Los abogados penalistas argentinos, salvo Fernando Burlando que se convirtió en héroe (en vísperas del lanzamiento de su carrera política), son los antipáticos de la jornada. Es que, aunque llegó el fallo que un país esperaba, muchos especialistas consideran que no se ajustó a derecho. Finalmente, el Tribunal Oral en lo Criminal N1 de Dolores condenó a Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli, Ayrton Viollaz, Ciro Petrossi y Blas Cinalli a cadena perpetua por el crimen de Fernando Báez Sosa.
En esta oportunidad, se consideró que hubo “homicidio doblemente agravado por homicidio con premeditación y alevosía”. La polémica en torno a este dictamen inicia por cómo se abordó jurídicamente. Se coincide en que hubo una especie de necesidad por “saciar la opinión pública”, que si bien esta afirmación sea verídica o no, lo que sí es cierto es que a los ojos de la sociedad este fue un fallo ejemplar, en especial para muchos violentos irresponsables, que son eventuales homicidas en potencia.
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¿Hubo justicia al fin y al cabo o no? No hace falta más que repasar las redes sociales en Argentina para comprender que para la gran mayoría de la ciudadanía sí la hubo. Al igual que con el fallo del asesinato del niño Lucio Dupuy, la gente aguardaba las dos palabritas mágicas para aplaudir y emocionarse o para salir a linchar a los jueces: “Cadena perpetua”. No había término medio ni otra opción más benigna.
Sin embargo, muchos abogados de todas las orientaciones políticas e ideológicas, consideraron que la figura penal aplicada en contra de “los rugbiers” no era la que adecuada. Aunque todos coincidieron en la aberración del crimen por parte de una patota, que golpeó hasta la muerte al joven hace tres años, señalaron que el juicio debio desarrollarse en torno al “homicidio en riña” y al “dolo”, ya sea “eventual” o “directo”. Claro que, en esos casos, el tribunal no hubiera podido condenar a los principales acusados a pasar toda su vida en la cárcel, ya que esas figuras tienen penas menores.
Luego de la lectura del fallo, el abogado Francisco Oneto publicó un video donde detalló los motivos por los que a su criterio, los agravantes que presentó su colega Burlando, y que los jueces “compraron”, no corresponderían al caso. Al tratarse de un proceso judicial donde la población en su conjunto empatizó con los padres del muchacho fallecido, el penalista se dedicó a repetir una y otra vez que lo que hicieron los asesinos está “mal”, pero que no correspondía la figura penal que aplicó el tribunal. Como Oneto, muchos aseguraron que lo de hoy se trató de una “condena mediática”. Sobra decir que quienes tuvieron esta posición frente a la sentencia recibieron todo tipo de improperios por parte de una sociedad poco interesada en la cuestión técnica de código, pero sedienta de “justicia” en términos más generales.
Dejando de lado la importante cuestión técnica-legal, que debería quedar en manos de abogados y analistas profesionales en la materia, la condena y la cadena perpetua sí resulta ejemplar en un sentido importante. Si lo fue desde lo jurídico o no, como dijimos, deberá ser cuestión de los especialistas en los procesos de apelación. Sin embargo, el hecho que un grupo de jóvenes se haya arruinado la vida por golpear hasta la muerte a otro chico luego de una discusión estúpida de boliche, sin dudas deja un precedente.
Una buena parte de la sociedad argentina hace rato que ya abandonó por completo el sentido de la responsabilidad, teniendo disociados por completo sus hechos de las eventuales consecuencias que los mismos puedan generar. Esta pelea absurda, que generó un brutal ataque violento en manada, es algo que ocurre todo el tiempo en la provincia de Buenos Aires. Lo que ocurre es que en la mayoría de los casos no hay un desenlace fatal como ocurrió con Báez Sosa. Es por eso que este caso, que como el de Lucio Dupuy tuvo en vilo a un país, al menos debe quedar resonando en la cabeza de muchos violentos inadaptados. Un mal golpe, sobre todo a una persona que está en el piso inconsciente, puede generar una tragedia. No solamente para la víctima, sino para los victimarios que, por una estupidez, pueden arruinarse la vida en la cárcel. Que al menos quede el ejemplo.