
Hans Sloane, de ascendencia escocesa y nacido en territorio irlandés en 1660 (el mismo año que Daniel Defoe o Alessandro Scarlatti), transitó largas nueve décadas de vida en dos hemisferios y bajo seis monarcas y condujo exitosamente actividades profesionales y empresariales, pero su más significativo legado a la posteridad encuentra origen en su curiosidad, traducida en un espíritu “iluminista”.
Poniendo rumbo a la aventura en Jamaica
Graduado como médico a los 23 años, se abre para él una maravillosa ventana de oportunidad al ser convocado para viajar a Jamaica, por entonces colonia británica, junto al flamante gobernador de la isla, el segundo duque de Albemarle. Y es en esa breve estadía de 15 meses en un entorno caribeño lo que marcará el futuro del joven profesional.
En efecto, su interés por las ciencias naturales, que se remontaba a la adolescencia, encontró impulso en la interacción con los esclavos que trabajaban en las plantaciones, pertenecientes en su mayoría al grupo étnico de los Akan (procedentes de lo que hoy conocemos como Ghana, Costa de Marfil y Togo). Y fueron ellos quienes lo asistieron por ejemplo en la recolección de los ejemplares botánicos y zoológicos a partir de los cuales Sloane elaborará un enorme trabajo enciclopédico, acorde con el espíritu ilustrado, que titulará “Un viaje a las Islas de Madera, Barbados, Nieves, Saint Christophers y Jamaica”, con un primer volumen dedicado a la botánica, en 1707 y otro a la zoología, en 1725.
Entre iguanas y banjos
Pero no fue la exuberante naturaleza tropical el objeto exclusivo de su interés. También lo fue la cultura de los residentes en la isla, y particularmente la música, y el sonido de los banjos, absolutamente exótico para sus oídos europeos.
Si la iguana, la serpiente y el cocodrilo que embarcó con su equipaje al retornar al Reino Unido no sobrevivieron al cruce del Atlántico, sí lo hicieron, por cierto, tanto los ejemplares botánicos como las curiosidades culturales. La inquietud por recolectar y clasificar se había incorporado para siempre a su vida.
La receta del chocolate con leche
Así pues, entre las costumbres que llamaron poderosamente la atención del joven doctor fue la del consumo de cacao con fines medicinales por parte de los naturales de la isla. Los nativos solían mezclarlo con miel o con pimienta, pero Sloane descubrió que las características organolépticas del producto (esto es, su sabor, textura, olor y color) resultaban mucho más agradables al paladar si se lo combinaba con leche.
Sí. Exacto. Le debemos a Hans Sloane la receta del chocolate con leche, fórmula que por cierto patentó, y que en el siglo XIX será adquirida nada menos que por Cadbury (hoy Mondelez).
Ya con esto solo merecería Sloane, a nuestro juicio, eterna gratitud. Pero hay más. Mucho más.
Consultorio en Bloomsbury y casamiento con la heredera
Vuelve pues Sloane a Inglaterra en 1688, tiempos de plena Revolución Gloriosa, e instala su consultorio justito en el número 3 de Bloomsbury Place, a escasos metros de donde, mucho después, se ubicará el Museo Británico.
Sloane es ya una figura reconocida en el ámbito profesional y seguirá creciendo en ese sentido, a punto tal que en 1696 será nombrado médico personal de la Reina Ana (y al iniciarse la dinastía Hannover, también lo será de sus sucesores, Jorge I y Jorge II).
Pero ya en el año anterior, 1695, sus finanzas se habían consolidado por otra vía, que podríamos calificar de “romántica”. En efecto, a sus 35, Sloane había contraído matrimonio con Elizabeth Langley Rose, viuda y como tal heredera de una plantación azucarera de unos 3000 acres (más de 1200 hectáreas) en Jamaica.
Las residencias les quedan chicas y siguen los éxitos
Advenido empresario azucarero, los rendimientos de las plantaciones de su esposa brindarán a Hans Sloane sostén financiero adicional para su ímpetu coleccionista, que satisface entonces mediante la compra de colecciones completas o bien de objetos específicos arribados a Londres desde los rincones más remotos del vasto Imperio Británico.
Con tanto objeto nuevo, la casa del número 3 de Bloomsbury Place pronto quedó chica. Y entonces Hans y Elizabeth se compraron también la de al lado, en el número 4. Hoy la ciudad recuerda estos hechos con una de sus clásicas “placas azules”.
Pero con el correr de los años, el espacio les volverá a resultar escaso, y en 1712 el matrimonio mudará sus tesoros a una finca histórica conocida como “señorío y heredad de Chelsea” (Chelsea Manor), propiedad de gran valor y cuyos registros más antiguos se remontan al famoso Domesday Book de 1086.
El reconocimiento no le es esquivo a Hans Sloane: en 1716 es elevado a baronet por Jorge I, y en 1727 sucede nada menos que a Sir Isaac Newton como presidente de la Royal Society.
Una colección para sorprender a Linneo
En 1736, un joven sueco de 29 años llamado Linneo visitó a Sloane, que ya andaba por los 76. Como creador de la nomenclatura binomial, Linneo quedó por un lado espantado por el modo -a su juicio desprolijo- en que Sloane conservaba sus especímenes naturales, pero por otro confesó haber quedado genuinamente apabullado por la magnitud y variedad de la colección de curiosidades de su anfitrión.
En efecto, a un herbario en 334 volúmenes y una biblioteca de 50000 ejemplares, se añadían como 32000 monedas y medallas y unos 1125 objetos de todo tipo que reflejaban usos y costumbres de los tiempos y lugares más remotos.
El testamento, la lotería, y el acta
Sloane resolvió que sus tesoros serían legados a la nación bajo dos condiciones: la entrega de una suma de 20000 libras a sus herederas, y la creación de un museo de acceso gratuito para preservarlos. El Parlamento aceptó ambos términos, recolectó el dinero mediante una “lotería nacional” y el 7 de junio de 1753, a menos de seis meses de la muerte del coleccionista, la ley fundacional del Museo Británico recibió la aprobación real. Sus puertas se abrirían al público el 15 de enero de 1759.
El homenaje
Hans Sloane se ha ganado en buena ley el busto que hoy se exhibe en la Sala I del Museo Británico, espacio que en otros tiempos albergó la Biblioteca de Jorge III y hoy recibe el nombre de “Enlightenment” (Iluminismo).
Como dijimos al principio, le debemos el origen del Museo Británico. Pero nos quedamos cortos. También le debemos el origen del Museo de Historia Natural y el de la Biblioteca Británica.
Y no olvidemos tampoco el homenaje que también merece, sin duda, por la receta del chocolate con leche.
