
El presidente argentino, Javier Milei, hoy se mueve entre dos corrientes de agua que han chocado y su enfrentamiento ya está en un punto de ebullición. En primer lugar, el mandatario es objeto de una hostilidad sin precedentes de buena parte de los medios en el país. Ahora, mientras esto ocurre por un lado, por otra parte el mandatario es celebrado por la juventud libertaria, con el mantra de “la gente no odia tanto a los periodistas como debiera”. Esta premisa desencadenó algo inédito en las redes: los tuiteros hoy se trenzan contra los históricos reporteros en un enfrentamiento complejo, al no hablar “el mismo idioma” en cuanto a la manera de propagar la información. La base de cualquier entendimiento para que funcione la comunicación entre el emisor y el receptor entre estas partes está rota y, al ser así, nos deja varias enseñanzas.
En esta ocasión, la mecha que encendió este intercambio de dardos fue un posteo de Daniel Passerini, también apodado ‘Gordo Dan’ en la plataforma X, quien pidió a Milei —en un claro tono de ironía— meter presos a determinados periodistas. Ante una petición de esta naturaleza y obviando las bromas que caracterizan a este usuario desde sus inicios, conocido por ser de los defensores más acérrimos de la platea libertaria, los medios vieron allí una oportunidad para reaccionar y dibujar un panorama de amenaza a la libertad de prensa en Argentina. Algo completamente fuera de orden y carente de argumentos.
- Vea también: La doble vara en los medios y el caso del peronismo vs. Milei
- Vea también: Santiago Caputo, el fotógrafo y la construcción del relato vs. los hechos reales
Sin embargo, esto fue suficiente para que los portales tradicionales, como Clarín, comenzaran a propagar —con un enfoque claramente crítico y preocupado— la celebración de los jóvenes partidarios disfrutando la disociación de los históricos medios argentinos que, debido al alcance de las plataformas, carecen por completo de las herramientas para entender el mundo que les toca vivir.
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAA BOLUDO ENTIENDEN QUE EN CLARIN ESTAN HACIENDO NOTAS DE QUE EL GORDO DAN PIDE METER PRESO A UN PERIODISTA????
ESTOY TENTADO BOLUDO, ESTAMOS EN LA MEJOR DIMENSION POSIBLEpic.twitter.com/LmLmx986Or https://t.co/0m6jnmtpn6
— Pedro María Lantaron (@elpittttt) May 2, 2025
Los críticos del gobierno argentino tampoco parecen comprender el lenguaje, los modos y el humor de las redes. El mismo Dan en otro posteo pidió al presidente de la Nación que encierre una noche una comisaría al economista Roberto Cachanosky, cuando se sabe que el mandatario no tiene ninguna atribución para nada semejante, al menos si uno se tomó la molestia de leer la Constitución. Como si fuera un calco del episodio anterior, se terminó generando otro insólito momento al aire. Un panelista dijo que esto es la prueba que el presidente odia la democracia y la libertad de expresión. Claro, al tratarse de televisión, el comentario es transmitido sin refutación alguna al aire, pero cuando aparece en las redes, la ridiculización de este tipo de comentarios es instantánea.
🚨 EL GORDO DAN DEJÓ AL BORDE DEL COLAPSO AL ECONOCHANTA ROBERTO CACHANOSKY QUE SE PUSO VIOLENTO 🤡
“Si sos tan guapo veni vos a buscarme a mi casa 😭😭”
“Esto es grave, Javo le dice 😭😭 escala la violencia” @JMilei @GordoDan_ pic.twitter.com/u8TgNCIvaS
— Agarra la Pala (@agarra_pala) May 2, 2025
La caída de los grandes popes del mainstream media: inicia una nueva era
Más allá de los cambios generacionales y la evolución de la tecnología —ejes fundamentales en todo esto—, lo más relevante puede pasar por otro lado. Hay un nerviosismo en los grandes medios al no terminar de comprender que el mundo donde se impusieron ya no existe. La comunicación, por entonces, era unilateral. Los periodistas emitían el material y el público lo recibía. La relación emisor-receptor se rompió por completo con la horizontalidad donde todos emiten y todos reciben.
Hasta hace un tiempo, los medios sacaban y ponían presidentes. Eso es parte del pasado. En la actualidad hay un relevamiento de opiniones de tiempo real, donde se expone lo que se considera la opinión pública. Esta revolución terminó por completo con los llamados “formadores de opinión”.
La respuesta de los popes de los medios, aunque muchos ya han visto transcurrir exitosas carreras y podrían guardar algo de dignidad en el retiro, es de hostilidad. Sobre todo, ante los nuevos comunicadores con más seguidores que ellos, sin contar con estudios de televisión, grandes cámaras, iluminación y maquillaje.
Cuando la competencia fue de igual a igual, mano a mano sin importar la estructura, la realidad mostró que mucha gente decidió comenzar a escuchar a alguien en el living de su casa por sobre un periodista encumbrado, en un gran canal de televisión. Es comprensible el rechazo ante una nueva generación que los desafía sin respeto y un presidente que ya no los necesita para comunicar.
La pérdida de la prerrogativa comunicacional, de la formación de opinión y del monopolio del emisor ha generado un nuevo escenario que recién comenzamos a ver.
Más cerca de la gente, más lejos de las grandes estructuras
En una artimaña para aminorar al contrario, los periodistas famosos decidieron quitarle el rótulo del oficio a los influencers, así algunos tengan incluso el título formal. “Ellos no son periodistas”, suelen decir, mientras sus competidores los multiplican en audiencia con presupuestos inexistentes en comparación de las grandes estructuras. Esto pudo haber contribuido al enfrentamiento retórico que evoca la vieja canción de Sui Generis, donde Charly García cantaba “si ellos son la patria, yo soy extranjero”. Es decir, la actitud de menosprecio terminó generando el rechazo de los jóvenes que ya ni tienen ganas de ser reconocidos como “periodistas”, en un momento cuando los estudios de opinión pública relevan una información inquietante: ya casi nadie les cree a los analistas políticos tradicionales. Según Jonatan Viale, en grandes provincias como Córdoba, el rechazo a los periodistas políticos supera el 80 %.
Aunque uno podría proyectar que los comunicadores de las redes sociales, quienes ya cuentan con sus canales de streaming, podrían terminar reemplazando a los conductores de noticieros, todo podría indicar que se va hacia un lugar distinto. Los influencers de ahora ya no quieren ni ser empleados ni salir en la televisión, como era el sueño de los estudiantes de periodismo de mi generación. Ahora buscan contar con sus espacios, ganar su dinero (atado a su mérito y visualizaciones) y no depender de nadie. Es que, en realidad, ya no necesitan de nadie.
Con esta realidad, si uno mira los grandes canales, con sus cámaras, edificios y estructura, se puede sospechar que nada de esto tenga continuidad, salvo honrosas excepciones. ¿Es una mala noticia? No necesariamente. Las personas deben ejercer sus preferencias, su asignación de recursos y el mercado y el sistema de precios debe hacer lo suyo para que la magia suceda. No obstante, no podemos negar que los jóvenes al mudarse solos por primera vez ya no tienen al televisor como el electrodoméstico primordial, muchos ya ni tienen un aparato, ni compran el diario en el puesto del “canillita”, pero, están siempre conectados desde su teléfono y los ordenadores.
Apartando la discusión, la política (que siempre se nutre de la confrontación) y la lucha de egos, lo único que debería encontrarnos a todos es la defensa irrestricta de la libertad de expresión. Algo que sí debe estar vigente, ya que “las prensas” pronto no imprimirán más papeles salvo para los libros, sobrevivientes en una lucha que los viejos periódicos están perdiendo por paliza.
Donde vamos, todavía no lo sabemos. Lo importante es que se garantice la libertad de decir lo que uno quiera, donde quiera y que los demás (que también serán emisores de contenido y opinión) puedan elegir.