Pepper mide 1,20 metros de altura y pesa 28 kilos. Tiene tres ruedas multidireccionales y cuando su batería está por acabarse se dirige solo a la estación de recarga. Pero quizás lo más sorprendente es que Pepper es capaz de analizar emociones humanas básicas. Esto lo hace a través del análisis de la expresión facial, el tono de voz y hasta los patrones lingüísticos de sus interlocutores. Incluso puede “conversar”, ya sea en forma oral o mediante su pantalla interactiva, en más de 15 idiomas.
Pepper es, obviamente, un robot. Funciona como un ayudante excepcional en los nuevos contextos que la salud, el transporte, la hotelería, la gastronomía, y el comercio minorista enfrentan y habrán de seguir enfrentando seguramente en el “mundo COVID” y “post-COVID”.
En tiempos de pandemia
La firma propietaria de Pepper, SoftBank Robotics Group Corp, parte del conglomerado japonés Soft Bank Group, ha desarrollado versiones de Pepper -entre otros robots-, adaptándolas a los nuevos requerimientos de hospitales, empresas y comercios. Las tareas que puede desplegar este simpático humanoide sin perder ni una pizca de paciencia van desde colaborar en la ejecución de tareas repetitivas a facilitar la comunicación a distancia -particularmente en casos de confinamiento-, recordar medidas de higiene y prevención o disuadir de hamster purchases o compras de ‘stockeo’ compulsivo en un supermercado.
Por su parte, la empresa Reliable Robotics, con sede en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, consigna en la portada de su página web: “Contrate robots para ayudar a combatir el COVID-19”. Y añade: “En las presentes circunstancias, el distanciamiento social y la constante desinfección de las zonas de acceso público se convierten en una necesidad. Nuestras soluciones han sido desarrolladas con ese objetivo.” Y a continuación presenta cuatro robots destinados a funciones de difusión de información sanitaria, registro de temperatura, dispenser de productos de higiene y mascarillas faciales, tareas de desinfección, y servicios de entrega de alimentos y medicinas.
La resistencia a la “robolución”
La palabra “robolución” implica así mucho más que un mero juego de palabras. Con ella definimos ese “salto cuántico” que los robots han producido en nuestra calidad de vida. Porque ellos no nos han brindado solamente mayor velocidad o mayor precisión de ejecución. Tampoco es que se han limitado a permitirnos personalizar una camiseta o un par de zapatillas. Sobre todo, los robots han contribuido a nuestro bienestar al liberarnos de muchas tareas peligrosas e insalubres.
Tal vez los luditas, aquellos que en el siglo XIX se preocupaban por “la pérdida de puestos de trabajo que -según sus errados vaticinios- habría de producir la introducción de maquinaria textil”, la hubieran emprendido “a palazos” con nuestros nuevos colaboradores.
Y hasta nos arriesgamos a aventurar que todavía siguen existiendo personas que, incapaces de ver más allá de lo inmediato, siguen sosteniendo con miopía la tesis de los luditas, pese a haber sido refutada hasta el agotamiento por la teoría y por la historia. Pero nos preguntamos también si ahora, en el contexto del “riesgo COVID”, serían igualmente capaces de cuestionar la puesta en marcha de estos robots. Indudablemente estamos hablando de ayudantes que liberan a muchos trabajadores de riesgos innecesarios y brindan servicios más eficientes a destinatarios en situaciones de vulnerabilidad.
A modo de ejemplo, uno de los hospitales más prestigiosos de Europa, y considerado modelo de vanguardia en la investigación científica del continente, la Casa Sollievo della Sofferenza, en San Giovanni Rotondo, Italia, ha incorporado a Pepper a su staff.
Según informa Foggia Today, el objetivo es poner al robot especialmente al servicio de las personas de la tercera edad, con funciones de soporte para la evaluación de su salud física y mental, comunicación, terapias de rehabilitación, y prevención de la declinación funcional y cognitiva.
El proyecto de Leonardo da Vinci, hecho realidad
Leonardo da Vinci presentó su “caballero mecánico” ante Ludovico Sforza en la corte de Milán en 1495. Según sus diseños, hallados en uno de sus numerosos cuadernos de notas, el caballero podía pararse y sentarse, levantar el visor de su yelmo y mover sus brazos en forma independiente. Todo operado mecánicamente. Y las reconstrucciones modernas han probado la efectividad operativa de sus modelos. Imposible no sorprenderse.
Tal vez hoy, más de 500 años después, hubiéramos podido sorprenderlo nosotros. Y tal vez, de ver a Pepper en funciones, habría sonreído.