EnglishLa serie de dobles mensajes y contradicciones en la conducta del gobierno de Nicolás Maduro hacia el gobierno estadounidense de Barack Obama, hacen razonablemente dudar de las verdaderas intenciones venezolanas sobre sus declaraciones públicas, de mantener relaciones diplomáticas y políticas normales y plenas, con ese país.
También se podría decir lo mismo del régimen cubano de los hermanos Castro, que mientras negocia con Estados Unidos, reprimen más aún a sus oponentes. Pero al menos a los castro “no se les ven tanto las costuras”, como se dice coloquialmente. Al menos ellos hacen un mejor uso de la diplomacia y por tanto, sus mensajes y conductas contradictorias sobre la normalización de relaciones con Estados Unidos son mucho menos perceptibles al público, a los ojos no diestros en materia de manipulación política.
La más reciente contradicción del Gobierno de Maduro ha sido su negativa a recibir al republicano Bob Corker, presidente del comité de Asuntos Exteriores del Senado estadounidense, la semana pasada, justo en un momento en que había manifestado públicamente que sí quiere negociar.
Según fuentes citadas por el diario Nuevo Herald de Miami, Maduro no solo dejó esperando por horas al senador norteamericano, antes de avisarle finalmente que no se reuniría con él. Desde días antes ya había aceptado acudir al encuentro “como resultado de una serie de esfuerzos diplomáticos y de cabildeo emprendidos por Caracas para tratar de mejorar las relaciones con Washington”. De paso, lo hizo atender por el cuestionado presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, quien supuestamente es investigado por el gobierno estadounidense, por sus vínculos con el narcotráfico.
El hecho de que el gobierno estadounidense haya enviado a Caracas al senador republicano, quien es reconocido como uno de los funcionarios más respetados e influyentes en la política exterior de Estados Unidos, pone de manifiesto la seriedad y prioridad que le ha otorgado el propio presidente Obama al objetivo de normalizar relaciones con Venezuela.
La negativa de atenderlo a último momento, después de un intenso proceso de cabildeo, equivale a un desplante diplomático serio
En cambio, la negativa de atenderlo a último momento, después de un intenso proceso de cabildeo, equivale a un desplante diplomático serio y evidencia con claridad que Nicolás Maduro no está realmente interesado en normalizar las relaciones con Estados Unidos. Todo eso a pesar de que en los últimos meses contrató a empresas de relaciones públicas estadounidenses, en un intento por cambiar la creciente percepción de que, bajo su Gobierno, Venezuela se ha convertido en un régimen narcoterrorista y dictatorial.
El episodio no solo demuestra –como han señalado algunos analistas – que el gobierno madurista cometió un error. También desaprovechó una gran ocasión, porque supuestamente un día antes se filtró a la prensa la visita del senador. El problema va más allá.
Es simplemente que ese Gobierno no quiere una relación seria con “el Imperio”, que no puede dejar de tener una política antiimperialista, y menos en los meses de campaña previos a las elecciones legislativas del próximo 6 de diciembre. Cualquier “revolución” que se respete, no puede hacerse amiga de su principal enemigo político.
Si lo hace, se debilita el discurso nacionalista bajo el cual se sustenta, y con ello termina de perder el ya mermado apoyo popular. Lo único que realmente quiere el madurismo es manipular esa posibilidad de normalización bilateral, según su conveniencia política y económica. Lo mismo que hace el régimen cubano, pero de mejor forma diplomática, aunque la administración Obama aspire lo contrario.
No es casualidad que luego de ese desplante al senador estadounidense, Nicolás Maduro ha asegurado —incluso en sesión especial realizada en la Asamblea Nacional—, que “hay factores políticos y económicos implicados en el problema fronterizo” que en la actualidad mantiene con la vecina Guyana. Y esos factores son, en su opinión, la empresa Exxon Mobil y el mismo Pentágono, porque se trata de un “plan del imperio”.
En su discurso, Maduro llegó a asegurar, sin pruebas, que la trasnacional petrolera tuvo que ver con la postulación de David Granger, el nuevo presidente de Guyana, para promover sus intereses y los del Gobierno estadounidense.
Ahora bien, el desplante no impidió que el Senador cumpliera su misión de constatar y evaluar directamente la grave crisis por la que atraviesa el país, así como el verdadero talante dictatorial del Gobierno de Maduro, que pudo contrastar con el democrático de la oposición venezolana. Este viaje se transformó en una buena oportunidad para las fuerzas opositoras. La aprovecharon más que a la visita realizada por el enviado especial del Departamento de Estado, Thomas Shannon.