“¿Cuánto costó ganar?”. Con esta frase, los responsables de Argentina ´78, Lucas Bucci (43) y Tomás Sposato (36) comienzan planteando una sugerencia de tesis: que el mundial de fútbol de 1978 realizado en Argentina, como mínimo, también lo “jugaron” también los militares. Sin embargo, hacia el último capítulo, y con la pregunta puesta sobre la mesa, la respuesta general es que el logro fue del equipo de César Luis Menotti.
Como era de esperar, la producción de Disney Plus aborda el proceso histórico desde la perspectiva mainstream: exponiendo las barbaridades de los militares en el contexto de la represión contra la guerrilla, a la que se la muestra como la valiente rebeldía hacia un proceso dictatorial. Lamentablemente, si uno quiere historia, tiene que buscarla en otro lado y, sobre todo, apelar al pensamiento crítico. No para llegar a indultar a los militares en el juicio personal, sino para comprender las implicancias de los proyectos políticos de agrupaciones como Montoneros. Su exlíder, Mario Firmenich, aparece impunemente entrevistado como un personaje histórico, alejado de la responsabilidad real de su organización.
Desilusionarse de eso en una producción de Disney evidenciaría más responsabilidad propia que de la miniserie de cuatro capítulos, que se lanzó este mes y ya es una de las más vistas de la plataforma. Dejando de lado esta cuestión, Argentina ’78 tiene cuestiones interesantes para el público que logre hacer la salvedad política de la orientación predecible de la misma.
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La historia transcurre con una mezcla de entrevistas recientes (incluye la última realizada en vida al DT campeón de aquella edición), con material de archivo y recreaciones de la época basadas en las declaraciones de los entrevistados. Estos segmentos están bien logrados y logran amalgamar un producto que termina dando un buen clima del momento retratado. Puede que allí haya algo de honestidad intelectual de los dos jóvenes productores, que retratan la realidad de la época, donde el público simpatizaba más con las causas del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que con la agenda de la guerrilla.
Claro que esto lo hace de una perspectiva crítica, pero al menos sirve como recuerdo sobre el lugar donde estaba parado el público y los artistas de la época.
Como era de esperar, el debate del partido contra Perú dice presente. Vale recordar que, con otro modelo de llaves, para acceder a la final, Argentina tenía que hacerle cuatro goles al equipo peruano (ya sin chances de campeonar) y finalmente le hizo seis. Ambas campanas, la del partido arreglado y la de la lógica victoria albiceleste (que nunca había hecho más de dos goles en un mundial) son presentadas para que el público decida. La cuestión del organigrama que tenía la copa de la FIFA por entonces, también queda bien explicada para los que conocemos solamente el formato actual de grupos, octavos, cuartos, semi y final.
Hacia el final de Argentina ’78 llega el capítulo del histórico triunfo contra Holanda en la cancha de River, que recuerda que, más allá de lo que sucedió en el partido anterior, ese partido solo ya hizo merecedor al equipo de Filliol, Passarella, Kempes y Luque, aquella primera estrella. La “naranja mecánica” venía de un gran mundial ’74 y era superior al combinado local, que se impuso a sangre, sudor y lágrimas.
El final edulcorado es predecible, con el retorno de la democracia en 1983, pero al menos reconoce la pasión del país por el fútbol y no intenta predicar moral, como suele hacer la izquierda y el progresismo en la actualidad.
Interesante, sobre todo, para los que no vimos el mundial en su momento.