Como poco menos que inocua podría calificarse la misiva que el capitán Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela —sin duda el segundo funcionario más poderoso en términos políticos y económicos del régimen chavista—, publicó en las páginas del prestigioso periódico estadounidense The New York Times el pasado 18 de diciembre de 2014.
Se trata de un texto paradójico, publicado el mismo día que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hiciera el sorpresivo anuncio de reanudación de relaciones entre su país y Cuba, luego de 53 años de confrontaciones reales —recuérdese Bahía de Cochinos— y diplomáticas, y el llamado a su Congreso a levantar el embargo de comercio con la isla caribeña, calificado por el propio Obama de “fracaso” por los nulos resultados que ha producido durante el más de medio siglo de implantación.
Si la las palabras de Cabello cobran alguna significación es por el desfase que existe entre los argumentos esgrimidos por el compañero de Hugo Chávez en su fallido golpe de Estado contra la democracia venezolana en 1992, y el momento de su divulgación.
Mientras entre Estados Unidos y la isla se abre un período —si bien aún nada claro— hacia una normalización de relaciones, el poderoso capitán venezolano no hace otra cosa que quejarse respecto de las malas intenciones del “imperio” contra su supuesta indefensa nación suramericana.
Cabello se queja de las sanciones que Estados Unidos aplicará, no a la nación venezolana como país, sino a un grupo de funcionarios gubernamentales calificados por Estados Unidos como violadores de derechos humanos. Son los responsables de la brutal represión que ocasionó la muerte de más de 40 venezolanos, centenares de heridos y varios miles de detenidos, en su mayoría jóvenes estudiantes, a inicios del 2014 durante las protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro.
La dura prédica antiimperialista […] forma parte fundamental de cualquier revolución izquierdista. Sin ella, ¿cómo se sostienen y justifican las mal llamadas revoluciones?
Lo paradójico del asunto es que mientras Cuba se queda sin los argumentos que ha venido esgrimiendo para justificar sus penurias y la pésima calidad de vida de los cubanos a través del embargo comercial de Estados Unidos, el Gobierno venezolano ya ha comenzado a utilizar el anuncio de sanciones contra funcionarios chavistas como causa de las dificultades económicas que vive Venezuela, de su funesto desempeño y de la escasez de productos que sufren los venezolanos. Ello a pesar que en sus últimas intervenciones el presidente Nicolás Maduro ha suavizado en su retórica antiestadounidense.
Pero muchos integrantes del Gobierno y del oficialista Partido Socialista Unido (PSUV) continúan con la dura prédica antiimperialista, la cual forma parte fundamental de cualquier revolución izquierdista. Sin ella, ¿cómo se sostienen y justifican las mal llamadas revoluciones?
De allí, por ejemplo, las declaraciones del gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, al calificar como “descarada pretensión de intervencionismo” la decisión del Gobierno de EE.UU. de establecer sanciones contra funcionarios venezolanos. A través de un comunicado, el gobernador chavista aseguró que “en realidad lo que han hecho los señalados vilmente por ese Gobierno, es defender [el territorio venezolano] y a sus ciudadanos de la violación de derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida, al libre tránsito y a una sociedad libre de violencia, atentando además contra la democracia y un Gobierno legítima y legalmente constituido”.
En todo caso, llama la atención el tono llorón utilizado por Cabello en su carta, para referirse al desprecio de Washington cuando “hace algunos meses el señor Maduro extendió una rama de olivo a la administración de Obama al nombrar un embajador en Estados Unidos”. Todo esto, a pesar de que en la realidad las principales figuras del Gobierno venezolano no han cejado durante los últimos 15 años en sus diatribas y feroces críticas a todo cuanto provenga del país del norte, culpándolo de todos los males que aquejan no solo a Venezuela, sino a toda América Latina.
Lo que no menciona Cabello en su artículo es la hiperinflación que ya viene ocurriendo en Venezuela que, según una carta abierta de varios economistas, se agravará considerablemente en 2015, mermando cada vez más los ingresos de los venezolanos.
[El] Gobierno venezolano no ha cejado durante los últimos 15 años en sus diatribas y feroces críticas a todo cuanto provenga del país del norte
Cabello parece ignorar el nefasto control de cambios que lleva ya más de una década y que no ha hecho otra cosa que impedir que los empresarios venezolanos produzcan adecuadamente para satisfacer las necesidades de sus connacionales, además de engrosar las corruptas arcas de altos personeros gubernamentales.
Cabello omite mencionar la inseguridad ciudadana y la falta de oportunidades que ha producido la mayor fuga de talentos que ha tenido el país en toda su historia
Cabello calla ante la baja internacional de los precios del principal producto de exportación venezolano, el petróleo, que se encuentra con las reservas más bajas de los últimos años y sin un fondo que permita cubrir nuestras necesidades, como ocurre en la mayoría de los países productores.
Cabello no reconoce que Venezuela no destaca por sus logros económicos o en materia de innovación tecnológica, sino por ubicarse en el poco honroso podio de los países con más asesinatos del mundo.
No, nada de eso inquieta al presidente de la Asamblea Nacional. Lo perturban las sanciones a funcionarios venezolanos y que la administración Obama no atienda a las señales de tregua y pañuelito blanco enarbolado por Nicolás Maduro para mejorar sus relaciones con Estados Unidos sin cambiar sus posiciones antiimperialistas.
Editado por Adam Dubove y Elisa Vásquez