría costarle al gobierno más de US$450 millones en impuestos no declarados. Cualquier persona que haya hecho una declaración de impuestos sobre la renta personal sabe que no es nada fácil, y éstos impuestos son los más fáciles de manejar. Otros impuestos como el impuesto al capital accionario y de franquicias extranjeras de Pennsylvania son una pesadilla, y complicados incluso para los expertos en política tributaria.
El estudio Crews también toma nota de algunas de las normas más importantes y costosas que se aprobaron en 2012. Algunas que destacan:
- Regulaciones para reducir el número de ballenas francas golpeadas por buques
- Varias regulaciones relacionadas al plan de salud Obamacare
- La aplicación de la Ley de Normas Justas de Trabajo al servicio doméstico
- Creación de un programa de incentivos para los vehículos de tecnología avanzada
- Normas de eficiencia energética para una larga lista de cosas, desde ventiladores de caldera y cargadores de baterías hasta máquinas expendedoras
- Cinturones de seguridad obligatorios para conductores de autobuses
- Normas de funcionamiento para calefacción residencial a leña
- Inspección obligatoria de bagres y productos de bagre (que cuestan US$14 millones al año)
El informe Crews hace un excelente trabajo en cuantificar la cantidad y los costos de las nuevas regulaciones. Si bien no es en absoluto una medición perfecta, es útil para entender la magnitud del problema en un campo con tan poca transparencia como el de la política regulatoria. No hace falta decirlo, el Estado regulador es enorme y eso no es bueno.