EnglishEl llamado “momento libertario” es algo que ha dado mucho de que hablar en Estados Unidos en los últimos 4-8 años, en especial con el auge de Ron Paul en los ciclos electorales de 2008 y 2012. El mensaje de Ron Paul fue uno que llegó a las masas y generó gran expectativa, en especial en las generaciones más jóvenes.
Pero, como era de esperarse, el entonces congresista Paul se enfrentó a todo un sistema que se niega a cambiar. Ignorado por los principales medios de comunicación y atacado fuertemente por políticos de su propio partido, Paul no pudo llegar a la Casa Blanca.
Luego aparece su hijo, el actual senador Rand Paul, de Kentucky. En el camino al actual ciclo electoral del 2016, muchos analistas dijeron que el partido Republicano debía hacerse más libertario para poder sobrevivir a la poderosa maquinaria propagandística del partido Demócrata y es ahí donde Rand Paul juega su papel. Rand fue visto por muchos como esa esperanza republicana, apareciendo en el año 2014 en las portadas de tanto la revista Time y el New York Times. Rand estaba ganando terreno en la carrera del 2016, pero la entrada de Donald Trump a la contienda cambió todo.
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Con la entrada de Trump a la contienda por la nominación republicana, lo que quedaba de un posible “momento libertario” dentro del partido Republicano fue silenciado por un fuerte populismo nacionalista que cada día es más grande. La llegada de Trump le hizo tanto daño al movimiento libertario republicano que inmediatamente después de que Trump anunció su aspiración, la prestigiosa revista Reason Magazine y el Cato Institute llevaron a cabo una serie de debates sobre si el “momento libertario” estaba “muerto”.
Pero la cuestión es que Estados Unidos será el país más poderoso del mundo, pero no es el único en el planeta y, aunque aparentemente el “momento libertario” esté muerto en allí, sin duda alguna no lo está en el continente americano, menos en América Latina.
[adrotate group=”7″]Los pueblos latinoamericanos, cansados de años de populismo y socialismo, han comenzado a exigir cambios en sus respectivos países. Posiblemente el mejor ejemplo en este momento sea Argentina con la victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales del año pasado, poniéndole fin a años de Gobierno izquierdista a manos de los Kirchner, que ha llevado a la que una vez fue una poderosa economía, a buscar nuevamente un sistema de mercado. El nuevo presidente no perdió tiempo e inmediatamente comenzó a aplicar medidas pro-mercado, reduciendo impuestos, levantando controles de moneda, nombrando un nuevo presidente para el Banco Central y negociando los pagos de la deuda nacional.
Otros grandes ejemplos son Venezuela y Brasil. El pasado 6 de diciembre, en una de las elecciones con mayor participación electoral, los venezolanos por primera vez en 17 años eligieron una Asamblea Nacional controlada por la oposición, quitándole al Partido Socialista el control de la rama legislativa de Gobierno.
Venezuela es posiblemente el mayor ejemplo de lo corrupto e inservible que es el socialismo, llevando a la que podía ser la nación más poderosa económicamente de América Latina —debido a su alta producción de petróleo—, en una nación de corrupción, crimen, narcotráfico, escasez; y la inflación más alta del hemisferio. Aunque los socialistas aún controlan las ramas ejecutivas y judicial del país, es posible que el pueblo por vía constitucional den por terminado el mandato del presidente Nicolás Maduro este mismo año, poniéndole fin a 17 años de tiranía.
En Brasil, el pueblo está más indignado que en la misma Venezuela. Millones de brasileños se han lanzado a las calles en los últimos meses pidiendo la salida de Dilma Rousseff de la presidencia del país y el Congreso ya está listo para comenzar un juicio político contra la presidenta en las próximas semanas. En Brasil no se habla de otra cosa que no sea del escándalo con la petrolera estatal Petrobras, escándalo que involucra la presidenta Rousseff y su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva. Tanto Rousseff como Lula da Silva son parte del bloque socialista que ha estado gobernando en Sudamérica por la pasada década y media y del que los ciudadanos del continente ya están cansados.
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Otro caso es Bolivia, donde el presidente Evo Morales, quien lleva 10 años gobernando el país, aparentaba ser el jefe de Estado con mayor popularidad en América Latina y el eventual nuevo líder del bloque socialista latinoamericano en caso de una caída del Gobierno de Maduro en Venezuela, pero fue derrotado en un referendum, el pasado mes de febrero, donde el pueblo boliviano no aprobó que Morales se postulara a un cuarto término presidencial, obligándolo a ponerle fin a su mandato tan pronto expire en el año 2020.
Con esto que está ocurriendo en América Latina, no cabe duda que es esta región donde se puede ver un aparente “momento libertario”. Aunque las reformas están en su etapa temprana, el hecho de que ideas pro-mercado y el liberalismo económico per se comiencen a ser vistas como alternativas reales a la fuerte crisis, tanto económica como social, que vive el continente, es un gran paso, en especial cuando países históricamente solventes como Estados Unidos continúan debatiendo si deben inclinar a la izquierda.
La diferencia es que los pueblos latinoamericanos han vivido el socialismo; saben lo que es y cómo funciona. Por eso lo rechazan con fuerza.