El futuro de la Asamblea Nacional venezolana se presenta como una interrogante. A pesar de los discursos, repetidos hasta el cansancio, que buscan convencer a los incautos sobre la “continuidad administrativa”, la realidad es que el tiempo se agota para el parlamento, enfrentado a estas horas a un posible escenario de legitimación cuestionada.
Con la elección del 6 de diciembre de los nuevos diputados chavistas, en unos comicios írritos cuyos resultados no son reconocidos por gran parte de la comunidad internacional, el Poder Legislativo venezolano queda a la deriva. Incluso hay quienes consideran que la pérdida de legitimidad se arrastra desde la administración vigente.
Acá no se habla solamente de lo que dicta la Constitución, sino que se examina más allá, sobre todo cuando se ahonda sobre el estatus que tendrá a partir de enero la Asamblea Nacional actual. Allí hay varios resultados posibles, Entre los más sonados se encuentran la finalización del periodo parlamentario y la depuración del liderazgo opositor.
Esto no es una opinión aislada, sino un hecho público y notorio. La ciudadanía, cada vez más agotada de consultas y elecciones, lo pone de manifiesto. Es por ello que una toma de la Asamblea Nacional por parte de los personeros del régimen de Maduro así sea a la fuerza también luce como posible. Fundamentalmente, porque las pocas acciones del Parlamento actual le llevaron en cierta manera a carecer de esa legitimidad que tanto busca para después del 5 de enero.
El analista político Víctor Maldonado así lo afirmó a PanAm Post, y asimismo ahondó sobre un panorama que abarca no solo al Poder Legislativo, sino también a la vocería opositora, concluyendo que “la Asamblea Nacional está condenada a su disolvencia. Ellos (los diputados actuales) son tan ilegítimos como los de la AN chavista, porque desde el punto de la legitimidad del ejercicio no tienen ningún resultado que presentar”.
Y es que la actuación de la Asamblea Nacional estuvo marcada por desatinos. Dicho sea de paso, desatinos que tienen un costo bastante alto, aun alejado de lo pecuniario. En este caso, la factura de la ciudadanía a sus líderes pasó por lo electoral. Ello quedó claro con el resultado de la consulta popular impulsada por el Gobierno interino, cuyo primer boletín escrutado reflejó 68,78% de abstención, lo que algunos traducirían como una muestra de apatía.
Por ejemplo, según el referido boletín, que refleja un 87,44 % de los votos escrutados, se habla de 6.466.791 de venezolanos que habrían participado en este evento. Si tenemos en cuenta que actualmente el Registro Electoral Permanente cuenta con 20.710.421 de electores, el número se traduce en apenas un 31,22 % de participación, en una votación extendida por casi una semana.
Los daños del caudillismo
Con estas cifras podría interpretarse otra verdad en la palestra: el desgaste de la dirigencia opositora. Este factor es letal a la hora de levantar la voz contra un régimen autoritario, conocido por el uso exacerbado de la fuerza y que hoy se encuentra más atornillado en el poder que al inicio de la travesía, con el interinato.
Para contrarrestar esta situación propuso Maldonado: “Los ciudadanos tienen que romper con esta oposición y construir otra referencia política. Esta dirigencia está vencida y se pervirtió hace tiempo. Ahora forma parte del ‘narcosistema’ criminal sobre el que está montado el régimen. Es la oposición útil al régimen. Con esta oposición no hay salida tutelada por Henrique Capriles, Leopoldo López, Juan Guaidó o esta AN. Ninguno de ellos, ni todos ellos sumados, tiene peso o atractivo político como para conducir una ruptura con este régimen”.
Atendiendo a estas declaraciones, la ruptura psicopolítica con la oposición aparece como una medida perentoria. En la opinión del analista es también necesario acabar con la “narrativa tóxica” que ha guiado a la ciudadanía por estos caminos de esperanza y que solo han sido potes de humo.
Ahora, la pregunta que surge inmediatamente es: ¿Qué llevó a la oposición a desgastarse tanto al punto de tener que usar una suerte de termómetro electoral para legitimar sus funciones?
Maldonado esbozó varias teorías. En primer lugar, manifestó lo que ha sido un secreto a voces pero que muchos niegan en pro de mantener aglutinada y monolítica a una dirigencia hoy endeble, rasgada por discursos que la fracturan desde la médula: el caudillismo de sus líderes.
Al hablar de este escenario el primer dirigente que aparece sobre la mesa no es otro que Leopoldo López, quien se ha encargado recientemente de desmontar el discurso del Gobierno interino y habla con desparpajo sobre una transición que permita gobernar también al chavismo. En ese sentido, dijo: “la oposición es un conglomerado de caudillos a los que, sin importar si les sigue la gente, intenta imponer su agenda sin consultar a los ciudadanos”.
“La personalidad de Leopoldo López está signada por la prepotencia y la incapacidad de ser empático. Esto deja como saldo el fracaso absoluto del interinato. Se sabe que el hombre fuerte del interinato es Leopoldo, quien designó a Guaidó, que no tuvo los arrestos como para ser presidente de todos venezolanos, sino que se conformó para ser una ficha de Voluntad Popular”. Tal es la primera lectura que propone el analista sobre las declaraciones de López.
Y como resalta a continuación, no escuchar ciertos reclamos de la ciudadanía puede jugar en contra de la coalición opositora. No es una mera conjetura: ello se evidencia en hechos como la consulta popular, donde la respuesta, por demás apática, quedó en estos días en evidencia.
Esto fue un proceso comicial con vías inéditas de votación. Un evento que involucró a los venezolanos en el extranjero, cuya suma se halla cerca de los cinco millones de exiliados, y aún así dejó una participación menos que tibia.
La razón esencial, entre otras que aduce Maldonado, es que “la consulta es un intento de la élite política para lograr la extensión de manera indefinida a quienes quieran negociar con el régimen (…) Tampoco es un ejercicio de la soberanía popular, porque si no tuviese que haber un escrutinio abierto con la veeduría de quienes no están de acuerdo con que ese proceso se haya dado. Por lo tanto no es vinculante y es una pérdida de tiempo”.
La vocería de la coalición opositora puede querer ocultarlo, pero esta tibia retroalimentación de carácter electoral registrada en días pasados, la coloca cada vez más cerca de entregar la trinchera legislativa y lapida nuevamente el nombre de sus líderes, empezando por el grupo denominado G4, principal base política donde reposan la fuerza y el reconocimiento del presidente interino Juan Guaidó.