El régimen de Nicolás Maduro anunció recientemente la supuesta captura de un “espía estadounidense” que merodeaba las refinerías Amuay y Cardón, ubicadas en el estado Falcón. El chiste se cuenta solo. En un país con una marcada escasez de combustible y una industria petrolera paralizada por pésimas gestiones, culpar al gobierno de Estados Unidos de sabotaje es la mejor solución de la tiranía venezolana, ante una crisis que se agrava cada día.
Venezuela actualmente vive una de las épocas más sombrías en su historia. Aunque es conocido en el mundo por ser un país rico en reservas petroleras, de ese discurso tantas veces proclamado de manera histriónica, hoy en día quedan solo vestigios. Trozos remendados de unas afirmaciones que al final del día no compaginan con la realidad que se vive en sus calles desde hace varias semanas: no hay gasolina.
Y ante la escasez de combustible, la población venezolana se mueve hoy entre alfileres y cuchillos. Por un lado, una creciente ola de contagios producto de la pandemia de la COVID-19 que tiene a la ciudadanía cercada ante la precariedad de su sistema sanitario. Por otra parte, un país forzado a quedarse estancado, sin moverse. Sin transporte y por consecuencia se acerca más a un colapso, por falta de circulación en su economía.
Un escenario que alborota quejas divididas en dos vertientes: los primeros, más viscerales, son de aquellas personas que eligen culpar al gobierno de Estados Unidos y la confiscación reciente a cuatro buques iraníes con 1.1 millones de barriles de combustible que iban con destino a Venezuela, como parte de las sanciones impuestas hacia el régimen de Nicolás Maduro. De ese tipo hay miles y tienen argumentos de conspiraciones huecas para defender lo indefendible, es decir, la ineptitud del régimen en su modo de abordar la cuestión petrolera.
Sin embargo, existe una población que no olvida. Ellos recuerdan cuando un déspota Hugo Chávez despidió a más de 18 000 trabajadores de Pdvsa. Ellos también rememoran con cierta repulsión la gestión de Rafael Ramírez en la que tuvo lugar la explosión de la refinería Amuay que cobró la vida de decenas de personas, cuyas investigaciones fueron viciadas y quedaron congeladas.
Gran parte de la ciudadanía, a medida que pasa el tiempo esperando surtir sus tanques, recuerdan de a poco mientras el calor del asfalto les cuece los pies al estar parados afuera de sus autos – en las kilométricas colas que deben hacer para conseguir gasolina – cómo se registraron incidentes de naturaleza parecida en la refinería El Palito ese mismo año, cómo se perdieron licitaciones, se dañaron las estructuras… en fin, cómo se destruyó una de las industrias más sólidas del mercado que daba de comer a todo un país. Hoy esas artimañas pasan factura.
Testimonios que duelen
Ante la censura presente en la mayoría de los medios de comunicación venezolanos, las redes sociales se han convertido en un hervidero de quejas, sollozos, peticiones y videos clamando ayuda, para surtir en primer lugar a las ambulancias o también para tener el recurso y poder ayudar a otros.
Desde hace varias semanas, las preguntas que se repiten casi de manera autómata en las redes son las mismas: “¿En qué estación hay gasolina?, ¿si voy hoy quedan números para mañana?, ¿hasta donde llega la cola?” y otros señalamientos al régimen, que siempre aparecerán.
Los testimonios en hilos, en 160 caracteres o quizás menos, todos ellos hieren de la misma forma. Las imágenes son cada vez más deplorables. La sensibilidad por el pesar del otro a veces se ve casi extinta en los clips que se propagan, todo por la necesidad de supervivencia de quien tenga más tácticas para conseguir el combustible y salir de la calamidad.
Esta situación se ha visto recrudecida por otros hechos que han avivado la desesperación en la población venezolana, como lo fue el desborde del río El Limón ubicado en el estado Aragua, una situación que generó pánico entre los habitantes de los alrededores, quienes pedían ayuda, ante la magnitud del desastre que arrastró gran cantidad de enseres a su paso.
Los planes de cada bando para solucionar la escasez de gasolina
Ante la situación de decadencia en el país, las facciones del chavismo y la coalición opositora llegaron con una propuesta cada una para el venezolano – esta vez más escéptico – como un modo de paliar la crisis.
En primer lugar, el presidente interino, Juan Guaidó, emitió un clip de video desde su cuenta en Twitter, donde se muestra los pasos para salir ‘en un plazo de 15 días’ de la escasez de gasolina. Sin embargo, este objetivo solo se logra con la implementación del llamado «Gobierno de Emergencia Nacional», una vez que haya caído la dictadura venezolana. Es allí —en el derrocamiento del régimen de Nicolás Maduro— donde se llega a un punto muerto.
El gobierno interino ha urdido tácticas como «hojas de ruta», un «pacto unitario» contra el fraude electoral, al igual que anuncios sobre el aumento de la presión internacional, para debilitar a la tiranía chavista. El resultado sigue siendo el mismo: Nicolás Maduro sigue aferrado al poder.
Por otra parte, el régimen de Nicolás Maduro habla de un supuesto plan de racionamiento. Son pocos quienes dan crédito a estas palabras. La verdad es que tras la estatización de Pdvsa, los accidentes industriales, igual que ecológicos han crecido de un modo frecuente a lo largo de los años. Las demandas a la estatal venezolana y la paralización de las plantas son titulares de primera página al menos una vez por semana, esto asegura un fracaso a la nueva propuesta que pretendan implementar.
Hace varios días la agencia Reuters informó que tres buques petroleros iraníes habían apagado sus radares para iniciar una ruta bordeando África en dirección a Venezuela sin ser detectados por dispositivos de rastreo especializado. Estas embarcaciones ya habían traído en mayo un primer cargamento de combustible que no fue bloqueado por Estados Unidos.
No obstante, habrá que ver si el Gobierno de Estados Unidos permite la llegada de estos tanqueros a tierras caribeñas o arreciará las sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro, a través de una nueva confiscación, que asfixie aún más a la dictadura o también que la propia impaciencia de la ciudadanía venezolana termine de dinamitarla.