Una de las empresas en las que no suelen haber renuncias es en Aerolíneas Aergentinas. Una vez que consiguen entrar a un puesto de privilegio, los empleados suelen quedarse toda la vida. Detrás suyo, un fuerte sindicato cercano al peronismo kirchnerista mantiene todos los beneficios, que terminan pagando los contribuyentes. Sobre todo, los que no se subieron jamás a un avión. Sin embargo, una azafata de esta estatal acaba de perder algo peor que su envidiable trabajo. Daniela Carbone, quien está en la compañía desde hace más de dos décadas, ahora se tiene que presentar ante la Justicia y enfrentará cargos muy complicados que podrían arruinarle su porvenir, a sus 47 años.
Todo el caos que causó Carbone se pudo evitar, pero ella sencillamente no quiso. En lugar de ello, hizo una locura, aunque no sería la primera vez que sería una situación en general. Estos casos no han rendido cuentas al sentido común en ningún lugar ni momento de la historia. En la extinta Unión Soviética, cuando luchaban por mostrar algunos índices rebuscados mejores que Occidente, había un tema que desvelaba a la burocracia comunista. El aparato del terror había prácticamente erradicado la delincuencia rateril callejera, que se encontraba y se encuentra en cualquier capital del mundo. Sin embargo, el aparato de “seguridad” del régimen, había un índice al que que no podía moverle el amperímetro y mostraba lo mismo que en los países de “decadencia capitalista”. Los crímenes vinculados a obsesiones sentimentales. Cuando a un ruso o a una rusa proletaria les chiflaba el moño hacían los mismos desastres que los pasionales españoles o italianos. No había ningún desincentivo en materia de consecuencias, aunque terminen pasando sus vidas tras las rejas.
Carbone si quiso intentarlo y hacer su amenaza desde el anonimato, tratando de evitar pagar el precio de su delirio. Igualmente, la investigación policial la vinculó directamente con el acontecimiento y ahora la espera el Juzgado Federal 1 de Lomas de Zamora para que de las explicaciones de lo inexplicable y, básicamente, esperar una condena lo más benévola posible. Sin embargo, sus días de azafata terminaron para siempre.
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¿Qué pasó?
En una historia que refuerza el requisito incumplible de algunas empresas que prohíben las relaciones sentimentales entre colegas, la azafata Cardone se había enamorado de un compañero de trabajo, con el que inició un vínculo. Como ocurre usualmente, la cuestión no funcionó y una de las partes quedó obsesionada y resentida. En este caso, la conflictiva terminó siendo ella.
Como siguieron en contacto por el vínculo laboral, Cardone se enteró que su ex, que también es tripulante de cabina, tenía un nuevo amor. Incluso había coincidido con ella para encontrarse en Miami, aprovechando un vuelo de la aerolínea que lo llevaría a ese destino el pasado domingo 21 de mayo.
Ante esta información, y decidida a arruinarle el viaje, la experimentada azafata se mandó la de su vida: consiguió un chip, lo puso en el teléfono de su hija y amenazó de bomba al vuelo. “Decile al capitancito que le pusimos tres bombas en el Miami. Que se deje de joder con la política y chequee el avión porque van a volar en mil pedazos”, mandó en un mensaje de voz distorsionado para que no la puedan reconocer.
Lógicamente, el protocolo se activó y el vuelo pudo salir luego de siete horas de demora. Aerolíneas Argentinas, mejor dicho, los contribuyentes argentinos, pagamos un millón de dólares por el chistecito.