La masacre de Óscar Pérez fue transmitida en vivo. Estaba en Instagram. Podías verla una y otra y otra vez. Cuantas veces tu morbo te lo permitiera. Hasta que te diera nauseas o ganas de llorar, lo que ocurriera primero. Escuchabas los disparos y podías imaginarte los fusiles, las pistolas. Veías como le resbalaba la sangre por el ojo derecho y le alcanzaba el pómulo. Pedía clemencia, rendición. Piedad. Parecía una película.
Óscar Pérez no estaba solo. Ese día también asesinaron a José Alejandro Díaz Pimentel, Daniel Enrique Soto Torres, Abraham Lugo Ramos, Jairo Lugo Ramos, Abraham Israel Agostini y Andreina Ramírez. Siete personas. Para siete personas enclaustradas en una casita a pocos kilómetros de Caracas activaron a 600 funcionarios.
Los medios relatan que trajeron 142 unidades terrestres (blindados, patrullas, camionetas y motos, además de una tanqueta y una unidad aérea). Luego de más de una hora disparando, un funcionario del CONAS destruyó la casa de Pérez con un misil RPG-7. Allí murieron los primeros soldados. Era evidente lo que pasaría.
“No quieren que nos entreguemos, literalmente nos quieren asesinar. Nos lo acaban de decir”, dijo Pérez en su grabación final. Luego de eso, varias horas más tarde, salieron confirmando la muerte de Pérez y quienes quedaron con él. El entonces ministro del chavismo, Néstor Reverol, dio su parte oficial. Habló de fugas de información desde la oposición venezolana y demás. Nadie quería escuchar nada de ello, ni de un lado, ni del otro. Pérez estaba acribillado. Muerto. Esto era lo importante.
#15Ene Un pueblo muerto de hambre. Que se conforma con una bolsa de comida mensualmente, nunca confío en Óscar Perez como héroe para salvar a #Venezuela de esta tiranía pic.twitter.com/UtgDyHAa6u video de @jesusmedinae
— JIRV (@pueblo_hnos) January 15, 2018
El diálogo en República Dominicana
En simultáneo a esta masacre ocurrían dos sucesos nada memorables. Por un lado, Maduro presentaba una memoria y cuenta presidencial del año 2017, por demás ficticia, ante su fraudulenta Asamblea Constituyente. Por otro lado, este suceso ocurría durante el receso que había en los diálogos en República Dominicana entre el chavismo y la oposición. Esa semana debían verse el 18 de enero en Santo Domingo y esto no ocurrió.
“El asesinato de Óscar Pérez fue la excusa del chavismo que le permitió levantarse de la mesa, no llegar, ni respetar ningún acuerdo, porque tenía la excusa perfecta para tildar a la oposición de terrorista y la posición tenía la excusa perfecta para no presentarse a dialogar con un régimen terrorista”, explica el abogado Juan Domingo García a PanAm Post.
¿Quién responde a lo sucedido?
La traición no se sabe de dónde vino. Unos relatan que no fue por esos días cuando vendieron a este escuadrón, sino mucho antes. Algunos aluden que fue una fuga de información que ocurrió luego de una entrevista que se diera a CNN en días previos.
Sin embargo, otros —en condición de anonimato— hablan de que la traición inició varios meses atrás, en junio de 2017, cuando el grupo se apropió de un helicóptero del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) sobrevoló el Tribunal Supremo de Justicia con una pancarta «350 Libertad», que posteriormente fue dejado en una zona boscosa del estado Vargas.
Estas son una minúscula parte de las versiones que existen sobre este tema. De eso hay muchas más. Principalmente rodeadas de escepticismo, que es también valedero.
“Es relativamente difícil creer que esta persona se escondió a las afueras de Caracas, teniendo la posibilidad de esconderse en un país que tiene zonas recónditas para perfectamente haber organizado su movimiento, si es que él tenía un movimiento nacionalista que quería buscar un cambio en Venezuela. No se sabe si Óscar Pérez fue una víctima por una jugada del régimen o una víctima por el simple hecho de querer promover un levantamiento”, concluyó el jurista.
El grotesco trofeo
Óscar Pérez fue asesinado un lunes, 15 de enero de 2018. Tenía 37 años, tres hijos y 15 años de carrera castrense. Pocos recuerdan eso. En cambio, todos sí recuerdan a Diosdado Cabello el miércoles de esa semana hablando de cómo fue el atentado contra aquella casita en el Junquito. La burla, la mofa se le veía en la cara, en sus ademanes, en sus gestos. Parecía que estaba echando un cuento como cualquier otro. Estaba ahí, a sus anchas, en su programa de televisión, su pequeño rincón de poder.
Recuerdo esos ojos achinados mirando a la cámara, mientras hacía su relato de la masacre. Esa media sonrisa que enerva y ese tono irónico que usa para lanzar sus típicos comentarios cargados de veneno. La imagen está ahí, tatuada en mi cabeza. Es grotesca. Diosdado dándole un toque caricaturesco a las injusticias. Diosdado siendo Diosdado. A lo que ya nos tiene acostumbrados.
La casa que muestra Diosdado Cabello en sus videos —donde murieron siete personas— está ahí. Hoy destartalada, llena de ratas, basura, escombros. Quienes pasan cerca la miran de a ratico, pero ya están acostumbrados a la imagen.
Mirar ese tributo a la muerte quedó como algo que encajó en la rutina. La misma rutina de ir a comprar comida y no conseguir o de conseguir y no poder comprar, de hacer la fila para tener acceso al agua en la cisterna, de que el servicio eléctrico esté y no esté, de pensar en si comes tres veces hoy, tengas que comer dos veces mañana… la misma rutina de sobrevivir en Venezuela, que nos apaga tanto.
Familiares y los sufrimientos colaterales
Poco más de un año después, el Gobierno interino entra en funciones. Llega la parafernalia. Sacan las pancartas con su nombre, lo proponen para el Panteón Nacional, hablan con la madre de Óscar Pérez y todo lo burocrático para la foto. Bien. ¿Y qué? ¿Y lo que quiso Óscar Pérez qué? Al parecer, el grueso de la coalición opositora suele olvidarlo. Triste.
Óscar Pérez quiso un alzamiento nacional contra la dictadura. No lo digo yo. Lo dijo él en cada intervención que pudo. Solo, acompañado. Ese era su discurso. Nunca fue la burocracia. Nunca.
Su esposa también está en el exilio. Su hermano Luis Armando Pérez actualmente se encuentra en España. Su madre, que se refugió en Estados Unidos, se reunió hasta con el presidente Donald Trump, que también dio difusión al caso.
Sí hubo quienes seguían a Óscar Pérez
Un amigo, mi querido Iván, un día me mencionó a Óscar Pérez. La noticia de su muerte lo trastocó. A todos. Iván, como tú y como yo, tenía una esperanza, vaga… pero una esperanza al fin. Esperaba un cambio, quería ser parte de ese cambio donde también participan los buenos oficiales, los buenos militares que sí defienden los valores de la República. Esos, aunque no lo creas, también existen. Iván era uno de ellos.
Como sea, la esperanza se fue. Iván… lastimosamente también. Sin embargo, mientras se pueda, desde esta y otras trincheras, es necesario recordar no solo a Óscar Pérez. Allí también estuvieron otros soldados que como Iván y quien sabe cuántos otros, creyeron en él.
Esa certeza y entereza que Iván vio en aquel policía del CICPC también la vieron muchos más. Nadie sabe cuando en realidad comenzó a percibirse eso. Cuando la gente dejó de verlo como este actor del que se burlaban, sin escudriñar en su carrera, sino apelaban por lo risible. No recordaban que este muchacho había sido policía, adiestrador de perros policía, buzo, paracaidista militar, piloto e inspector de la policía forense.
Lo asociaban con su película de acción titulada ‘Muerte suspendida’ que produjo y protagonizó en 2015. El film criticaba el apoyo popular del que gozaban algunos delincuentes en Venezuela. La gente se quedó supeditada a eso y no vio más allá. El escepticismo salió caro. No solo a Pérez, sino a todos los demás. Quizá pudo haberse cumplido su cometido, quizá no. Ya no importa.
Prohibido olvidar
El problema nunca fue si Óscar Pérez era o no una persona o un personaje. El planteamiento reflejado acá está muy lejos de eso. El problema está en que un hombre, un disidente, un ser humano, pidió clemencia, habló de su rendición y fue masacrado hasta los tuétanos. Su derecho a vivir no fue respetado. Ese es el problema.
Por eso, cada vez que quieras flaquear, languidecer y no quieras quejarte o protestar porque te parece que este sufrimiento impuesto por el régimen de Nicolás Maduro que pasas tú y los tuyos da para mucho rato más, recuerda a estas personas, recuerda estos videos. Úsalos como combustible. Que esa sea tu gasolina. Mantente en pie, a flote y a la espera de ver cómo esos crímenes tendrán un pago de sus culpables. Yo lo hago. Esto, como venezolana, no lo voy a olvidar nunca. Y no, no es resentimiento, es sencillamente deseo de justicia.