
Aunque buscaron mostrarse como las antinomias políticas en la Argentina de las últimas dos décadas, el PRO y el kirchnerismo comparten peligrosos denominadores comunes. Probablemente, por esa falta de diferenciaciones de raíz, el gobierno de Cambiemos no pudo torcer la historia y Alberto Fernández y Cristina Kirchner terminaron ganando en 2015.
Una idea del cristinismo desde hace tiempo es la regulación de las redes sociales. A pesar de no tener poder ahora, este tema fue de lo más relevante en la agenda K. De hecho, durante los años de gobierno, varios dirigentes del espacio defendieron la idea públicamente. Esto siempre con la excusa de pacificar un lugar virulento como las redes, sin reconocer que buscaban acallar las voces críticas, que terminaron respaldando a un presidente disruptivo como Javier Milei.
En el marco de las elecciones legislativas municipales del próximo mes, un PRO desgastado, con un electorado que mira con cariño a La Libertad Avanza, tiene serios problemas para elaborar una campaña atractiva. Mientras otra fuerza política aparece con el vigor que el macrismo perdió, es complicado proponer algo distinto cuando se gobierna el distrito hace casi veinte años y además se tiene mayoría en la legislatura.
Pero algo hay que decir en la campaña, lógicamente.
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Además de propuestas delirantes como la reducción de impuestos (siendo que ellos lo subieron, ellos gobiernan y ellos tienen el número para bajarlos o quitarlos) el equipo comunicacional de la diputada Silvia Lospennato desempolvó la polémica propuesta que ya se le conoce al kirchnerismo: la de promover una ley contra la “violencia digital”.
Aunque al macrismo se le pueda achacar ineptitud, cobardía e inmoral especulación política con respecto al gobierno actual, lo cierto es que nunca han perseguido objetivos autoritarios. Inclusive los han cuestionado cuando el kirchnerismo los proponía. Pero la ignorancia total en materia de filosofía, ciencias políticas, incentivos y resultados y consecuencias de políticas públicas en general hacen que, por salir a decir algo, se propongan estas cuestiones tan peligrosas. Así el macrismo fomentó y consiguió aprobar (con los votos del kirchnerismo) la nefasta ley de alquileres, que tanto advertimos que fracasaría estrepitosamente.
Detrás de la idea de regular las redes para que no exista “la violencia digital” está el error conceptual que se puede mejorar las imperfecciones del mundo mediante la coerción del Estado. Muchas veces, en búsqueda de ese utópico objetivo, se generan situaciones más nocivas de lo que había antes. Leyes de esta índole en manos de un gobierno autoritario serían una tragedia.
Claro que tienen que existir las normativas para penar las amenazas físicas, la difusión de datos o material privado y todo lo que pueda ser violatorio de los derechos individuales. Pero regular a priori para que estas cosas no sucedan, como forzando la identidad de los foristas o limitando lo que se puede decir como lo que no, es como prohibir salir a la calle porque hay ladrones o accidentes de auto. Lamentablemente, en pos de la libertad de las personas, muchas veces es “menos malo” actuar de manera represiva ex post ante los elementos delictivos, que limitar previamente a todos los agentes.
El macrismo debería ir aceptando que Lospennato hará una mala elección, pero ni siquiera es culpa de ella. Es de que terminó pasando lo inevitable: perdieron el monopolio electoral antikirchnerista y hay una opción que representa mejor los tiempos de cambio. Apelar a estos manotazos de ahogado, que encima proponen leyes contraproducentes, es un sinsentido por donde se lo mire. Al menos le sirve al votante para entender que, aunque se muestren como parecidos ideológicamente amarillos y violetas, las diferencias son sustanciales y conceptuales. En algunos casos por diferencia de conceptos, pero en otros por la ausencia total de los mismos del bando de los globos y los hermanos Macri.