Los medios españoles hablan de “descalabro”. De tener 47 diputados autonómicos en todo el país, Unidas Podemos pasará a tener solamente 13, quedándose afuera de casi todas las coaliciones con el PSOE. Solamente en Navarra podrían llegar a formar parte del gobierno local, luego del resultado de este domingo. Como si esto fuera poco, Pedro Sánchez adelantó las elecciones nacionales y dentro de muy poco el partido fundado por Pablo Iglesias, que continuó su mujer, pasará al olvido en la política española y, si acaso, permanecerá por escaso tiempo como un mal recuerdo para la mayoría de los ciudadanos.
Lo cierto es que el partido de la extrema izquierda que tuvo un breve apogeo en el poder, dejó de representar las aspiraciones de un segmento del electorado que los llevó a varios gobiernos locales que hoy pierden, pero también a la coalición nacional con los socialistas tradicionales. Sin embargo, esa representación de “los morados” que estuvo legislando evidentemente no estaba arraigada en un programa de gobierno y mucho menos en los inevitables resultados del mismo. Se trató de un voto prestado motivado por la indignación a la política tradicional.
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Hace casi una década, Iglesias hablaba de “la casta” y aseguraba que el PP y PSOE, si no eran “la misma mierda, cagaban bastante parecido”. En el marco de las manifestaciones de “los indignados”, la “izquierda cool” (que mantiene todos los dislates del marxismo, pero los combina con el ecologismo y el feminismo moderno) supo encontrar adeptos temporarios en el clásico tercio de independientes. En casi todas las democracias del mundo, suele haber una parte que vota siempre del centro a la derecha, otro que lo hace del centro a la izquierda y uno más cambiante, que lo hace según la coyuntura del momento. Allí Podemos encontró un espacio minoritario, pero suficiente como para llevar a la tradicional centroizquierda (que terminó perdiendo lo de “centro”) a diversas coaliciones de gobierno. El desastre que se consumó en estas elecciones era absolutamente predecible.
Si algo hay que reconocerles a los kirchneristas-chavistas españoles, es que no abandonaron sus convicciones al llegar al poder. Insistieron con su manual del desastre socialista y así les fue. No solamente a ellos sino a sus socios del PSOE. Para entender el hartazgo de la ciudadanía española (que avaló esta aventura sin sentido) y el desastre al que llevaron a la economía nacional, solamente basta con contar la historia de un amigo argentino que trabaja y vive en España, por lo que ha padecido esta realidad. En el marco de las “conquistas sociales” de la España reciente, el gobierno limitó los contratos temporarios en las empresas. Claro que, en lugar de contratar a todo el mundo como permanente, muchos se quedaron sin empleo. Paradojas de la “justicia social” internacional.
Sin embargo, a pesar del evidente rumbo equivocado, el partido ahora llamado “Unidas Podemos” (que cambió de género como un transexual, en el marco de las estupideces que hicieron en los últimos años), siguieron una agenda que, no solamente no representaba a casi nadie, sino que le jodía la vida a la gran mayoría. Así llegaron a estos comicios hablando de asignaciones universales, regulación de precios, protegiendo a los okupas que fomentaron, incrementando los subsidios e insistiendo con la “agenda 2030”, que en España no es una conspiración de los loquitos de la derecha, sino un ministerio nacional del gabinete. Por lo tanto, pasó lo que tenía que pasar. La porción del electorado que en un momento se había hartado del bipartidismo tradicional (que bastante responsabilidad tiene ante estos sucesos recientes) comprobó en carne propia que el socialismo cool que los españoles nunca habían experimentado, termina generando las mismas consecuencias que en los países del tercer mundo. Afortunadamente para ellos, esta página negra se escribió en el marco de la Unión Europea y la Eurozona. La catástrofe que hubiera generado la saliente coalición de gobierno en un país 100 % soberano, sin compromisos ni limitaciones continentales, con la máquina de imprimir pesetas en lugar del Banco Central Europeo, hubiera sido una calamidad histórica de la que tardarían décadas en salir. Estas cuestiones lograron reducir la capacidad de daño de la izquierda dura y su irresponsable socio, que decidió dejar atrás las épocas de sentido común que tuvo, por ejemplo, en los años de Felipe González (1982-1996). La socialdemocracia española, aunque no está al borde de la desaparición como Podemos, si ha recibido una paliza histórica, de la que le costará mucho recuperarse.
Aunque el próximo gobierno español será de la derecha (habrá que ver si del PP en soledad o en sociedad con Vox, sobre todo tras la debacle total de Ciudadanos) lo cierto es que se tratará de un período limitado, como todos en la democracia. Eventualmente, el PSOE se renovará y en algún momento volverá a ser una opción competitiva. Habrá que ver si aprendieron de la experiencia del error y del fracaso de llevar a uno de los dos grandes partidos tradicionales de España al desastre de los que tienen al socialismo, no en el nombre, sino en el plan de gobierno.
La experiencia alemana, con las recientes coaliciones entre la CDU el SDP, deberían ser un ejemplo para tomar en cuenta a futuro para el PSOE español. Es preferible limitar un plan de gobierno acotado, que puedan firmar tanto conservadores como socialdemócratas, en lugar de ir a una coalición trasnochada, que deje por el piso a la economía del país, pero también a una de las fuerzas políticas tradicionales. Pedro Sánchez ya es historia. Veremos si sus sucesores aprenden la lección.