Si esto fuese un debate televisivo, con la cocinera Narda Lepes enfrente, lo más probable es que ella cuestione el rótulo de “kirchnerista”, aunque, por todas sus declaraciones, es obvia su afinidad. Al menos, en relación con su posición frente al gobierno de Javier Milei. Así que, ante la categorización, es justa la aclaración y argumento del mote escogido. A mi criterio, a Lepes le cabe la asociación con el kirchnerismo por varias cuestiones. La más popular fue su adhesión al proyecto de Alberto Fernández denominado “La mesa del hambre”. Una ridícula iniciativa que tuvo el aval de otros personajes como el conductor televisivo Marcelo Tinelli o el escritor Martín Caparrós. Otros que seguramente cuestionarían el rótulo de K, pero que, además de apoyar las ridiculeces del gobierno anterior, son fuertes críticos del proceso actual.
En medio de un estatismo exacerbado y una inflación galopante, con un gobierno que apelaba al control de precios con sindicalistas vigilando las góndolas, Lepes, Tinelli y Caparrós fueron a respaldar el lanzamiento de una iniciativa gubernamental condenada al fracaso. Ninguna “mesa del hambre” ejercida de la planificación centralizada podrá llevar comida a los hogares más humildes y necesitados. Eso se hace con una economía sana y en crecimiento, todo lo contrario a lo que hizo la gestión K de los Fernández. Lo cierto es que, a fin de cuentas, paradójicamente “La mesa del hambre” parecía destinada a incrementar las necesidades básicas y no a solucionarlas. Es que, todas las iniciativas que no propongan soluciones concretas que se den en un marco de una política macroeconómica donde se hace todo lo contrario, merecen ser cuestionadas por lo que son: un engaño repudiable.
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Con la inflación en franco retroceso y el dólar estabilizado, los críticos del gobierno actual salieron a buscar nuevos argumentos para arremeter contra Milei y su equipo económico. Lepes, que tiene un restaurante propio, apunta al tipo de cambio (que no se sostiene artificialmente mediante la venta de divisas del banco central, sino que fue encontrando un equilibrio ante la ausencia de emisión de pesos) y cuestiona que ya no vienen los turistas que llegaban hace un tiempo, cuando comían muy barato cambiando algunos dólares para su estadía en Argentina.
Narda Lepes también quiere una fuerte devaluación del peso para que vuelvan los extranjeros con dólares a su restaurant mientras los argentinos viven con salarios cubanos. pic.twitter.com/0BpIB7Aw39
— Pregonero (@PregoneroL) November 23, 2024
La cuestión de responsabilizar al gobierno por un tipo de cambio de mercado, al no expandir artificialmente la oferta de pesos, y de dictaminar que, solamente por eso se atraen o espantan turistas, es otro argumento para ubicar a Lepes en las filas “K”. ¿Es más barato vacacionar e ir a comer a Bolivia o a Japón? La respuesta a eso es tan clara como la abrumadora diferencia en el número de turistas que recibe el segundo, en relación con el primero. Claro que, para lograr eso, hay que tener algo para ofrecer.
Más allá del ámbito gastronómico, el proteccionismo en términos generales apela a la necesidad de devaluaciones permanentes como para “impulsar” la economía y las exportaciones. Sin embargo, las maquinarias alemanas siguen siendo más atractivas que la tecnología que emanó de procesos como el kirchnerista o el chavista, que no hicieron otra cosa que empobrecer a la gente, mientras se marchaba rumbo al destino cubano del colapso y la desgracia.
Claro que, además del análisis económico, es necesario mirar la carta de Narda a ver qué es lo que ofrece, mientras se queja de que por estos días no vienen muchos turistas franceses a comer a su restaurante.
En las entradas, un pan con manteca (aunque dice que es de masa madre) puede adquirirse por 9200 pesos. Un precio exorbitante para algo que en otros lugares hasta se sirve sin costo. Aunque, sin mucho lujo, por esa suma se puede comer algo digno en otro lugar. Comer. Es decir, almorzar o cenar. No una entrada de pan con manteca. ¿Dos empanadas de carne? 15000 pesitos. Ya, para entradas más sofisticadas, la opción de “dos fiambres seleccionados” la podemos encontrar a 25000. Para tener alguna referencia, si queremos darnos un gusto, aunque tengamos que cocinarlo, podemos encargar una porción de lomo porcionado de carne de Wagyu de 250 gramos a 19600 pesos.
Muchas veces uno piensa que una ensalada puede ser una opción bastante más accesible, pero en “Narda Comedor” una ensalada de remolacha cuesta 21500 pesos. En los “platos grandes” tampoco encontramos opciones de “alta cocina”. Sí, una suprema a la Maryland, de las que se comen en los bodegones, pero a 34000 pesos. Por 400 pesos más, uno puede llevarse un churrasquito de cerdo con puré de zanahoria.
Con el dólar libre a 1130 pesos, si agregamos una bebida, una entradita, un plato fuerte y un postre, no estaremos gastando menos de cincuenta dólares por cabeza. Y sí, por ese dinero comemos mejor en Francia, pero también en muchos lugares de Argentina.
No pasa por una cuestión de “plusvalía” ni de analizarle los costos a nadie, como hace Guillermo Moreno. Pero, para lo que pide la cocinera kirchnerista, sus platos deberían ofrecer un vuelo que no tienen. Y si quiere servir un pan con manteca y un churrasquito de cerdo con puré de zanahoria y desea atraer más clientela, debería reconsiderar lo que pide por su modesta propuesta gastronómica.