Aunque el kirchnerismo se rasgue las vestiduras con todo lo que tiene que ver con el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, lo cierto es que la posición oficialista dista mucho de ser un ejemplo moral. Para empezar, fueron ellos los que hicieron el circo diario en la puerta de la casa de la vicepresidente, para tratar de contrastar imágenes populares con la causa de corrupción en su contra por la que fue condenada. Luego, también se dedicaron a utilizar el gravísimo hecho políticamente. Sin ninguna prueba contundente, desde el Frente de Todos se apuntó contra la oposición y la “ultraderecha”, haciendo referencia a una supuesta conspiración política, financiada y orquestada desde los sectores imaginarios que ellos catalogan como los enemigos de la patria.
Nadie nunca le quitó trascendencia al hecho. Sin embargo, algunos (muy pocos al principio) nos animamos a dudar del supuesto megaplan con finalidad de magnicidio, producto de poderosos enemigos políticos del gobierno actual. Ya con la causa judicial en desarrollo y con las primeras declaraciones en la justicia, las palabras de los mismos imputados podrían comenzar a demostrar que nada de lo que el kirchnerismo denunció desde el principio tenga anclaje alguno con la realidad.
Nicolás Gabriel Carrizo, señalado como “el jefe de la banda de los copitos”, prestó declaración como uno de los imputados de la causa. Está acusado de ser “participe secundario” en el atentado ocurrido el pasado primero de septiembre en la puerta del domicilio de CFK.
En su extensa exposición, señaló que el principal acusado, Fernando Sabag Montiel, fue con el arma a Juncal y Uruguay con una motivación insólita. En su opinión, fue a tratar de demostrar una especie de hombría, fustigado por los maltratos psicológicos de su novia, Brenda Uliarte. Según manifestó Carrizo, ella “no paraba de humillarlo” con respecto a la insatisfacción sexual que le generaba el vínculo.
En sus permanentes agresiones, ella lo cuestionaba por sus disfunciones eréctiles, el tamaño de su pene y lo comparaba permanentemente con el influencer “El Presto”. Cabe recordar que Eduardo Prestofelippo reconoció haber tenido relaciones sexuales con Uliarte. “Estaba frustrado. No podía con Brenda sexualmente. Entonces él quiso aprovechar la oportunidad metiéndose en esto. Yo creo que si la hubiese querido matar a Cristina Kirchner lo hubiera logrado. Pero no la quiso matar. Solo se quiso hacer ver, como para mostrar que él también es poronga”, declaró hoy Carrizo.
Según el imputado, las comparaciones de Uliarte haciendo referencia al “Presto” que atormentaban a Sabag Montiel eran permanentes. No solamente le recalcaba que a él “se le paraba” y “la tenía más grande”, sino que hacía referencia a los problemas que tuvo con el gobierno, cuando fue condenado por hostigar a la mujer de Alberto Fernández en las redes. En la declaración de hoy, Carrizo señaló que todo esto “acomplejaba” mucho al principal imputado, que finalmente decidió cometer la locura que tuvo en vilo al país varios días.
¿Será todo un delirio insólito como manifestó este imputado? Todavía es temprano para corroborarlo y la investigación tiene que seguir avanzando. Lo que es cierto es que la irresponsabilidad del equipo de seguridad de la vicepresidente, que permitió vulnerar todos los protocolos, pudo haber permitido que cualquier trastornado se acerque con un arma, con las más increíbles motivaciones. De lo que todavía no hay pruebas es del complot de la ultraderecha.