EnglishDesde el pasado mes de diciembre, Nicolás Maduro realizó diversos llamados convocando a un diálogo nacional e incluyendo en los mismos a la oposición política. Poco antes de las elecciones municipales del 8 de diciembre, afirmó: “Yo convoco el 9 de diciembre a un gran diálogo social, económico y político sobre el futuro de Venezuela a todos los alcaldes y alcaldesas que sean electos legítimamente y en paz”.
Todo diálogo nacional es bienvenido y deseable, más aun en un país tan polarizado y violento como la Venezuela actual, donde los ciudadanos chavistas y antichavistas necesitan reconocerse, respetarse y trabajar juntos para sacarlo delante de la ruina socioeconómica, política y moral en que se encuentra. Ello a pesar de que el gobierno sea de corte autoritario, militarista y neocomunista, de manifiesta vocación totalitaria. Los diálogos y pactos nacionales, sean amplios o limitados a ciertos aspectos, se han dado y han sido de gran importancia en países con regímenes dictatoriales de izquierda y derecha, civiles y militares.
Características de un diálogo fructífero
El problema no es el diálogo en sí mismo, sino cómo se lleva a cabo. Ante todo, el diálogo debe ser bien definido y sincero. Debe haber un respeto y reconocimiento mutuo entre las partes, discutiendo los problemas en términos igualitarios. Debe haber también un compromiso de cumplir los acuerdos alcanzados.
El diálogo que en la actualidad se emprende en nuestro país está bien definido aunque no sea suficiente. Maduro convocó a un diálogo limitado y éste, guste o no a muchos, fue aceptado por los dirigentes opositores.
Es limitado también en materia de los actores. Desde un principio, Maduro pidió expresamente que “todas las autoridades públicas”, más allá de las diferencias, se unan para buscar “acciones comunes” y una “solución” a los “problemas claves de la sociedad”. Lo deseable sería que hubiese llamado a un diálogo abierto a todos los sectores políticos, sociales y económicos de la sociedad, no solo a la clase política.
Lamentablemente, la oposición no reclamó tampoco, a pesar de que algunos líderes sí deslizaron sus críticas. Al contrario, la oposición – a nivel general – aceptó los términos del diálogo a través de la asistencia a las reuniones de algunos de sus alcaldes y gobernadores. Otros sectores económicos y sociales democráticos del país tampoco exigieron que el diálogo se abriese a la sociedad. Apenas voceros de la Iglesia Católica solicitaron tímidamente un diálogo verdaderamente amplio que conlleve a un nuevo pacto nacional.
Las reuniones, evidencias de la falta de diálogo
Adicionalmente, el diálogo impuesto desde el gobierno – con los mencionados límites a los actores y al tema – no ha sido ni sincero ni igualitario. Esto se evidencia analizando las principales reuniones que se suscitaron en las últimas semanas.
La primera reunión fue el 18 de diciembre en el Palacio de Miraflores y fueron invitados los alcaldes de la oposición. En ese primer acercamiento, hubo un intercambio de ideas: algunos de los alcaldes presentes pudieron expresar sus preocupaciones y necesidades al presidente, aunque de forma breve e informal. A pesar de esto, Maduro fue quien habló más, con una larga intervención en presencia de los medios durante la cual aseguró inclusión, respeto, democracia y garantizó recursos económicos, durante la cual también se permitió rechazar en tono agresivo algunos de los planteamientos de los alcaldes asistentes.
El segundo encuentro se dio el 6 de enero en el seno de la Asamblea Nacional, convocado en ocasión del inicio del año legislativo. Allí, pese a la promesa inicial de continuar con el diálogo y permitirles hablar a los diputados opositores, Maduro fue el único que habló. El encuentro fue un monólogo. Sin embargo, no dejó de solicitar el apoyo a los legisladores en su ofensiva para resolver los problemas que afectan a Venezuela.
El tercer encuentro, también tuvo lugar a principios de enero justo después del asesinato de la ex reina de belleza Mónica Spear y su esposo, el cual reveló a la sociedad que los 21 planes nacionales y las medidas de militarización del Estado habían fracasado estrepitosamente. Fue en el Palacio de Miraflores donde se convocó tanto a gobernadores oficialistas como opositores de los 23 estados del país, así como los alcaldes de los municipios con mayor criminalidad.
El jefe de Estado, luego de hablar sobre el problema durante más de dos horas, se retiró del evento para celebrar el 55° aniversario de la revolución cubana. Allí, el líder de la oposición, Henrique Capriles Radonski, estrechó la mano de Maduro, un gesto que sirvió al gobierno para publicar una foto sobre el supuesto “diálogo” con la oposición.
Luego de estas reuniones, se han dado algunos encuentros de trabajo con funcionarios del área de seguridad ciudadana. En estos encuentros los opositores sí han podido plantear sus propuestas, pero siempre bajo los parámetros y el interés oficial de “seguir coordinando la actuación” de las fuerzas policiales y lograr “la mayor eficiencia en la prevención del delito”.
¿Por qué ahora?
Entonces, en los encuentros que se han dado hasta ahora no se ha producido un diálogo verdadero, franco y amplio, que es lo que clama y necesita la sociedad democrática. En realidad no se ha dado un verdadero reconocimiento mutuo entre las partes, ni discusión a fondo de ideas y propuestas para llegar a acuerdos y compromisos. Lo que sí se ha discutido han sido temas puntuales de interés para el gobierno, que le permitan mantener el poder y no perder más popularidad.
El gobierno ni siquiera ha llamado a estas jornadas a expertos en seguridad distintos a los que ya tiene. En los últimos días Maduro ha anunciado un plan de pacificación nacional, pero que se sepa, este no ha sido discutido ni acordado con los gobernadores y alcaldes opositores.
Luego de haberse mantenido en el poder con sus triunfos en las elecciones presidenciales y regionales de 2013, Maduro busca legitimarse y mejorar su imagen y popularidad. Ante la decisión de radicalizar el proyecto bolivariano en los términos que lo plantea el Plan para la Patria 2013-2019, le conviene aparentar que quiere transitar el camino democrático y moderado, aunque no sea así. Sin elecciones a la vista en los próximos dos años, la polarización política constante no es conveniente: es más útil . Es más útil, en cambio, mantener a la oposición cerca y manejarla a su gusto.
En suma, al menos hasta ahora, el “diálogo” le ha servido muy bien al gobierno madurista. Le seguirá siendo provechoso hasta que la oposición democrática, inteligentemente, lo lleve a cambiar los términos del mismo. Algunos líderes se han dado cuenta de esta situación: el propio Henrique Capriles acaba de admitir públicamente que, luego de participar en los encuentros, cree que el acercamiento planteado por el gobierno de Nicolás Maduro con la oposición, después de más de una década de peleas, “es sólo una táctica del Presidente para ganar tiempo”.