Me generó mucha tristeza encontrar referencias al deterioro democrático de Venezuela en ciertos textos a los que accedí para mi curso sobre Desarrollo Democrático en la Universidad de Stanford. El curso, impartido por el profesor Larry Diamond, hace un recorrido histórico y teórico de la democracia como sistema político. Venezuela es presentada como un ejemplo opuesto al régimen de libertades.
Al caracterizar una verdadera democracia representativa, ésta presenta atributos como: libertad; Estado de Derecho; responsabilidad horizontal; control civil de la Fuerza Armada y cuerpos policiales; competitividad electoral; pluralismo cívico; responsabilidad vertical; participación; equidad; capacidad de respuesta gubernamental; cultura cívica; y, por último, efectividad del Estado. Dado el contexto venezolano frente a las elecciones del 8 de diciembre próximo, me referiré a la Competitividad Electoral.
La competitividad electoral implica, de acuerdo con Diamond, al menos dos partidos políticos con representación significativa en el Parlamento; bajas limitaciones a la participación de nuevas organizaciones políticas; ninguna manipulación de los circuitos electorales, práctica comúnmente conocida en ciencia política como gerrymandering; acceso abierto y justo a medios de comunicación para todos; uso limitado o ninguno de recursos gubernamentales para reelegir al partido de gobierno; no hay compra de votos u otro fraude electoral; acceso equilibrado a financiamiento de partidos y campañas; financiamiento público a partidos y campañas, garantía pública de tiempo en TV y radio, límite de gastos en campañas; y finalmente la alternabilidad en el ejercicio gubernamental.
Analizando el caso venezolano, y si bien no podemos responsabilizar al régimen político chavista por su deterioro, sí es cierto que durante su período – que ya lleva 14 años – los partidos políticos opositores encontraron serias dificultades para su desempeño mínimo, más allá de las debilidades internas que puedan poseer. Su condición de minoría ha significado neutralidad en relación a su participación en discusiones de interés nacional. Y si hablamos de dificultades para las organizaciones políticas ya existentes, no lo es menos para quienes buscan constituir otras nuevas, entre otras razones por el tema financiero que más adelante mencionaremos.
Al respecto de la manipulación de circuitos electorales, nada más gráfico para su explicación que el cambio en los circuitos electorales en las elecciones parlamentarias de 2010, en las que por una razón de votos a favor del oficialismo, se cambió la relación de votos y representantes en zonas de alta votación chavista pero de baja representación, resultando en una distorsión que le adjudica más escaños con menos votos al oficialismo.
La pérdida de libertad de expresión y de acceso a información ha sido progresiva, con episodios críticos como el cese de concesiones a plantas televisoras y radiales (RCTV 2007 y centenares de radioemisoras) así como la más reciente estrategia de venta de medios para suavizar líneas editoriales contrarias al Gobierno y el cierre de periódicos por falta de insumos, sobre todo papel. Las redes sociales (Twitter y Facebook) se han convertido en aliados de un sector de la población (minoritario) con acceso a teléfonos inteligentes y conexión a Internet.
El único que tiene acceso a recursos del Estado para la promoción política es el Gobierno. Basta observar cómo no solamente en los medios de comunicación nacionales sino a través de las operadoras de cable, el régimen político chavista promueve su gestión con una clara intención propagandística, a la que la oposición no puede responder. También se detectó fraude electoral debido a la presión a la que son sometidos los acreedores de bienes o inmuebles mediante las Misiones Sociales: hay testimonios de personas que son buscadas para votar, bajo amenaza de ser excluidos de la adjudicación de una vivienda o de un plan crediticio para electrodomésticos.
Al comparar las campañas electorales, es notorio el desequilibrio en términos de recursos, lo que deja claro que limitaciones no hay respecto al despliegue material del oficialismo comparado con el de la oposición. Basta observar la profusión de material POP de uno y la austeridad del otro para sacar conclusiones. En Venezuela no hay financiamiento público de partidos políticos, eso genera un desequilibrio puesto que el oficialismo tiene acceso a medios y recursos oficiales mientras que la Oposición debe recurrir a medios privados que son sometidos a la presión del Gobierno por el apoyo financiero de la oposición. El Gobierno hace uso ilimitado de tiempo en espacios de radio y televisión que violan la normativa electoral pero que justifican como información gubernamental no electoral. Por otra parte, el gobierno también hace uso de anuncios oficiales por un tiempo ilimitado, generando un desequilibrio con respecto a las posibilidades de la oposición de difundir sus mensajes.
La alternabilidad en el ejercicio gubernamental ha sido nula en 14 años de régimen chavista. En las regiones y municipalidades se ha visto escasamente reflejado y ese constituye el reto de la oposición este 8D. De ahí la necesidad de resaltar la importancia de la celebración de estos comicios, en las actuales circunstancias de dificultades, abusos y desórdenes propiciados desde el poder, quizás con la intención de provocar una eventual suspensión de las elecciones o de captar votos en el chavismo descontento como una suerte de puerta franca hacia bienes que están prohibidos para sectores de limitado poder adquisitivo, no precisamente por culpa del sector privado, sino de la absurda política económica del régimen.
Este escenario es preocupante. Se vuelve evidente la arremetida violenta del régimen producto de su necesidad de preservar el poder a cualquier costo. El gobierno está promoviendo desórdenes con el ánimo o de suspender los comicios del 8D, o de reconquistar el voto de los sectores económicos más pobres a través del auspicio de la “guerra económica. O quizás, simplemente apuesta al caos que le permitirá definitivamente afianzar un mandato autoritario, tutelado por los militares.
Mientras esto ocurre, hay sectores de la Oposición que en lugar de enfilar sus críticas hacia el régimen, prefieren hacerlo hacia Capriles y la Mesa de la Unidad Democrática, síntoma inequívoco de que se desconoce la gravedad del momento político que se vive, porque muchísimo peor sería que reconociéndolo persistieran en su ya no muy soterrado ataque hacia Capriles. Si algo debemos reconocer es que la clase política venezolana tiene una extremadamente alta cuota de responsabilidad en el deterioro de la democracia venezolana, que de haber sido una vitrina de la democracia latinoamericana, haya terminado en un bochornoso régimen tumultuario. Es el momento de reivindicarse ante el venezolano.