Esta semana, en una entrevista radial con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el periodista Marcelo Longobardi le preguntó a su interlocutor si él consideraba que era un “ensobrado”. El funcionario del Poder Ejecutivo le dijo que no y que cada uno debe hacerse cargo de lo que dice. Sin embargo, ofuscado por las críticas de buena parte del público libertario en las redes sociales, el conductor del programa expresó su “inquietud” justo cuando hacía el pase a Jonatan Viale, causando una situación particularmente incómoda.
Longobardi aseguró que nunca había trabajado en una radio donde los colegas no respalden a un periodista, si este sufría algún cuestionamiento, ya sea por parte de un presidente o de su espacio político. No conforme con generar un momento inapropiado con sus colegas al aire, este miércoles Longobardi se ausentó del bloque que comparte con Viale a modo de protesta. Toda esta actitud se parece más a la de un adolescente malcriado que a la de un profesional con décadas de trayectoria.
Es que Longobardi, como muchos otros, está enojado con todo el proceso en torno a Milei. Aunque sufrió al kirchnerismo en carne propia, la idea de perder el espacio sacrosanto de la comunicación unilateral fue más fuerte a la cuestión de tener a Sergio Massa como presidente. Antes del balotaje —evento que ya cumplió un año— él decía impunemente por televisión que la “dinámica política” ponía al candidato kirchnerista en la presidencia, aunque el sentido común decía todo lo contrario.
Lo mismo hicieron muchos veteranos comunicadores, quienes reaccionaron virulentamente al arribo de un outsider que les quitó dos cosas importantes. Con esto no nos referimos a la libertad de prensa, que está más vigente que nunca, sino la pauta estatal publicitaria, así como también a las herramientas para analizar la política, que, con la elección del libertario, todos los analistas políticos nos dimos cuenta que ya estaban caducas.
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Algo parecido le pasó al escritor Jorge Asís, que a pesar de su cercanía al peronismo nunca fue muy partidario del kirchnerismo. Como Longobardi, se cansó de pifiarla con sus proyecciones electorales. Sin embargo, sigue siendo peyorativo con el proceso político que cambió todo en Argentina, además de continuar aferrado a sus análisis que ya nada tienen que ofrecer sobre la actualidad o escenarios futuros.
Hay muchos comunicadores que extrañan la pauta oficial y otros que están a sueldo de la política. Existen hasta medios que subsisten por el “apoyo” del gobierno y las entidades de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, más allá de los “ensobrados” y de los que apuestan por el final de este gobierno, para retornar a la época de los ingresos fáciles de dineros públicos, muchos periodistas y analistas sangran por la herida a causa de la pérdida del monopolio de la unilateralidad comunicacional que le quitaron las redes sociales.
Los Joaquín Morales Solá ya no pueden tratar impunemente de incultos a los votantes de determinado espacio político, porque en las redes sociales se les responderá de igual a igual. A esto hizo referencia Milei en un posteo en X:
A gran parte del periodismo le gusta el boxeo duro con dosis extremas de violencia, con la particularidad que su rival tiene que estar atado de pies y manos. Así golpean de modo fuerte y dan “muestras” de exquisitos en el arte. A su vez, el oponente frente a su imposibilidad de defensa muchas veces es extorsionado para que no le peguen tanto. Sin embargo, gracias a la tecnología, los celulares y las redes sociales, los delincuentes del micrófono hoy ven que sus víctimas no sólo han logrado desatarse sino que además tienen gran capacidad de respuestas. Por ende descubren que no sólo no son grandes púgiles sino que además son bastante menos que mediocres frente a un rival endurecido fruto del castigo asimétrico.
El periodismo tradicional ya perdió su espacio de “vaca sagrada” y corre riesgo de extinción y esto no ocurre por la hostilidad de un gobierno, sino por la irrupción de la tecnología y la comunicación multilateral. Quienes sobrevivan serán los que sepan comprender los tiempos que corren y las nuevas audiencias, además de contar con una dosis de humildad que los popes de la comunicación argentina no tienen en lo absoluto.