Una multitud marchó la semana pasada en Budapest, mayormente en silencio y portando antorchas, a fin de expresar su discrepancia con una serie de medidas gubernamentales que atentan, esta vez, contra la libertad académica.
Cómo implementar una democracia “i-liberal”
El presidente de Hungría, Viktor Orban nunca ha ocultado sus objetivos. Más aun, ya explicitó hace años y sin el menor escrúpulo que su plan era transformar al país en lo que el mismo denomina “una democracia i-liberal”. Lo dijo en julio del 2014:
“La nación húngara no es una simple suma de individuos sino una comunidad que necesita ser organizada, fortalecida y desarrollada, y en este sentido, el nuevo estado que estamos construyendo es un estado iliberal, un estado no liberal.”
Y agregó: “Los votantes húngaros esperan de sus líderes concebir, forjar e implementar una organización estatal (…) posterior a la era del estado liberal y la democracia liberal, que por supuesto respete los valores de la Cristiandad (…)”
Lógica consecuencia de dicho discurso es pues entonces la ofensiva contra la libertad académica, llevada adelante mediante modificaciones sustanciales en el programa educativo oficial, para alinearla con esta visión nacionalista y cristiana.
Libertad académica bajo fuego
Los nuevos planes de estudios deben promover y fomentar el orgullo nacional, con lo que se eliminarán de los libros de texto las referencias a derrotas bélicas, reemplazadas por batallas victoriosas. Miklós Horthy, colaboracionista del Tercer Reich, deberá aparecer también retratado positivamente en los libros de historia.
En el plan de literatura, se suprime al único premio Nobel húngaro y superviviente del Holocausto Imre Kertész, para dejar paso a József Nyírő, miembro del partido fascista Cruz Flechada y admirador de Joseph Goebbels.
A tenor de lo expresado en entrevistas registradas durante la marcha, los ciudadanos son conscientes de que seguramente sus reclamos serán desoídos. Pero de todas maneras, y tal como subraya la Deutsche Welle, la convocatoria ha tenido un alto valor simbólico, sobre todo al coincidir con el aniversario del levantamiento antisoviético de 1956.
Informes lapidarios en múltiples áreas
Tal como expresa el sumario ejecutivo de Freedom House, bajo firma de Gábor Filippov “la alianza derechista constituida por los partidos Fidesz – Unión Cívica Húngara y el Partido Popular Demócrata Cristiano (KDNP) ha minado gradualmente el estado de derecho en Hungría mediante el establecimiento de férreos controles sobre las instituciones independientes. Después de sancionar una nueva constitución, la coalición gobernante cambió las leyes electorales (…) y se ha enfocado en capturar los medios masivos de comunicación”. Como consecuencia, el país ya no califica propiamente como una democracia sino como un “régimen hibrido”, una “zona gris” entre democracia y autocracia.
Y no es solo Freedom House quien se expide en tal sentido. Human Rights Watch ha generado un informe análogo en el que también alude a la retórica xenofóbica del discurso gubernamental.
Finalmente, el último reporte sobre estado de derecho emitido por la Comisión Europea sobre Hungría incorpora significativas inquietudes acerca de la independencia del poder judicial y la proliferación de prácticas corruptas. De hecho, según el reporte de la oficina europea antifraude (OLAF) Hungría registra el mayor porcentaje de irregularidades en el manejo de los fondos recibidos de la Unión Europea.
Replanteando el concepto de democracia
Según lo recogido por Letras Libres de Kafkadesk: “Parece haber un gran malentendido sobre el significado de la democracia. La concepción anglosajona de la democracia consiste menos en el gobierno de la mayoría que en la protección de las minorías. Trata menos de lo que el Estado debería hacer que de lo no puede hacer. La Constitución estadounidense es básicamente un documento gigante que limita los poderes del gobierno. En cambio, la concepción húngara de la democracia está íntimamente ligada a la independencia nacional y el gobierno de la mayoría. Para muchos húngaros, democracia significa elecciones; muchos funcionarios del gobierno, cuando se enfrentan a la acusación de autoritarismo, se remiten a los resultados de las elecciones más recientes”.
Y así pues, los húngaros, embaucados por un discurso de ecos nacionalistas y religiosos de neto corte emocional, han ido perdiendo sus libertades de a poquito. Cierto es que les faltaría recorrer mucho camino para convertirse en Corea del Norte o Venezuela, pero ello no es óbice para percatarse de que, si de preservar libertades se trata, vienen errando el camino.
Surge la “covidocracia”
La pandemia no ayuda. Si tal como escribió Kenneth Roth, el director ejecutivo de Human Rights Watch, reportado por Infobae, “el coronavirus es el nuevo terrorismo, es la excusa (…), es el último pretexto para violaciones de derechos que me temo que persistirá mucho tiempo después de que termine la crisis”, cabe vislumbrar en el horizonte una expansión de “poderes draconianos” como legado perdurable del virus.
“Podríamos tener una epidemia paralela de medidas autoritarias y represivas”, advirtió en el New York Times Fionnuala Ní Aoláin, Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre el terrorismo y los derechos humanos.
Como una pesadilla que se hace realidad, el gobierno húngaro ha declarado un “estado de crisis médica” que se prolongará al menos hasta mediados de diciembre. Al amparo de este “paraguas”, que no podrá ser levantado ni por el propio Parlamento, se permitirá el dictado de una amplia gama de regulaciones por decreto. Orban parece haberse convertido en la estrella del firmamento autoritario europeo.