Muchas veces, cuando los músicos, escritores o directores tienen una vida personal polémica, por no decir indefendible, sus partidarios suelen argumentar que es necesario “separar a la obra del artista”. Charly García no hizo nada como para repudiarlo de esta manera, pero aquí la cuestión de hacer esta separación —como concepto general— se hace complicado si se quiere reseñar con objetividad La lógica del escorpión, el último disco del mítico músico que ha trascendido ampliamente los límites del “rock nacional” argentino.
Durante el esplendor de los noventa, los Rolling Stones lanzaron Voodoo Lounge y Bridges to Babylon, que bien podrían haber triunfado por sí solos, sin necesidad de los treinta años de trayectoria de la banda. Lo mismo pasa con Innuendo, el último LP que grabó Freddie Mercury con Queen: esta producción sería una joya, aunque sea el único lanzamiento de la banda. Del mismo modo, en el último año de su carrera (1935), Carlos Gardel grabó algunos de sus mayores éxitos, que aún perduran hasta nuestros días.
¿Aplica lo mismo para el Escorpión de García? En realidad, antes de ahondar sobre esto, lo primordial es aclarar que el último álbum de un artista consagrado no tiene necesariamente por qué ser el mejor. Ahora, dicho esto, surge una interrogante aún más incómoda y amplia: ¿Una discográfica como Sony Music invertiría en este proyecto en particular —sobre todo en los tiempos que corren— si el artista no fuese Charly? Creo que si uno apela a la objetividad debería reconocer que la respuesta es un claro “no”.
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En un recordado mano a mano con Jorge Lanata, el periodista le disparó una bala que le entró a un personaje bastante blindado. El conductor le reconoció al cantautor que había hecho cosas muy buenas, pero que en algún momento había comenzado a copiarse a sí mismo. El golpe fue tan certero que García no pudo más que responderle de manera refleja que él era un “pelotudo”. Evidentemente, la crítica le dolió.
Claro que si hablamos de lo que uno mismo hizo, recurrir a la acusación de “copia” es un tanto relativo. El problema de García es que él puso siempre una vara alta, tanto que probablemente lo haya tenido a él mismo como víctima. Ha dejado el listón tan elevado que, a sus 72 años, puede que ya no sea capaz de alcanzarlo o superarlo.
Al escuchar estos temas se transita por un camino que el músico inició en 1994 con La hija de la lágrima del que no quiso (o no pudo) salir del todo. Por allí se encuentran álbumes como El aguante o el retorno de Sui Generis con Sinfonías para adolescentes. Es decir, esta etapa ya tiene tres décadas. ¿Indica un estancamiento? De nuevo, aquí aparece la “vara García”. Este período tranquilamente podría ser reconocido como una trayectoria completa de un “buen artista”. El tema es que en los veinte años anteriores, él pasó del folk, al rock progresivo, al pop y todo lo hizo con poderosa solvencia. Si García pierde con alguien hoy es con su propio fantasma.
Más allá de la cuestión si El Escorpión puede ser analizado a la distancia del artista (lo que tampoco tiene mucho sentido, porque García “es” y su disco es una realidad), puede que con lo que haya que quedarse es que se trata de un nuevo lanzamiento cargado de mucho rock. Algo que no abunda en momentos donde se lanzan canciones sueltas por las plataformas. Aunque todos lo escuchamos ayer por Spotify, el álbum está disponible en CD y vinilo para el deleite de los coleccionistas y nostálgicos.
Es una obra sencilla, breve y la primera vez puede que haya que escucharla acompañado de las letras. Hay que reconocer que la modulación de García a esta altura del partido hay que acompañarla con la lectura para entender bien de que se trata la historia. Ahí vamos a encontrar que todavía sigue teniendo cosas para decir. Además de las reversiones de los temas que a él le gustan, hay actualidad en canciones como “Autofemicidio“, donde comenta que vivimos tiempos donde “los chicos quieren ser chicas” o “Rompela“, que es una interesante invitación a no seguir a la manada y a mantener el individualismo que tuvo él, quien siempre rompió las reglas de lo establecido por el mainstream del momento.
Y sacar un disco, que sea de rock, con instrumentos, sin autotune (y desafinando), puede que sea algo tan conservador y tradicionalista como revolucionario e innovador para los tiempos que corren en materia musical, unos bastantes oscuros que el mismo García anticipó y describió a la perfección hace algunos años.