El debate sobre el aislacionismo o el integrismo en materia de relaciones internacionales no es nuevo. Desafortunadamente, durante el último siglo, se dejó de hacer referencia a los lazos comerciales de los individuos de los diferentes países para limitarse a la vinculación de las burocracias y las elites.
Incluso algunos bloques, que tendrían que ser garantes del libre tránsito de personas y mercaderías, se convirtieron en alianzas proteccionistas. Uno de los ejemplos fallidos es el Mercosur, donde hay debate hasta por las importaciones de los países miembros. La Unión Europea, que funciona bien puertas adentro, ha buscado todo tipo de excusas (siempre con Francia a la cabeza) para cerrarle la puerta a nuevas competencias que beneficien a los ciudadanos europeos y a sus socios. El acuerdo UE-Mercosur (firmado en los tiempos de la presidencia de Mauricio Macri) sigue en stand by con todo tipo de excusas como la supuesta irresponsabilidad ambiental de Jair Bolsonaro durante su gobierno.
Este martes, Javier Milei hizo referencia justamente a esta cuestión y a la perversión de instituciones que en un primer momento cumplieron correctamente sus nobles objetivos (como la ONU después de la Segunda Guerra Mundial) para luego pervertirse y pasar a ser un leviatán que irrumpe en la vida y libertades de las personas con los tentáculos de organizaciones globales que no tienen el bienestar de los individuos como cuestión prioritaria.
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Al oponerse a estas instituciones, ¿Milei está fomentando el aislacionismo como acusan sus detractores o está hablando de una cosa distinta?
En una declaración que hizo el presidente argentino hace varios años, incluso antes de ser diputado, a Milei le habían preguntado qué “íbamos” a hacer (los argentinos) con los productos agropecuarios si se eliminaban las restricciones al comercio internacional. En una respuesta básica y simple, el libertario evidenció una concepción compleja y disruptiva para los tiempos que corren. Dijo que no sabía, ya que él no tenía ni vacas ni soja.
Es que, en su perspectiva, Argentina no es el presidente y mucho menos lo es las organizaciones al que el país pudo haber suscripto. Negarse a participar de agendas intervencionistas, lejos de ser una mala noticia para el país (mejor dicho, para los argentinos) es la garantía de romper con cadenas que afectan a la libertad de la mano de políticas que no funcionan. Como dijo el libertario, las intenciones son nobles, pero las herramientas que muchos países utilizan para conseguirlas están condenadas al fracaso. Por ejemplo, solucionar el problema de la pobreza subiendo los impuestos y generando procesos redistributivos con la burocracia con las potestades redistribuidoras.
La propuesta con la que Milei irrumpe en el plano internacional es clara. Lo que pretende “aislar” es a los grupos de lobby que consiguen financiación mediante fuentes coercitivas para liberar a los ciudadanos de Argentina y el mundo de sus agendas perjudiciales. En este sentido, aclaró que la posición de su gobierno en cuanto a política internacional tendrá los mismos principios que su política doméstica.
¿Aislacionismo? Ninguno. Busca que las personas de este país estén en condiciones de negociar con socios de cualquier parte del mundo. En campaña reiteró que buscaba una apertura unilateral con todo el mundo y lo más probable es que cuando puedan eliminar el control de cambio, estas sociedades afloren con todas las contrapartes dispuestas. Esto se traducirá en bienestar para las personas y bienes y servicios internacionales más accesibles.
Claro que las organizaciones que pierden su influencia no quieren que la gente se libere de ellos. Por lo tanto, fomentan permanentemente campañas desinformativas como la que plantea el supuesto aislacionismo al que nos llevaría el gobierno liberal. Sin embargo, no hay que hacer otra cosa que escuchar las palabras del presidente, ver lo que está haciendo y sacar propias conclusiones.