Argentina está con la soga al cuello. Esa es la verdad. Sin embargo, hay miles de opinadores de oficio que apoyan al Gobierno de Alberto Fernández tratando de revertir esta matriz de opinión, cosa que es completamente inútil. Ellos, a pesar de saber eso, no flaquean. Se empeñan en demostrar que nada está mal o si lo está es culpa de otro, cuando lo cierto es que el país camina entre agujas y cuchillos en gran medida gracias al kirchnerismo.
- Lea también: Inflación de 51 % en Argentina y el presidente con explicaciones esotéricas
- Lea también: Otro revocatorio frustrado, Maduro empuja a la oposición a soñar con 2024
Hoy en Argentina una inflación anual de 51,8 % —la segunda más alta de la región, solo por detrás de Venezuela con 686 %— y unos índices de desempleo alarmantes confirman esta aseveración. Sin dudas, estos son los ingredientes perfectos en el caldo de cultivo que puede dar pie a una debacle económica, que ya también se vivió, con otros matices y proporciones, en una oportunidad en Venezuela, ese territorio que gobernó Hugo Chávez y hoy se niega a ceder Nicolás Maduro bajo condiciones democráticas.
Los oriundos de Venezuela que están en Argentina, quienes ya tuvieron esta agria experiencia de caos e incertidumbre económica —que en su caso vino sazonada con una crisis humanitaria y una migración forzada de al menos seis millones de coterráneos dispersados por el mundo, según cifras de la ONU— ven con atención todo lo que pasa. Es inevitable hacer comparaciones y detectar las coincidencias al escuchar los discursos políticos del Ejecutivo y sus secuaces que, aunque tengan modismos distintos, se apegan a la narrativa que aviva el resentimiento social, promueve el paternalismo estatal y mancilla en todas las formas posibles al sector privado.
Estas técnicas que parecen calcadas del mismo libro que en su momento tenía Hugo Chávez, y que ahora Nicolás Maduro se empeña en reciclar, pueden pasar factura a Argentina más pronto de lo que se cree. En Venezuela demostraron ser ineficaces. Ahora, en este territorio las señales de un Estado asfixiante, al parecer, darán el mismo resultado. Lo preocupante es que los patrones siguen y siguen implementándose, como creyendo de manera errónea que esta vez sí funcionarán.
Cepo cambiario: un bomba destinada a explotar en la cara del Gobierno
Comprar dólares en Argentina se asemeja en cierto modo a comprar drogas. Guardando ciertas distancias y matices, funciona muy parecido. Pues hay que transar en la calle o pactar con cambistas determinados en ciertos puntos. Los pagos se hacen en efectivo, puesto que existe este miedo (comprobado) de que si el banco descubre un patrón de compra-venta en el que se involucra pagos sobre la divisa extranjera, se corre el riesgo de ser sancionado.
Existen también las llamadas “cuevas” que trabajan con esta divisa. A veces son asediadas por efectivos de seguridad, a veces no, depende de lo volátil que esté el mercado. Actualmente, el dólar “blue” o dólar libre que se cotiza fuera del mercado oficial, hoy tiene una brecha de más de 105 % en diferencia con el dólar “solidario” que proporciona el Estado, una divisa a la que solo tiene acceso un grupúsculo cada vez más pequeño de ahorristas que se va reduciendo, a causa de las restricciones que se suman esporádicamente.
En Argentina, aquellos pocos particulares que tienen acceso a este cupo “solidario” solo pueden comprar 200 dólares al mes. En el caso de hacer alguna operación que involucre la divisa, el acceso a los dólares se bloquea por completo, hasta que el banco considere la deuda saldada. Este tipo de tácticas, lejos de estimular el mercado e incentivar a los pequeños ahorristas, pone una presión en él que pocas veces resulta positiva para la economía del país.
Cabe destacar que el dólar solidario y el denominado dólar “blue” son una minúscula muestra de cómo se maneja el mercado de divisas en Argentina. Actualmente en el país hay 15 clases de dólares que se destinan a diferentes públicos según sus necesidades de ahorro, de acuerdo con BAE Negocios.
Venezuela en su momento tuvo cepo cambiario. Fueron 16 años de artimañas y corrupción sostenida desde que Hugo Chávez lo instauró en 2003, bajo un discurso de aversión a la moneda extranjera y lo que representaba. Esto trajo consigo consecuencias devastadoras para la economía del país. El diario El Informador lo explica de este modo:
El tráfico de divisas se remonta al control de las mismas por parte del Gobierno venezolano, que restringía el acceso e imponía tipos de cambio artificialmente bajos a través de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), que sería reemplazada por el Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) en 2014.
Esta falta de disponibilidad contribuyó a la inflación y generó un mercado negro en el que las monedas extranjeras se vendían a un precio mucho mayor que la tasa preferencial pero que se ajustaba de manera más o menos aproximada a la pérdida de poder adquisitivo del bolívar. Una parte importante de los dólares en el país formaban parte de la economía negra, es decir, transacciones no legales o no tradicionales, antes de poder intercambiarse legalmente.
Probando la inviabilidad de este sistema y después de pasar años satanizando el uso de la moneda estadounidense, Nicolás Maduro suavizó su postura desde mediados de 2018. Allí permitió la divisa como medio de intercambio en Venezuela y promovió su uso como método de ahorro formal, a la vez que el valor del bolívar seguía hundiéndose. En mayo de 2019 finalmente cedió y se dio inició a una dolarización de facto que hasta hoy se mantiene.
Argentina, que había levantado el cepo cambiario al inicio de la Administración de Macri, lo retomó en 2019, una vez que los mercados se percataron de la llegada de Alberto Fernández al poder y el dólar empezó a dispararse. Posterior a esta medida se le sumó un par de impuestos más —30 % y 35 %, respectivamente— para abultar la divisa y acercar los números a las cifras que se reflejaban en el mercado libre.
La ley de alquileres o cómo destruir un mercado en pasos muy sencillos
El columnista argentino Marcelo Duclos, en un artículo para el PanAm Post, resumió en su momento el desastre que conlleva la regulación y control excesivo del Estado sobre el mercado inmobiliario. Describió con precisión cómo esta suerte de “Hidra de Lerna” que es la Ley de Alquileres —radicalizada por el kirchnerismo— devora tanto la oferta como la demanda, cual si fueran ínfimos trozos de carne. Mastica los incentivos para el propietario, los destroza y engulle al punto de desaparecerlos. Así de vapuleado está el ámbito inmobiliario por estas horas.
La implementación de una nueva ley que pretende regular los contratos de los alquileres en Argentina, generó el efecto opuesto al que buscaban los legisladores irresponsables que les dan la espalda a los conocimientos básicos de economía y a la historia.
Es tanto el daño que esta legislación le ha hecho al mercado desde su última promulgación a mediados de 2020, que hoy está retomándose la idea del impuesto a la vivienda vacía cómo un modo de “estimular” la oferta. Aún falta por discutirse más a fondo la iniciativa, pero el solo hecho de invocarla nuevamente es un indicativo del agrio panorama que se avecina para el mercado inmobiliario.
El resultado a estas maniobras que tienen consigo la regulación y depredación del mercado es lastimosamente muy previsible: incremento de la informalidad en lo que respecta a los alquileres. Lo único que se puede esperar es una retracción fuerte de la oferta en el mercado formal.
En Venezuela, el chavismo ha pasado años atentando contra la propiedad privada. La ha vapuleado en todas las formas posibles. Ha expropiado indiscriminadamente negocios rentables que luego son asignados a los militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ha creado leyes que perjudican a las empresas, así como al capital privado y cuando se trató del sector inmobiliario, el régimen promulgó legislaciones que protegen a los inquilinos de ser expulsados si dejan de pagar sus alquileres. El resultado fue nefasto: la muerte prácticamente en su totalidad de la oferta.
Sin embargo, los desmanes tiránicos no quedaron ahí. La persecución ha sido tanta que en 2019 bajo las denominadas “comunas” — organizaciones vecinales controladas por el régimen que operan en sintonía con los colectivos — pasaron a realizar un censo en todo el país para ubicar las viviendas que quedaron vacías luego de que millones de venezolanos decidieran salir del país. El censo le dio al chavismo una lista de los locales que se encuentran vacíos para poder invadirlos. A esto se le sumó la pandemia. Esta fue la excusa perfecta.
El número de invasiones ha estado aumentando en los últimos años. Aunque no existen cifras oficiales, unas 93 invasiones fueron detectadas el año pasado tan solo en el sector capital de Caracas, dijo Carlos Julio Rojas, coordinador de la organización no gubernamental Frente en Defensa del Norte de Caracas, citado por El Nuevo Herald.
Planes sociales vs. misiones de la patria: lo nocivo del subsidio
Aunque parezca rimbombante y quizá un poco exagerado, en la actualidad hay más de 141 programas de protección social y ayudas estatales en Argentina, según Forbes. A su vez, un análisis de datos del diario La Voz, comprobó que el 62 % de los argentinos depende todos los meses de un cheque del Estado para sus gastos diarios. Total o parcialmente están subordinados a la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).
Si estos datos se comparan con 2019 –sin pandemia– el incremento fue de 40 %. En ese entonces, el padrón total era de 20,41 millones de argentinos, reseña A24. De la misma forma, se estima que por día se destinan más de 800 millones de pesos en planes sociales, lo que representa unos 288.000 millones anuales.
Por su parte, en Venezuela Hugo Chávez se encargó de implementar una artillería parecida a la mencionada con anterioridad. Él lo hizo en 2003, justo antes de un referendo revocatorio y lo llamó Sistema Nacional de Misiones. Esto fue un hervidero de corrupción que aún persiste y cuyos presupuestos se mantienen opacos. Hasta ahora se cuentan 29, que en la teoría se forjaron “estrategias para atender problemas o carencias por áreas”, en la práctica, no tanto.
La ONG Transparencia Venezuela ha hecho un seguimiento acucioso sobre el desempeño de este tipo de programas sociales. En un informe titulado “¿Por qué hay corrupción en las misiones?“ explica las causas de esta distorsión que carcome al país, bajo la mirada impasible del chavismo:
Las misiones se han convertido en un foco para la corrupción, dado que no existe un ente que, en la práctica, regule, controle y evalúe debidamente todos los procesos que involucran recursos. La implementación de las misiones no ha ayudado a la disminución de indicadores sociales clave como la pobreza, la inseguridad ciudadana, el detrimento del sistema de salud, sino que por el contrario cada día las cifras rojas aumentan.
Precios justos vs. precios cuidados: una carnada que masacra a las empresas
La pretensión de congelar los precios y pretender que en una economía tan endeble no haya consecuencias como un inmediato desabastecimiento de productos o una reducción de oferta es el equivalente a desear lluvias en pleno desierto. Sin embargo, la idea de los “precios cuidados” o su equivalente en Venezuela denominado “precios justos” es sencillamente una manera más de asfixiar al empresario y eventualmente al consumidor. Esa es la realidad.
Al tener este tipo de restricciones, las empresas reducen su porfolio al máximo, evitando los productos que le brindaban menor rentabilidad, para no tener mayores márgenes de pérdidas. Esto afecta directamente a la ciudadanía y lo demostró un estudio privado realizado por Focus Market mediante un sistema de “Scanntech” (lector de scanner instalado en 670 comercios de todo el país) reveló que, sobre 1865 productos de consumo masivo seguidos, se ha registrado una merma de 72 % en relación con la variedad de los ítems.
En la práctica es sencillo. Vas al supermercado y encuentras cada vez menos variedad. Ves como la industria se pulveriza y todo lo que se alude es… No hay stock, problemas para importar. No es una matriz de opinión. Es lo que pasa a diario.
Asimismo, el anuncio reciente de Alberto Fernández de la creación de una Empresa Nacional de Alimentos para frenar la inflación en Argentina es un burdo ensayo de lo que ya fue un fracaso estrepitoso en Venezuela. Para 2015 en el país caribeño se contaban con 293 empresas de alimentos y por el contrario, la escasez que se vivió en dicha época fue devastadora para la nación, siendo uno de los principales motivos que desencadenó la diáspora venezolana.
Una migración mínima, pero ruidosa para muchos
Desde hace un par de años, es común tropezarse en las redes sociales con anécdotas e historias de migrantes argentinos que se fueron del país y ahora tienen un porvenir brillante en Europa, en Australia, en cualquier otra parte del mundo excepto en su propia tierra. Esta matriz de opinión se ha ido fortaleciendo con el tiempo y se abona con un sinnúmero de avisos de otras regiones que pagan ostentosos salarios a los argentinos y no, no son clickbait.
Eso, al parecer, es en lo que se ha convertido la matriz de opinión de algunos en la nación. Ahora, son cada vez más frecuentes las notas de gente que se va, de quienes emprenden lejos de su país. Quizá, para los más escépticos, parezca que son los medios que están llevando a la gente por el camino de la migración, pero desde hace rato esto es mentira. El hastío lleva al exilio, el detrimento en las condiciones de vida, la inseguridad, la incertidumbre económica son los factores que abonan el pensamiento de migración.
Recientemente Infobae publicó una nota sobre el tiempo que se lleva en Argentina comprar una vivienda. El artículo que se movía entre índices inflacionarios y cifras nada alentadoras para quienes tuviesen estas aspiraciones, indicaba que para adquirir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) un departamento estándar (usado) de 42 metros cuadrados, con una habitación, un asalariado medio debería invertir todos sus ingresos obtenidos a lo largo de 14,2 años.
En Venezuela, existió este rapero llamado Canserbero. Un joven contestatario que poseía una visión incisiva en sus líricas sobre cómo mostrar a su país. En sus letras tenía una descripción perfecta de cómo era comprar una casa allí. El “Can”, lejos de unas matemáticas apegadas a las mediciones del Banco Central, en su tema Mucho Gusto solía explicarlo con mayor jocosidad y era mucho más acertado que los precios del mercado:
Nací en mi patria Venezuela, sí, en el norte del sur, al lado de Colombia, en medio del Atlántico Azul. Donde los mediodías son de treinta y tres grados pa’ arriba y las mujeres aquí están más buenas que la comida. Donde un carro nuevo cuesta al menos el sueldo de diez años y una casa cuesta al menos el precio de cien carros.
Ese tema que tendrá casi una década o un poco más describe en ese momento y hoy mucho más el sinsabor que es vivir en Venezuela. Esa tierra devorada por una opulencia falsa, que al ver un poco más de cerca solo está rodeada de miseria.
Ahora en Venezuela existe un mercado inmobiliario que no coincide con la realidad del grueso del país. Los alquileres de un apartamento en Caracas pueden variar desde 200 a 1250 dólares mensuales. En cuanto a las ventas de los inmuebles, los más económicos están entre 52000 y 65000 dólares en barrios populares. Lo incongruente acá es que el salario mínimo del venezolano hoy es de 3,55 dólares. Son situaciones así, que se viven a diario, las que incentivan el éxodo del país, no los medios.
La inquietante mirada al futuro: ¿Se suicida Argentina?
Actualmente la región ha experimentado en carne propia las consecuencias de la tiranía chavista sobre los venezolanos. La diáspora se ha extendido hacia los territorios aún más inhóspitos de Suramérica. Tan solo en Argentina hay al menos 170.000 oriundos de Venezuela, cantidad que se duplica fácilmente en Chile y se quintuplica en Colombia, el principal receptor de esta avalancha migratoria.
A los venezolanos, su país se los arrancó un séquito de resentidos sociales al mando de un encantador de serpientes. Un hombre que se encargó por años de sembrar odio y división por medio de discursos que solo exacerbaban el rencor. Lo peor de esta historia es que aún, a 22 años de ese primer discurso nocivo que dio Hugo Chávez, esa patria aún no se ha recuperado y eso duele… Cada día duele más.
Es por ello que estas coincidencias entre Alberto Fernández y Nicolás Maduro, lo errático de sus discursos, lo disparatado de sus procederes para manejar un país —aparte de las conocidas relaciones que se sostuvo con el kirchnerismo— suelen inquietar a quienes escogieron a Argentina para huir de la dictadura de Venezuela. Similitudes amargas que suelen avivar aún más los temores de su gente.