Probablemente, para que los jóvenes músicos de la actualidad puedan comprender y aceptar que la música es un negocio, la sociedad en su conjunto debería reflexionar sobre las virtudes del comercio. Es largo el debate sobre los inicios de este carísimo prejuicio en la historia moderna de la humanidad de relacionar al mercado y al dinero con cosas de dudosa moralidad. A los 77 años, John Fogerty, de Creedence Clearwater Revival, puede dar fe de lo caro que le costó desentenderse en su juventud de los asuntos “capitalistas”. Tan caro le salió que pagó con algo más importante que el dinero en estas décadas: su salud mental y emocional.
- Lea también: Cuatro curiosidades de Roger Taylor de Queen en su cumpleaños número 73
- Lea también: A 30 años: lo mejor y lo peor del Tributo a Freddie Mercury
Lejos de tomarlo como un contrato más, de los tantos que celebró a lo largo de su vida, Fogerty festejó la compra de sus propias canciones como un niño. No es para menos. En las últimas cinco décadas, el hecho de no poder disponer de sus obras como él quería fue el gran dolor de su vida, tanto íntima como profesionalmente.
Como el mismo compositor reconoció, en su juventud él tenía un prejuicio con el mundo de los negocios. En sus propias palabras, deseaba “diferenciarse” del universo corporativo de las empresas norteamericanas. Probablemente, por esos años no sabía que sus próximas composiciones iban a convertirse en un negocio multimillonario. De esta manera, el joven Fogerty cerró un acuerdo formal con Fantasy Records, por esos días bajo el control del productor Saul Zaentz, mientras que acordó “de palabra” con los otros miembros de la banda (su hermano Tom, Stu Cook y Doug “Cosmo” Clifford) que necesitarían de una decisión unánime para todo lo que se relacionara con las canciones del grupo.
A pesar de la breve trayectoria del grupo, que tuvo lugar entre 1967 y 1972, CCR cosechó un sinnúmero de éxitos. Todas composiciones en letra y música de Fogerty. El último álbum, donde cantaron y compusieron también Cook y Clifford, fue el único que no dejó clásicos para la posteridad. Aunque la química musical y la imagen la aportaban todos, era claro que el cerebro compositor era uno. Pero luego de la disolución del conjunto a principios de los setenta, Fogerty empezó a pagar caro el hecho de sus malas decisiones empresariales en su juventud. Zaentz, de Fantasy Records, optó por la hostilidad para con el compositor de Creedence, convirtiéndose en “el peor enemigo” de Fogerty, según él mismo reconoció.
Aunque la década del ochenta transcurrió con los conocidos conflictos legales y personales entre ambos, la puñalada definitiva la escuchó el cantautor por la radio. Mientras sonaba una publicidad de un compilado editado por una empresa de combustible, se dio cuenta de que su Proud Mary había sido incluida en un LP que los clientes se llevaban cargando nafta. En ese momento se dio cuenta de que ya no solo no estaba en condiciones de decidir por él mismo el rumbo de sus obras, sino que alguien más podía hacerlo sin su consentimiento. ¿Qué había pasado? Los otros tres miembros del grupo habían vendido su voto a Zaentz. Es decir que, las canciones grabadas por Creedence, se publicaban donde el enemigo de Fogerty deseara. Es que, “contando los porotos”, el productor y empresario tenía tres votos en el bolsillo sobre un total de cuatro.
Todo esto generó un resentimiento por parte del cantautor para con el resto del grupo, incluyendo su hermano que falleció a los 48 años en 1990. Por esta razón, la banda no tocó en vivo cuando fueron introducidos al Hall of Fame en 1993. Los tres integrantes, y el hijo de Tom en representación de su padre, dieron discursos individuales y la música la puso Fogerty, pero sin sus excompañeros. Fue acompañado por Bruce Springsteen.
En los años siguientes Fogerty fue amigándose con sus clásicos, a pesar de no tener los derechos sobre ellos. Cabe destacar que por mucho tiempo se negó hasta a tocarlos en vivo. Antes de morir, Saul Zaentz le dio un último dolor de cabeza al músico en los tribunales norteamericanos. Hasta lo demandó acusándolo de plagio. Argumentó que una canción solista de Fogerty se parecía a una de Creedence, de la que él poseía los derechos. Para ese punto, el conflicto ya era personal y no tenía vuelta atrás.
Finalmente, el productor falleció en 2014 a los 92 años, y en los últimos años el catálogo de los clásicos de Creedence Clearwater Revival pasó a manos de la compañía Concord. Sin rencillas personales que puedan impedir un acuerdo, finalmente John Fogerty puso el dinero que tenía que poner y se convirtió en el flamante dueño de las canciones que compuso hace más de cincuenta años.
A partir de ahora, él es el único que decidirá donde suenan sus canciones. Definitivamente, el gran compositor pagó caro el hecho de menospreciar la cuestión contractual y comercial en los primeros años de su carrera. Se pasó medio siglo entre litigios, contratos y abogados.
I have been waiting my entire career for this moment, and I am honored to share it with my family and with you! It’s finally done! pic.twitter.com/5K1Np7GIdi
— John Fogerty (@John_Fogerty) January 13, 2023