Por: Jon Miltimore
Joe Biden tuvo un primer día muy ocupado como presidente, firmando 17 órdenes ejecutivas, mucho más que sus predecesores Trump, Obama, George W. Bush y Clinton juntos.
Entre las órdenes se encuentra el mandato de que todas las personas que se encuentren dentro de una propiedad federal lleven máscaras para mitigar la propagación del COVID-19.
“(Para) proteger al personal federal y a las personas que interactúan con el personal federal, y para garantizar la continuidad de los servicios y las actividades del Gobierno, los empleados federales en servicio exterior o en el territorio norteamericano, los contratistas federales y otras personas en los edificios federales y en las tierras federales deben usar máscaras, mantener la distancia física y adherirse a otras medidas de salud pública, según lo dispuesto en las directrices de los CDC”, estableció la orden.
En cierto modo, la orden no es una sorpresa. Antes de las elecciones de noviembre, Biden había indicado que exigiría el uso de máscaras dentro de las propiedades federales. Mientras tanto, Biden ha instado a la gente a “enmascararse” constantemente y le está pidiendo a los estadounidenses que lleven la cara cubierta en público durante los próximos 100 días.
Mask up, folks.
— Joe Biden (@JoeBiden) January 2, 2021
Problemas más importantes de los que preocuparse
Sin embargo, las cosas se complicaron rápidamente.
El mismo día que Biden firmó su orden ejecutiva, él y su familia fueron vistos sin máscaras en el Lincoln Memorial, una clara violación de la orden que había firmado esa misma mañana.
Esto creó un momento incómodo para la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, a quien un periodista le preguntó por qué Biden y los miembros de su familia no llevaban máscaras en cumplimiento de la ley.
Why wasn't @JoeBiden wearing a mask last night after signing a mask mandate?
Press Secretary Jen Psaki: "He was celebrating an evening of a historic day…He was surrounded by his family…We have bigger issues to worry about."
Biden wants you to follow the rules that he won't. pic.twitter.com/P5xy0CireG
— John Cooper (@thejcoop) January 21, 2021
“Estaba celebrando una noche de un día histórico en nuestro país”, dijo Psaki, que también enumeró muchas de las medidas que la administración estaba tomando para frenar la propagación del virus.
El periodista insistió. Preguntó si Biden, que ha señalado repetidamente la importancia de que los funcionarios públicos den ejemplo, estaba enviando un mensaje equivocado a los estadounidenses.
“Creo que el poder de su ejemplo es también el mensaje que envían al firmar 25 órdenes ejecutivas, incluyendo casi la mitad de ellas relacionadas con el COVID-19”, dijo Psaki. “Creo que tenemos asuntos más importantes de los que preocuparnos”.
Máscaras y partidismo
La excusa de Psaki fue lamentable, sobre todo la última frase, que sospecho desearía poder retirarla.
Pero en su defensa, no había una buena forma de responder a la pregunta (más allá de desviarse o de reconocer honestamente el error). Puede que Psaki tuviera razón en que Biden estaba “celebrando”, pero la orden que firmó no hace ninguna excepción para las celebraciones. También puede tener razón en que “tenemos asuntos más importantes de los que preocuparnos” que las máscaras. De hecho, creo que los tiene.
Las máscaras se han convertido en una distracción partidista, y tóxica. Las personas razonables pueden debatir su eficacia para reducir la propagación del coronavirus —algunas pruebas sugieren que pueden ayudar, otras pruebas sugieren que no—, pero lo que está claro es que las máscaras se han convertido en símbolos.
Para algunos, las máscaras se considera una herramienta para avergonzar a los demás, moldear la conciencia y forzar la conformidad. Para otros, las máscaras se consideran un símbolo de rectitud, una demostración de moralidad y desinterés. Si duda de que las máscaras se han convertido en una cuestión moral —y en un dispositivo para señalar virtud y avergonzar a los demás—, considere algunos videos como los siguientes. (Así como estos vídeos, que no incluimos por tener profanidad).
Yes. I wore a mask while running earlier. pic.twitter.com/KMQf6pkf3V
— Bill Hanage (@BillHanage) January 15, 2021
Hay muchas cosas que los individuos pueden hacer para mitigar la propagación del COVID-19. Al principio de la pandemia, oímos hablar mucho de lavarse las manos, evitar tocarse la cara y desinfectar las superficies a diario. Ya no oímos hablar mucho de estas cosas, aunque los centros de salud hacen hincapié en ellas como medidas importantes para reducir las posibilidades de infección.
Esencialmente, las máscaras desataron el tribalismo y la división (tanto política como ideológica) que acechan a los Estados Unidos. Los estudios demuestran que se puede saber con un alto grado de certeza si alguien es partidario de Trump o de Biden basándose en sus hábitos en el uso de mascarillas.
Considere la falta de protesta por el hecho de que Biden violó su propio mandato de máscara horas después de firmarlo. Las acciones de Biden no lo convierten en una mala persona, por supuesto, a pesar de lo que muchos en las redes sociales quieran hacernos creer.
Esto, sin embargo, pone a Biden en el mismo terreno con los numerosos otros que hemos visto que se burlan de las reglas que promulgan para otros durante esta pandemia. Esto ha sido una fuente de frustración para muchas personas a lo largo de la pandemia, y esa frustración parece ir en aumento.
“Quiero decir que han puesto estas reglas… y ni siquiera están siguiendo sus propias reglas”, observó recientemente el quarterback de los Packers de Green Bay, Aaron Rodgers, en una aparición en el “The Pat McAfee Show” tras una donación de 500.000 dólares que hizo al Barstool Fund. “¿A cuánta gente han pillado?”.
Rodgers no es una persona conocida por hablar en voz alta sobre asuntos controversiales.
Poder y desigualdad
La hipocresía y el trato desigual importan.
La expansión del gobierno tiende a producirse bajo un supuesto básico: que dará lugar a una mayor igualdad. Sin embargo, esta suposición es errada. La expansión del Estado no elimina la desigualdad. De hecho, a menudo la exacerba.
Aunque los políticos prometen una utopía igualitaria, la realidad es que la jerarquía, el ascenso social y la disparidad de la riqueza existirán en cualquier sistema político. Pero mientras que un mercado libre premia la competencia y a los que crean valor, un sistema dominado por el Estado siempre premiará a los que están cerca del poder.
Puede que la Unión Soviética se basara en la idea de la igualdad, pero la mayoría de la gente no tenía un Rolls Royce, un Mercedes, un Cadillac, un Lincoln Continental, un Monte Carlo, un Matra o un Lancia Beta.
Leonid Brezhnev, Secretario General del Partido Comunista Soviético y presidente de la URSS, sí los tenía.
Todo esto es para decir que Jen Psaki tiene razón. Tenemos problemas mucho más importantes que si Joe Biden se pone la mascarilla todo el día.
Pero uno de esos problemas es el hecho de que los políticos se sienten cada vez más con la capacidad para darle órdenes a otros mientras ellos mismos ignoran esas órdenes.
Jon Miltimore es editor general de la FEE