
Una interrupción del asesor presidencial Santiago Caputo en una entrevista grabada entre Javier Milei y Jonatan Viale, la cual terminó siendo viralizada en las redes sociales por un supuesto error de producción abrió un debate relevante: la relación entre los periodistas y los políticos.
Aunque el episodio fue para “corregir” un error irrelevante del mandatario argentino, al Viale tolerar la situación y la eventual edición lo perjudicó considerablemente. La gran mayoría de sus colegas aseguró que el conductor dejó de lado la responsabilidad de su oficio para proteger a un presidente, con quien tiene una buena relación personal.
Sin embargo, casi nadie reparó que la entrevista no fue un bochornoso hecho de propaganda en lo más mínimo. Viale preguntó lo pertinente alrededor del escándalo de la criptomoneda Libra y repreguntó cuando lo consideró oportuno. Sin embargo, todo el contenido pasó a un segundo plano por el episodio antes mencionado.
Anoche, Carlos Pagni y Horacio Rodríguez Larreta protagonizaron otra entrevista que debería haber abierto un debate similar. Yendo al contenido concreto del mano a mano, incluso lo sucedido en el piso de La Nación+ fue mucho “peor” si se apela a lo que debería ser la actitud de un entrevistador con un político ante la opinión pública.
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El exintendente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires eligió el programa de Pagni para confirmar que será candidato a legislador porteño este año, en el marco de un ambiente absolutamente controlado, brindando así la certeza de un segmento sin sobresaltos, con la garantía de transmitir todo lo pautado para la ocasión.
Aunque recientemente Larreta dijo como autocrítica que había estado demasiado “coacheado” en el marco de su precandidatura a presidente (donde perdió la primaria de Juntos por el Cambio con Patricia Bullrich), el exjefe de gobierno repitió exactamente la misma estrategia fallida. Fue con un speech y lo repitió una y otra vez, incluso en más de una oportunidad de forma disociada de las preguntas de Pagni. Fue a decir que la ciudad estaba sucia, insegura y no había obras relevantes de infraestructura, cosas que no podrá solucionar ni aunque acceda a su banca de legislador porteño.
Estas cuestiones no formaron parte ni de las preguntas ni de las repreguntas. Además de dejarle decir lo que el entrevistado fue a transmitir, Pagni se limitó a tirarle “centros” a Larreta para mostrar el personaje de gestor tna acorde a su personalidad. Incluso se prestó para comenzar a fomentar el nuevo perfil del flamante candidato: el del hombre resiliente, quien vuelve a empezar desde el punto de partida en la política nacional.
Resumiendo, la entrevista fue un burdo espacio de propaganda en vivo, pero nadie cuestionó la actitud del periodista ni las tonterías de un entrevistado a punto de darse un nuevo duro baño de realidad: la cosecha de un magro resultado que, aunque seguramente le otorgue su banca por un espacio minoritario, no será suficiente para soñar con retornar a la intendencia. Mucho menos para volver a soñar con la presidencia que pensó que podría llegar a conseguir.