Esta es una verdad inocultable que debe saber el mundo entero: a pesar de las manipulaciones propagandísticas del régimen usurpador de Nicolás Maduro que controla absolutamente los medios de comunicación públicos, y censura y reprime a los privados, y pese a otras maniobras realiza para apropiarse del tema, la llegada a Caracas, el pasado de 16 de abril, del primer cargamento de ayuda humanitaria facilitada por el comité internacional de la Cruz Roja, con suministros médicos, plantas eléctricas y medicinas que servirán para paliar en algo la enorme crisis humanitaria que vive el país –calificada por los expertos como una “emergencia humanitaria compleja”–, ha sido producto de la lucha valiente y tenaz que desde hace años emprenden las fuerzas democráticas venezolanas.
Y en estas fuerzas debemos incluir, por una parte, al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, y a los diputados de la Asamblea Nacional – en particular los que conforman la Comisión Especial de Seguimiento de la Ayuda Humanitaria, presidida por el diputado Miguel Pizarro- quienes desde comienzos de año denunciaron ante el mundo entero la descomunal y crítica situación de penuria y escasez en materia de salud y alimentación a la que el régimen de Maduro viene sometiendo a la población venezolana, y se comprometieron con que “sí o sí” la ayuda humanitaria entraría en nuestro país.
Guaidó y los diputados de la AN han logrado muchos avances en muy poco tiempo: el apoyo de Estados Unidos, la Agencia Sueca de Cooperación y Desarrollo Internacional, Canadá, Alemania, la Unión Europea, Reino Unido, Italia, Países Bajos, Argentina, España, Chile, Honduras y Guatemala, la entrega de parte de la ayuda humanitaria que ha logrado entrar al país -entre las cuales se encuentran las 20 toneladas de ayuda que fueron entregados recientemente al pueblo pemón- y que ha beneficiado a más de 70 000 personas; la instalación de tres centros de acopio, en Colombia, Brasil y Países Bajos, en los que se ha almacenado las ayudas recibidas de distintos países; y hasta el reconocimiento de la ONU y de la Cruz Roja de la emergencia humanitaria que padece Venezuela.
Pero, por otro lado, también debe incluirse en este logro a un conglomerado de venezolanos -médicos, pacientes, ONG, iglesia, voluntarios, políticos y dirigentes sociales- que al menos desde el 2015 vienen desplegando un trabajo descomunal dirigido a paliar, denunciar y pedir ayuda por la grave situación reinante. Como bien ha señalado Feliciano Reyna, fundador de Acción Solidaria, una de las organizaciones que ha liderado la lucha para abrir las puertas de la ayuda humanitaria: “más de cinco años tenemos solicitando y exigiendo al estado venezolano la ayuda humanitaria, visibilizando la dura crisis y denunciando las muertes prevenibles desde las ong que trabajamos por el respeto a la salud y a la vida”.
En efecto, sin esa lucha y presión conjunta e incansable de las fuerzas democráticas, hubiese sido imposible que se creara la coalición internacional de ayuda que ahora existe en torno al tema, en que numerosos gobiernos y organismos multilaterales -entre ellos la Cruz Roja, el Programa Mundial de Alimentación, Unicef, OCHA- nos están dando el apoyo y el acompañamiento necesario, al menos para contener y aminorar este desastre creado por el propio régimen capitaneado primero por Hugo Chávez y ahora por Nicolás Maduro, es decir, por una dictadura militar corrupta, vendida a intereses extranjeros, que se ha llenado los bolsillos a costas de los venezolanos, que ha prácticamente condenado a muerte a todo nuestro país.
Decimos que esta ayuda al menos sirve para contener y aminorar el desastre porque, es de subrayar, ella solo constituye un paliativo para salvar vidas en lo inmediato pero para nada representa la solución a la terrible y compleja emergencia humanitaria que vive Venezuela. La única solución a esta y otras tragedias que vivimos -incluido el desarrollo y la seguridad de todo el continente americano- es la salida del régimen usurpador del poder, y un cambio profundo e integral de todo el Estado y la sociedad venezolana. Solo así podremos recuperar y construir un sistema de salud público de calidad.
De modo que es de agradecer a la Cruz Roja y otros organismos multilaterales por haber oído finalmente los ruegos de la oposición venezolana y por los esfuerzos que ahora emprenden, al tiempo que esperamos que puedan ampliar su cobertura de ayuda y acción siempre bajo los principios humanitarios que hemos acordado en numerosas reuniones previas: los principios de neutralidad, imparcialidad e independencia. Porque no se puede permitir ningún tipo de intervención o manipulación por parte de los usurpadores. Es intolerable que la ayuda a los venezolanos se realice previa presentación del ominoso carnet de la patria, instituido por la dictadura, ni de ningún otro instrumento de control social ideado por el régimen castrista de Cuba para sojuzgar a la necesitada población venezolana, como los conocidos CLAP.
Menos mal que nuestra incansable sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, iglesias y voluntarios) también se han comprometido en este nuevo intento de ingreso de la ayuda humanitaria. Ellas vienen cumpliendo un papel fundamental como recipientes y distribuidoras de la ayuda otorgada por numerosos países e instituciones al gobierno encargado del presidente Guaidó y han garantizado que las entregas que se les han encomendado hayan sido recibidas por la población necesitada del país, sin interferencia política. Esta es una tarea que les confió la Comisión Especial de Seguimiento de la Ayuda Humanitaria de la Asamblea Nacional legítima y que han sabido cumplir muy bien.
Por lo pronto, para el próximo 8 de mayo se espera un nuevo cargamento de ayuda humanitaria a través de la Cruz Roja, que asistirá a millones de venezolanos y continuará paliando la crisis que desde tantos años negó y rechazó no solo el régimen madurista -al punto que el pasado 23 de febrero desplegó todo un operativo para obstaculizar la entrega de ayuda que entraría por la vecina ciudad colombiana de Cúcuta- sino también, lamentablemente, muchos de la comunidad internacional.
Gracias a Dios que ahora no solamente el usurpador Maduro ha tenido que reconocer a regañadientes el problema y aceptar la entrada de esta ayuda humanitaria al menos a través de la Cruz Roja. Aunque en forma tardía, también las Naciones Unidas debieron admitir que alrededor de 7 millones de venezolanos están sumidos en esta emergencia que requiere de la urgente asistencia internacional. Una cifra que representa, nada menos, que el 25 % de la población del país.
De igual modo, es de agradecer a aquellos gobiernos y actores internacionales que sí han reconocido más tempranamente la terrible crisis de todo orden que vive Venezuela y que vienen acompañando al presidente encargado Guaidó y su equipo en lo que es su prioridad desde comienzos de este 2019: el ingreso de la ayuda y la apertura de un canal humanitario para Venezuela. En particular, hay que agradecer a los Estados Unidos y a los gobiernos que conforman el Grupo de Lima que, durante su más reciente reunión en Santiago de Chile, el pasado 15 de abril, hizo énfasis, una vez más, en la importancia y celeridad que debe dársele a la ayuda humanitaria para los venezolanos.
Esta vez el Grupo de Lima dio un paso más allá al exhortar al Secretario General, a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad de la ONU “a tomar acciones para evitar el progresivo deterioro de la paz y la seguridad y brindar urgente asistencia humanitaria a la población”. En el comunicado final de la reunión se argumentó muy atinadamente que la comunidad de naciones debe moverse porque también son la paz y la seguridad internacional las que están amenazadas por la permanencia del régimen dictatorial y arbitrario del dictador Maduro que está subordinado a los más oscuros intereses extranjeros.
En fin, además de quedar expuesto en sus contradicciones, manipulaciones y mentiras que cada día son más ignoradas dentro y fuera del país, con la llegada de este primer cargamento de ayuda ingresado a través de la Cruz Roja el régimen usurpador ha sido puesto una vez más contra la pared. De ahora en adelante la presión internacional para la apertura de un canal humanitario, como ha solicitado el presidente Guaidó, será más fuerte, así como el cerco para que desaloje el Palacio de Miraflores de una vez por todas.