En Argentina, el dólar no solamente está más bajo que cuando asumió Javier Milei sino que no hay miras para que vuelva a dispararse. Con las cuentas del Estado nacional en orden, las fuentes de emisión monetarias cerradas y el ingreso progresivo de divisas al país, una vez más los argentinos de clase media sueñan con poder volver a viajar al exterior.
A diferencia de la década del noventa o en la segunda mitad de los setenta, cuando no se había solucionado el problema de fondo del desajuste fiscal (que terminaba generando las problemáticas monetarias, inflacionarias y de deuda), en esta oportunidad, lo primero que hizo el gobierno fue ajustar las cuentas públicas. Es decir, si el plan funciona, se incrementa la inversión y la llegada de capitales, por primera vez en muchas décadas Argentina comenzaría a transitar un modelo de crecimiento sustentable.
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Sin embargo, las miradas estatistas no pueden con su genio y siguen fantaseando con impuestos y regulaciones, aunque el país, afortunadamente, se dirija en la otra dirección. Uno de los casos de manual es el del periodista Ernesto Tenembaum que este martes dijo por radio que los viajes al exterior deberían tener un impuesto, ya que se trata de un “lujo”. Como si fuera poco, también reivindicó las políticas que podrían llegar a “incentivar” que las personas no deseen irse a hacer turismo en otros países. Una locura liberticida que generó indignación total en las redes sociales.
El periodista reconoció que, de implementarse una medida semejante, él sería uno de los perjudicados, ya que le gusta mucho viajar. Seguramente, Tenembaum no tendría problema de hacer un aporte extra al fisco cuando vacaciona en el exterior, pero la realidad es que hay mucha gente que está en el margen y hasta se endeuda por ir a conocer otro país.
Mucha gente de ingresos medios y bajos, en los momentos de estabilidad económica, pagaba en cuotas algún gusto excepcional como la visita a Disney para los hijos o alguna luna de miel en el Caribe. Seguramente, con la inflación en el olvido, sin el cepo ni el impuesto país (que termina el mes que viene) vuelvan a aparecer 12 o 24 cuotas fijas para los que no cuentan con el recurso cash o con la espalda para liquidar la tarjeta en un pago. Si se les ponemos nuevos impuestos a los que menos recursos tienen, para pagar las conciencias retorcidas de las clases medias altas culposas que no entienden de procesos económicos, dejamos afuera de la ecuación a un gran grupo que bajo estas oportunidades pueda darse uno o dos gustos de estos en la vida.
La idea del “desincentivo” a vacacionar afuera, que tiene Tenembaum como muchos otros fetichistas del Estado no autopercibidos, deja en evidencia una cosa no menor para el debate de fondo: para ellos la finalidad del Estado no es la protección de los derechos individuales. Se trata de una especie de deidad a la que hay que reverenciar, aunque sea en contra de los propios intereses.
Durante el kirchnerismo, con el dólar subsidiado y diferentes etapas de control de cambios, resultaba inmoral adquirir divisas al precio oficial o aprovechar el “dólar tarjeta” cuando era más barato que el dólar “blue” (libre). Esa diferencia la terminaban pagando con inflación los argentinos que nunca habían subido a un avión. Hoy, en los últimos meses del cepo cambiario, quien use su tarjeta en el exterior y no cancele en dólares deberá pagar más pesos en Argentina. Los incentivos ahora están alineados para que quienes deseen y puedan viajar utilicen su dinero sin perjudicar a otros.
A diferencia de lo que piensa el periodista, en los países “occidentales capitalistas” que él mismo dice reivindicar, viajar al exterior no es ningún lujo. Se consiguen vuelos económicos y las personas pueden disponer de un excedente en materias de ingresos, como para poder vacacionar o pagar cuotas de un crédito. Claro que para llegar a este punto hacen falta unas cuestiones, por ejemplo: competencia en el sector aerocomercial, sin compañías estatales parasitarias como Aerolíneas Argentinas y una moneda estable, que permita a las personas pagar por sus gastos mensuales y también ahorrar.
Para todo ello es indispensable un Estado acotado que no haga uso de la “política monetaria” (robo) para financiar el pasivo con emisión devaluatoria e inflacionaria. Todas estas medidas son banderas del gobierno actual, del cual Tenembaum me considera “obsecuente”. No sé si lo soy. Al menos puedo fundamentar mis posiciones y no deseo perjudicar la vida a las personas que no tienen la facilidad de Ernesto a la hora de comprar un pasaje para irse a Nueva York o Madrid.