EnglishA pesar de que la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con las actas en mano sabe que ganó entre 113 y 115 diputados —es decir, una mayoría súper calificada—, en las históricas elecciones parlamentarias en Venezuela de este domingo 6 de diciembre, el Consejo Nacional Electoral (CNE) sólo presentó en la madrugada del 7 de diciembre unos resultados parciales, los cuales indicaron que la oposición logró hasta el momento 99 diputados y el partido oficialista PSUV 46, faltando 22 diputados aún por adjudicar.
Esta presentación parcial y tardía de resultados fue, sin duda, exigencia del Gobierno de Nicolás Maduro al ente electoral, y evidencia su temor a presentar de manera inmediata a sus seguidores el tamaño de su derrota, que fue inmensa. El Gobierno necesitaba la mejor forma de presentar un fracaso tan costoso para su gobernabilidad y futuro político.
Pero, sea mañana, pasado o dentro de una semana, el régimen no podrá ocultar la victoria contundente e inobjetable que obtuvo la Unidad Democrática, quizá por encima de sus propias expectativas. Un triunfo que superó los inmensos obstáculos que le fueron puestos, no solo por parte del arbitrario gobierno de Maduro, sino por el propio CNE que impuso numerosas trabas e impidió que varios ciudadanos —como María Corina Machado, Daniel Ceballos y Richard Mardo, entre otros— pudieran inscribirse en esta contienda.
Más allá de las cifras definitivas, se hace necesario hacer un balance de la forma cómo se desarrolló este proceso de elecciones que mantuvo en vilo no solo a Venezuela entera, sino a buena parte de los países de América Latina, conscientes cómo ya están de la deriva dictatorial del Gobierno madurista y de la importancia que tiene para la región lo que suceda en Venezuela de aquí en adelante.
Entre los aspectos positivos de la jornada, estuvo la altísima participación popular, que las cifras del CNE situaron en un histórico 74%; lo que es inusual para unos comicios que no son presidenciales y, por lo tanto, no llaman tanto la atención del electorado. Es de recordar que en las elecciones parlamentarias de la actual Asamblea Nacional, electa en 2010, la participación alcanzó el 66%, mientras en 2005, cuando la oposición venezolana cometió el error de no participar y le entregó el Parlamento al Gobierno creyendo que con ello deslegitimaría al presidente Chávez, la participación fue de 25%, con una abstención de 74%.
Esta participación demuestra que, como lo venían asegurando la mayoría de las encuestas de opinión pública, la gran mayoría de la población venezolana —incluso una buena parte de los seguidores del chavismo— está harta de la situación que vive, perdió el miedo a las amenazas y agresiones del castrochavismo, y quiere un cambio de timón: sea, para algunos, de Gobierno, o sea, para otros, de gestión. De allí que se impusiera masivamente el voto castigo contra el madurismo.
Además, fue muy positivo que esa participación sin precedentes se diera en forma pacífica, lo que evidencia que los venezolanos no quieren cualquier cambio, sino uno que sea democrático, cívico, y en paz. De hecho, en las varias oportunidades que durante el proceso de votación los electores manifestaron su descontento y repudio contra algunas personalidades fundamentales del régimen —tales como los gobernadores José Gregorio Vielma Mora del estado Táchira, Adam Chávez de Barinas, Francisco Rangel de Bolívar, y Luis Acuña de Sucre—, lo hicieron sólo con cantos, abucheos y pitazos. Sin nada de agresiones, como sí fue patente entre varios grupos chavistas.
¿cómo actuará el Gobierno una vez se sepan los resultados que le darán a la oposición dos terceras partes de la Asamblea Nacional?
Los aspectos negativos de la jornada del 6 de diciembre fueron protagonizados, como siempre, por el Gobierno y el ente electoral, supuestamente independiente e imparcial. Es de destacar especialmente la forma descarada como el Gobierno ejerció todo su poder en contra de las posibilidades de acceso de los partidos y grupos opositores a los medios de comunicación social.
La oposición tuvo que recurrir a los seis expresidentes latinoamericanos que invitó para que los acompañaran en el proceso, así como a los corresponsales extranjeros asistentes y a los medios de comunicación alternativos y redes sociales, para hacer las denuncias de las numerosas incidencias que se presentaron durante el día de votación, en particular la gran cantidad de votos nulos.
El CNE, por su parte, puso de manifiesto su falta de imparcialidad y de cordura especialmente en dos oportunidades. Primero, al suspender las credenciales de los exmandatarios latinoamericanos que asistieron como acompañantes internacionales de la MUD, precisamente por hacerse eco de las denuncias opositoras.
La presidenta del poder electoral aseguró que los exmandatarios emitieron declaraciones no acordes con el criterio de neutralidad que el órgano comicial venezolano exigía de los actores políticos, exceptuando, claro está, al Gobierno y su partido, el PSUV. El hasta ahora presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, pidió incluso que los expresidentes fueran expulsados del país.
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En segundo término, el CNE cometió de nuevo el acto ilegal, violatorio de la Constitución Nacional, de decretar una prórroga general del proceso (es decir, de todas las mesas de votación) hasta las 7 de la noche, cuando la ley prevé que deben cerrarse a las 6 p.m. y que sólo debe haber prórrogas en los centros electorales donde haya electores esperando por votar. Como en otras ocasiones, el CNE cómplice del Gobierno, estableció ese alargamiento para que el partido oficialista tuviera más tiempo de mover su maquinaria de búsqueda y captación de votantes de última hora, lo cual no logró.
Ahora bien, ¿cómo actuará el Gobierno una vez se hagan públicos los resultados definitivos que seguramente le darán a la oposición una mayoría calificada de dos terceras partes de la Asamblea Nacional, lo cual le permitirá entre otras muchas atribuciones, remover a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y tener la iniciativa de una Asamblea Constituyente?
Es de prever que, como siempre, emprenderá uno y mil caminos para tratar de impedir que esta mayoría contundente dentro de la Asamblea Nacional pueda ejercer sus funciones y tratar de corregir el mal camino que transita Venezuela en los casi 17 años de Socialismo del Siglo XXI.