EnglishImposible saber si la decisión de Nicolás Maduro de no viajar a Italia por “razones médicas” y, en consecuencia, no realizar la entrevista que tenía prevista con el papa Francisco, así como no recibir en persona el reconocimiento que la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que le hiciera a Venezuela por sus supuestos “logros en la erradicación del hambre”, se debió —como han sostenido algunos políticos y periodistas—, a la incomodidad que le representaría una probable exigencia del Sumo Pontífice por la liberación de los presos políticos venezolanos, o a la también incómoda visita al país del exjefe del Gobierno español, Felipe González, quien insistió en hacerlo a pesar de que había sido declarado Persona Non Grata por el Gobierno venezolano.
Para algunos no fue casual que el mandatario cancelara su visita al Vaticano el mismo día en que la oposición venezolana comenzó una vigilia en varias ciudades del país para pedir al papa Francisco que en el encuentro con Maduro intercediera por la crisis venezolana, y a apenas un día de la llegada de Felipe González al país.
Quedándose en Venezuela, aunque supuestamente en cama, Nicolás Maduro intentó infructuosamente boicotear la visita de González; emprendió una campaña en su contra por su supuesta intervención en los asuntos internos del país y logró que el exgobernante español abandonara al país antes de lo previsto y sin poder ver a Leopoldo López y Daniel Ceballos, los presos en huelga de hambre. Sí pudo entrevistarse con el alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, quien está bajo arresto domiciliario, pero no recibió la autorización para asistir como público a su juicio, que finalmente fue suspendido.
En realidad, pueden o no haber sido esas las razones, si es que no fue otra o que realmente Maduro sufría una gripe y otitis fuertes. En un régimen que cada día se cierra y radicaliza más, nunca se saben a ciencia cierta las verdaderas causas de las decisiones y conductas presidenciales.
No es absurdo pensar que el mandatario profundizará su deriva radical hasta dejar incluso fallecer a los huelguistas
Pero lo que sí queda claro es que Nicolás Maduro se aísla más del mundo democrático luego de haber tratado a Felipe González de la manera en que lo hizo sin ni siquiera permitirle visitar a los presos en huelga de hambre, y tras suspender su viaje al Vaticano y en consecuencia desechar por los momentos una ayuda o intermediación de una figura internacional tan significativa como lo es la del papa Francisco. Cabe destacar que se trata de una intermediación que no sólo ha sido solicitada por la oposición venezolana desde inicio de este año —el 26 de febrero numerosos dirigentes opositores se reunieron frente a la sede de la Nunciatura Apostólica para pedirla—, sino también por numerosas personalidades y organizaciones de la comunidad internacional.
Una de las más recientes peticiones fue la del Club de Roma, organización integrada por 107 exjefes de Estado y de Gobierno del mundo, quienes en una misiva pidieron al papa Francisco que “en su enérgica defensa de la dignidad humana, tiene que pedir al presidente venezolano Nicolás Maduro la liberación de los presos políticos”, así como “el respeto a los derechos de participación social, de libertad de prensa y expresión (…) la celebración de elecciones justas y transparentes”, entre otras.
Pero Maduro hace mutis ante cualquier solicitud y ni siquiera ha permitido que la Cruz Roja Internacional visite a los presos políticos en huelga de hambre, a los cuales se le han sumado otros no encarcelados. Según la oposición, “el total de los huelguistas ya suman 60 opositores, incluyendo a dos jóvenes que se instalaron frente al Vaticano”. Entretanto, insiste en lo que denomina su nueva Doctrina de Derechos Humanos, como le señaló en una entrevista ofrecida al portal ruso RT el pasado mayo, cuando aseguró que en Venezuela “se practica un nuevo sistema de derechos humanos, a partir de una libre participación política, del libre pensamiento con derecho a la cultura, la democracia y a los derechos sociales fundamentales”, añadiendo que “los venezolanos saben claramente de los derechos que disfrutan hoy, más allá de los derechos civiles o políticos”.
Por lo observado hasta ahora, no es absurdo pensar que el mandatario venezolano profundizará su deriva radical hasta el punto incluso de dejar fallecer a los huelguistas, como lo hizo Hugo Chávez con el productor agropecuario Franklin Brito en 2010. Ello indudablemente aumentaría las presiones nacionales e internacionales, las cuales lo pondrían ante la disyuntiva de ceder ante ellas o de cerrarse y aislarse aún más.
No sorprendería que hasta se negara a realizar —al menos este año—, las elecciones parlamentarias, como ya han señalado algunos opositores. El persistente silencio de parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) en el anuncio de la fecha de esos comicios es un buen indicio de esa posibilidad.
Se trataría de una arriesgada y costosa huida hacia adelante que lo encerraría definitivamente en su propio laberinto.