Un oscuro panorama se cierne sobre Afganistán. Tras el acenso de los talibanes al poder, el país ha sido víctima del autoritarismo del nuevo régimen. Desde el retiro de las tropas estadounidenses, la pobreza, hambruna, violencia y represión se han convertido en una realidad palpable para los afganos.
Ante el terror de lo que se avecinaba, cientos de ellos optaron por huir. Algunos incluso murieron en el intento. Frente a esto, gobiernos de diferentes países gestionaron vuelos humanitarios de evacuación desde Kabul. Sin embargo, muchos ciudadanos no lograron escapar y hoy sufren las imposiciones de los extremistas islámicos.
Panam Post conversó con Corina Cortés, abogado y analista internacional, quien se refirió al futuro de Afganistán bajo el mando talibán. Asimismo, alertó sobre cómo este contribuye a la expansión del fundamentalismo islámico en Occidente.
Una tragedia evitable
Para Cortés, la comunidad internacional no ha enfrentado adecuadamente la crisis humanitaria en Afganistán. «Me parece que su respuesta ha sido difusa, irresponsable y me cuesta mucho creer que no se pudiera prevenir… Si hasta un simple mortal sabía lo que podía pasar, dudo que los gobiernos no estuvieran al tanto», explicó.
El retiro anticipado de las tropas estadounidenses por orden de Joe Biden sería uno de los principales detonantes de la tragedia, de acuerdo con la investigadora. «Junto con el COVID-19 ha sido una de las decisiones más desacertadas e improvisadas de la comunidad internacional», argumentó.
Por otra parte, considera que no se han establecido los mecanismos económicos, humanitarios y sanitarios suficientes para garantizar la seguridad de la población afgana. Tampoco para Occidente y para los países receptores de refugiados afganos, que han instalados campamentos y centros para atender la oleada migratoria desde Kabul.
Aquí es cuando resurge un problema a gran escala.
Una amenaza latente
El Talibán es por naturaleza un movimiento «amorfo». No es partido político, no tiene una estructura definida y carece de un proyecto de Estado. Muchos de sus miembros ni siquiera cuentan con formación política o militar. Son escurridizos y saben cómo actuar.
Desde su origen en Pakistán, los insurgentes islámicos se han ido apoderando de zonas aledañas mediante una estrategia expansiva-horizontal. De esta forma, van dominando el territorio y sometiendo a las tribus autóctonas. Pero eso no es todo. También se infiltran dentro de los grupos de desplazados que se dirigen hacia otras naciones, huyendo de Afganistán.
«Para nadie es un secreto que así como algunos países están recibiendo refugiados afganos, también hay talibanes que se están haciendo pasar por desplazados», afirma Cortés. «No sería extraño que ya haya factores de células extremistas en el continente americano», advierte la experta en derechos humanos.
El riesgo es inminente debido a la magnitud de las evacuaciones. «La forma de controlar una entrada de este tipo es prácticamente imposible, sobre todo por el grupo humano que se desplaza», señala la analista.
La cooperación entre organismos internacionales y las oficinas de administración migratorias serían claves para hacer un despeje de los refugiados. Sin embargo, el proceso de selección de personas tardaría muchísimo, mientras que la situación humanitaria de Afganistán es urgente, recalca la abogado.
El extremismo islámico ya está aquí
El término «Eurabia» (acrónimo de Europa y Arabia) fue acuñado por la escritora Gisèle Orebi a inicios de la década de los 2000. Este alude a la «islamización» del continente europeo, junto con el debilitamiento de su cultura y su alejamiento de Estados Unidos e Israel.
Si bien es un fenómeno que según expertos se arrastra hace años, la llegada de los talibanes a Afganistán marca un preocupante hito.
«La Eurabia ya existe en Europa» asevera Corina Cortés, quien vive actualmente en Barcelona, España. «Sé de algunas ciudades en las que no se han construido más iglesias, pero sí mezquitas y de colegios donde ya se enseña el Corán», relata. Asimismo, expone que universidades como Oxford o Cambridge ya no publicitan sus cursos de negocios con imágenes de occidentales, sino con personas de Medio Oriente.
Las mujeres son el blanco predilecto de la propaganda. «Hay publicidad que invita a las chicas occidentales a ser un poco más ´discretas´ en su forma de vestir porque si no es una forma de xenofobia contra los grupos islámicos». También afirma que en redes sociales circulan contenidos que enseñan a las mujeres cómo usar el chador. Esta prenda femenina consiste en un manto negro que cubre todo el cuerpo, salvo la cara, y es típico de Irán.
El valor de la inclusión
Todos estos antecedentes se presentan como una forma de «discriminación positiva» hacia la población de ascendencia árabe en Europa. Sin embargo, la especialista advierte que este no es el verdadero sentido de la inclusión.
«La inclusión como reconocimiento tiene que ser multilateral (…) Si se enseña el Corán, se enseña también la Biblia. Si se habla sobre Palestina se tiene que hablar también sobre Israel. Si se permite el uso de burka en una escuela, también se debe permitir el rosario, escapulario o la estrella de David», sostiene. «La igualdad real es la igualdad de oportunidades y sobre todo la igualdad de visibilidad», recalcó.
Por otra parte, manifestó su preocupación sobre las políticas migratorias en Europa, sobre todo tras la llegada de cientos de refugiados afganos. «Los estados luego de esa asistencia humanitaria requieren generar políticas de integración social que les permitan entender que son ellos los que han llegado [los inmigrantes] y que en ningún momento se está atacando su cultura, religión o estilo de vida. Por el contrario, se está aceptando, pero ellos también tienen que respetar, porque osino el shock migratorio va a ser muy fuerte», afirmó Cortés.
De acuerdo con la internacionalista, si no hay una adaptación cultural real esto puede generar mayor xenofobia a mediano y largo plazo. Y esta a su vez puede desencadenar disgregación entre la población e incluso una guerra civil.