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Buenos Aires es un hervidero. No solamente por el caluroso verano récord sino por el clima social que se vive con el hartazgo de miles de vecinos que padecen largos cortes de luz. Lógicamente, la violencia se canaliza contra la empresa distribuidora Edesur, que no tiene respuestas que satisfagan a la ciudadanía enardecida. Mientras tanto, el macrismo y el kirchnerismo cuestionan a la compañía y la intiman a solucionar los problemas a la brevedad, pero la desinversión estructural hace que esto sea imposible. La izquierda aprovecha la indignación de la gente y argumenta que el desastre es culpa de la empresa privada y plantea volver al esquema de las compañías estatales que el país tuvo hasta la década del noventa. ¿Edesur tiene la culpa del problema? En parte sí, pero no es la única responsable y la “nacionalización” no podrá solucionar absolutamente nada.
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Antes de ir al problema actual vale la pena recordar el desastre de las empresas del Estado que llevaron a la política exitosa de las privatizaciones durante el primer gobierno de Carlos Menem. Por aquellos días, una casa con teléfono valía considerablemente más que una sin este aparato, por lo que se decía comúnmente que uno no compraba un departamento con teléfono, sino “un teléfono con departamento”. Esperar una línea de Entel podía tardar hasta quince años. Luego de la privatización con Telefónica y Telecom, el problema se solucionó de la noche a la mañana prácticamente.
En materia de energía, el alfonsinismo llevó a la Argentina a una situación como la que hoy se vive en Cuba: racionamiento e incluso prohibiciones de utilización del servicio. Luego de varios años de cortes recurrentes y sorpresivos, el gobierno instó a la estatal Segba a implementar un sistema de “cortes programados”, para que la gente supiera al menos en qué hora del día iba a tener energía. Los que éramos niños por entonces recordamos a las madres despertándose en medio de la madrugada para lavar o planchar ropa, ya que no se podía hacer a un horario razonable. Como ocurrió con los teléfonos, luego de la privatización se terminaron los suplicios. Los diputados del Partido Obrero que pretenden volver al oscurantismo literal deberían recordar el desastre de las “empresas públicas” al que nos quieren llevar.
Así es la vida con SEGBA durante el gobierno de Raúl Alfosín, la empresa estatal de generación y distribución de energía que todos quieren tener de nuevo hoy.pic.twitter.com/qt3gWRnQR0
— Pregonero (@PregoneroL) March 16, 2023
Lo que no pueden negar los voceros de la estatización es que durante los noventa los argentinos no padecieron ni un corte de luz, como sucedía antes y como ocurre ahora. Durante los denostados años del menemismo, las tarifas tenían precios libres, pero los argentinos también tenían una moneda que permitía pagarlos. Para entender el fracaso de la Edesur “privada”, es necesario también otros aspectos como el derrumbe del peso, que parece que no tienen mucho que ver con el problema.
Cuando el duhaldismo y el kirchnerismo abandonaron la convertibilidad, el peronismo decidió tomar el peor camino para lidiar con las tarifas energéticas. Comenzaron a subsidiar el servicio, mientras le pagaban la diferencia a la empresa para que siguiera abasteciendo del servicio. Con el correr de los años y ante la depreciación del peso, las personas comenzaron a pagar valores irrisorios por su servicio energético. Claro que fueron pocos los que advirtieron que esta situación iba a ser problemática en el mediano plazo. Mientras tanto, la empresa se dedicó a recibir los dineros del Estado para seguir funcionando precariamente, pero se rompieron todos los incentivos en materia de inversión. El colapso de hoy es culpa de Edesur, por aceptar un sistema que a la larga sería inviable, también del Estado, por fomentar durante años la falacia de que se podía pagar uno o dos dólares por mes por el servicio energético, pero también de los consumidores que estaban felices por pagar valores ínfimos por el servicio.
Definitivamente, si el camino que se intenta explorar es el de la estatización, el desastre pasará a ser total. El problema energético debe ser abordado con responsabilidad, en el marco de una reforma general del Estado argentino. El programa del próximo gobierno, si quiere solucionar estos problemas, debe reducir drásticamente el tamaño del Estado y volver a un sistema de precios libres, que permita un esquema de previsibilidad e inversión. Para que la gente pueda pagar lo que vale el servicio, lógicamente necesita recuperar el poder adquisitivo que se llevó el fracasado modelo populista mentiroso, que daba luz barata, pero que sacudía con la inflación en el supermercado. En este sentido, la sociedad no debe responsabilizar solamente a la empresa y al Estado. La gran mayoría de los argentinos también son responsable de lo que está sucediendo hoy.
