Después de demasiados amagues y mucha espera, los hermanos Noel y Liam Gallagher anunciaron el esperado regreso de Oasis. Desde sus redes sociales compartieron una foto actual juntos y manifestaron: “Las armas se silenciaron, las estrellas se alinearon, la gran espera terminó. Vengan a verlo, no será televisado”. Sin más, dieron a conocer algo que evidentemente se venía gestando. Ya hay gira confirmada por el Reino Unido y pronto se pondrán en venta las entradas para los conciertos del año próximo.
La noticia es un punto a favor del rock en un mundo donde la cultura rockera (y los rockstars) pasaron de moda. Aunque se celebre el retorno, hay que reconocer que más que la vigencia del rock, esto es un triunfo pírrico de la nostalgia. Uno de los últimos gustos de algo que, lamentablemente, tiene fecha de vencimiento.
Los más puristas aseguran que, incluso lo que se vivió en los noventa, ya eran los últimos estertores de algo que ya había tenido su tiempo. Son los que aseguraban que los mismos Oasis no eran otra cosa que una remake de los Beatles adaptada a la época. Esta tesis aparece en forma de broma en la película Yesterday, que, ante la no existencia de los cuatro de Liverpool, la banda de los Gallagher tampoco habían sucedido en el mundo alternativo.
Estos tradicionalistas encuentran en Nirvana y en su retoño Foo Fighters, el capítulo final de la historia del rock en todas sus variantes.
The guns have fallen silent.
The stars have aligned.
The great wait is over.
Come see.
It will not be televised. pic.twitter.com/FaELtNlVMh— Oasis (@oasis) August 27, 2024
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Hoy, los espectáculos fuertes del género que giran por el mundo son los de un Paul Mccartney de 82 años, un Ringo Starr de 84 y unos Rolling Stones también octogenarios. Con setenta y pico aparecen Brian May y Roger Taylor recreando la música de Queen sin Freddie Mercury, mientras que en sus sesenta figuran Guns and Roses con la dupla de Slash y Duff McKagan en la guitarra y el bajo, desperdigando dosis rebosantes de vitalidad, que opacan en ciertos momentos la voz scratchy característica de Axl Rose, quien continúa sorteando los embates del tiempo y los daños colaterales de los excesos que tuvo en su época.
Por otra parte, el AC/DC ensamblado anda con los achaques de salud, pero todavía llenando estadios, mientras aparecen innovaciones de lo que se vendrá inevitablemente como el show de los hologramas de ABBA. Otro también que decidió decir “basta” fue Kiss, luego de las lapidarias críticas que recibieron al tener que mezclar la música en vivo con pistas y a cambiar los temas de su tonalidad original.
Oasis tiene cuerda, si ellos desean, pero es evidente que el género no ha tenido recambio. Hasta el vinilo y el cassette hacen su regreso triunfal en el mundo de la nostalgia rockera, que no ha logrado parir nuevos grandes exponentes.
La gran pregunta es si el rock se termina con esta generación o si habrá algo más por venir, además de la nostalgia. Todavía no sabemos, pero cuando se responda la pregunta, no estaremos para conocer este misterio. Así que puede que, al fin de cuentas, importe poco. A disfrutar lo que queda.