Fue una locura que gozó de total impunidad durante mucho tiempo. El feminismo, la izquierda y el kirchnerismo aseguraron que, ante cualquier denuncia de lo que se conoce como “violencia de género”, primero se le cree a la denunciante y después se investiga. “Yo te creo, hermana” era el lema de “sororidad” que repetían las feministas y los “aliades”.
El tema es que, en una oportunidad, de un lado quedó el “aliade” Alberto Fernández (al que muchos le deben demasiados favores) y del otro una mujer que denunció golpes, maltratos y hostigamiento psicológico del peor. Siguiendo el dogma establecido, muchos cerraron filas con Fabiola Yáñez. En minoría, algunos como la periodista Julia Mengolini decidieron manifestar algo que evidenciaría algo de racionalidad. ¿Qué dijo la comunicadora K?: Que hay que investigar antes de creer a priori a la parte denunciante. Incluso, en un caso como este, donde la supuesta víctima presentó fotografías donde parece haber sido víctima de brutales golpizas.
Mengolini, además de kirchnerista furiosa, fue siempre una de las caras de este feminismo que “cree” siempre a la mujer, por sobre todas las cosas. Sin embargo, con Alberto Fernández en el lado del victimario, la periodista reescribió todo lo que tiene que ver con el “yo te creo, hermana” como un apriorismo sagrado, para decir que nunca se trató de algo “literal”. Según su último programa radial, si una mujer denuncia tiene que comprobar sus dichos. Esto, que suene absolutamente lógico, da por tierra la creencia histórica de la perspectiva para con la mujer denunciante, a la que había que creerle por el solo hecho de ser mujer.
Traducción: “Yo te creo hermana” siempre y cuando tu denuncia no ensucie a mi partido político pic.twitter.com/ibAGVmWNJH
— Mariano Pérez (@marianoperez912) August 12, 2024
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Este colectivismo de presunción de inocencia, no solamente no puede ser aplicado en las mujeres con relación a los hombres. De adoptarlo para cualquier parte en conflicto, no haría otra cosa que generar pésimos incentivos a futuro. Si denuncia es sinónimo de culpabilidad, es imposible que, en algún momento, alguien no termine apelando a la pertenencia a este colectivo para perjudicar a alguien que se encuentra en el conjunto de los presumiblemente culpables.
Claro que es cierto que en el pasado existió una cultura machista, donde la palabra del hombre pesaba más que la de las mujeres. Esto hizo que muchas personas tengan que tolerar abusos, situaciones de violencia física o incluso sexual, por considerar que no encontrarían oídos receptivos a su problemática.
Afortunadamente, la sociedad evolucionó. Si bien pueden existir resabios de estos comportamientos inaceptables, que sin dudas deben ser erradicados por completo, la respuesta de la inversión de los roles de lo que está mal no es la solución. Si antes en una comisaría le dijeron a una mujer que fue a denunciar a un acosador, que seguramente ella fomentó esa situación, pasar a una instancia donde se decretan culpables e inocentes por la denuncia de una mujer es delirante.
Bienvenida Julia Mengolini a principios elementales de derecho.
— Iván Carrino (@ivancarrino) August 12, 2024
Hasta hoy, los que manifestábamos que ante las denuncias había que investigar antes de creer por pertenencia a un determinado colectivo, fuimos señalados como lo peor. Los hombres, de machistas misóginos. Las mujeres, que mantuvieron posiciones razonables, también fueron tratadas como si fueran una especie de “traidoras de género”. Lo mismo que se hace con los homosexuales que no comulgan con el lobby “LGBT”. Cuando aparecen elementos que refutan las teorías colectivistas, en lugar de revisar las perspectivas fallidas se apunta contra los elementos disidentes. Nada nuevo bajo el sol. Cuando el socialismo era meramente materialista, se los trataba a los críticos de “desclasados”.
Todo parece indicar que el feminismo argentino acaba de jubilar al sacrosanto “yo te creo, hermana” por razones de fuerza mayor. En buena hora. Sin embargo, no hay que dejar pasar la caza de brujas de fomentaron hasta la actualidad.