Con su reciente ascenso al poder, los talibanes intentaron mostrarse más «moderados» y «progresistas» que hace 20 años atrás, cuando también se apoderaron de Afganistán. Días después de derrocar al gobierno de dicho país, el portavoz islamista, Zabihullah Mujahid, aseguró en una conferencia que el nuevo régimen respetaría los derechos humanos. Sin embargo, los insurgentes islámicos han incumplido su promesa. Un nuevo informe de la ONU da cuenta de graves vulneraciones cometidas por los talibanes contra la población afgana.
La alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, afirmó que hay suficiente evidencia sobre lo abusos perpetuados por los extremistas islámicos en Afganistán. De acuerdo con el organismo, se han registrado ejecuciones sumarias de civiles y miembros de las fuerzas de seguridad afganas que se habían rendido. También casos de tortura, represión a protestas pacíficas y reclutamiento militar de menores de edad. Además, de violaciones a los derechos de las mujeres.
En un principio, los insurgentes islamistas declararon que respetarían los derechos humanos de las mujeres y minorías étnicas, pero de acuerdo con la ley islámica. Esta se denomina Sharia y corresponde a una interpretación extrema de la ley religiosa. De esta forma, bajo el régimen talibán, las mujeres tienen prohibido estudiar, trabajar, salir de casa solas e incluso reírse en público.
La información fue notificada durante una sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU convocada con urgencia para abordar la crisis de Afganistán.
El peso de la traición
Con la llegada de los talibanes al poder y la retirada de tropas norteamericanas, funcionarios afganos de la Embajada de los Estados Unidos en Kabul dijeron sentirse traicionados. Los cooperantes del gobierno norteamericano sostienen que las operaciones de evacuación han sido un fracaso y lamentan no poder salir del país antes del 31 de agosto. Esta era la fecha límite fijada por el presidente Joe Biden para trasladar a militares y civiles fuera de Afganistán.
Durante los últimos días, el aeropuerto de Kabul ha registrado caóticas jornadas de evacuaciones, dejando varias muertes y heridos. Al respecto, un empleado de la embajada de EE, UU. declaró que prefiere morir con «dignidad» antes que exponerse a la turba, el desorden y el castigo de los talibanes en su intento por huir. «Sería mejor morir por la bala de los talibanes… Feliz de morir aquí, pero con dignidad y orgullo», señaló a la cadena NBC.
Por otra parte, exmilitares norteamericanos y británicos que lucharon en Afganistán, también manifestaron su decepción. «Estoy enojado, estoy triste, me siento traicionado. Perdí mis piernas por nuestro país y ver lo que está sucediendo en Afganistán es horrible y desgarrador», confesó el veterano británico, Jack Cummings, a la BBC.