Venimos de un proceso electoral en el que buena parte de la intelectualidad norteamericana y el progresismo internacional advirtieron que la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca significaría una amenaza para la libertad, la democracia y sobre todo, las minorías.
En el llano, los partidarios de estas ideas llegan al absurdo de comparar al presidente electo con Hitler. Exactamente lo mismo han hecho y hacen en Argentina ante la gestión de Javier Milei. La última semana, cuando se realizó en Buenos Aires la Marcha del orgullo gay sin fondos del Estado (en el marco de un mega recorte del gasto público general), se utilizó la cuestión para volver a señalar de “homofóbico” al libertario y a su gobierno.
- Lea también: Casos judiciales contra Trump se derrumban uno a uno tras ganar la Presidencia
- Lea también: Economía sólida y fin de las guerras: así será la segunda Administración Trump
Sin embargo, este grupo de comunicadores y artistas progresistas, tan preocupados en Estados Unidos y Argentina contra lo que consideran un eventual avance del totalitarismo (que en realidad habita solamente en sus cabezas), nada dicen ante las dramáticas escenas que llegaron desde Países Bajos. Como en los años de la Segunda Guerra Mundial, allí, golpearon y persiguieron a personas por la calle por el simple hecho de ser judíos.
Quien tuvo el buen tino de llamar a las cosas por su nombre fue el rey Guillermo. Luego de los bochornosos hechos registrados en su país, el monarca lamentó que le hayan fallado a los judíos, igual que lo hicieron durante los años del Holocausto.
Lo indignante es que el progresismo internacional, que tilda de “fascistas” a todos los que no comulguen con su redituable manual woke, justifica la excusa principal de este neonazismo: la supuesta “causa palestina”, el “antisionismo” y los mentirosos cuestionamientos al Estado de Israel.
Inclusive, muchos medios masivos tildaron de “manifestantes propalestinos” a los violentos energúmenos que arremetieron contra los simpatizantes del Maccabi Tel Aviv, que fue a jugar a Ámsterdam contra el Ajax. Quien piense que esto es un hecho aislado puede reparar en las grandes banderas que se exhiben en los estados franceses, también “propalestina” y “antisionistas”.
El antisemitismo existió y existirá siempre y los judíos no tienen problema en defenderse, como lo vemos actualmente en Medio Oriente, pero la ciudadanía en términos generales debe saber de qué lado se pone ante este conflicto. Por ahora, en el mundo occidental una izquierda autoritaria pretende mostrarse con disfraces mentirosos ante la opinión pública, pero la verdad no se encuentra muy distante de lo que ven los ojos.
Volviendo al caso de Argentina, en las marchas contra el gobierno de Milei abundan las banderas palestinas y hasta aparecen las de Irán. Supuestamente, en el marco de las protestas en favor de los jubilados o los estudiantes. Nadie que pueda ver y analizar los hechos de forma individual puede dejar pasar por alto estas cuestiones.
Aunque resulta incierto saber cómo terminará todo esto, las cartas están echadas ante los ojos del mundo. Cada uno sabrá donde ubicarse ante la verdadera barbarie y la violencia.