
La diferencia física, la capacidad de reacción y las ganas de ganar el partido por parte de los jugadores de Arabia Saudita lograron que ningún analista esté protestando por el VAR y los offisdes milimétricos. Las reacciones van de la sorpresa, pasan por la indignación, siguen por la bronca y terminan en la resignación. Esta mañana, Argentina se preparaba para una fiesta, pero comienza la jornada como una pesadilla que se ve en rostros apesadumbrados, donde se nota el madrugón para ver el partido. Muchos incluso pasaron la noche en vela, festejando por anticipado lo que no ocurrió.
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Luego de un largo historial de partidos invictos, los árabes le ganaron bien a los de Scaloni y Messi. A pesar de un primer tiempo adverso, los dirigidos por el francés Hervé Renard suplieron las diferencias individuales con estrategia, trabajo en equipo, concentración y mucha planificación. Como si fuera poco, se jugaron la vida en cada pelota como si fuera la última. Es evidente que la selección saudí tenía bien estudiado a uno de los grandes candidatos del certamen que, de repente, ahora no sabe si calificará siquiera a los octavos de final.
Esta mañana negra es un baño de realidad para los argentinos. Ante el desastre generalizado de la inseguridad, la inflación y la crisis política permanente, casi la totalidad del país decidió dejar todo de lado para poner toda la expectativa, los anhelos y la esperanza en un resultado deportivo que no se dio. Hasta hoy a las siete, el país de la grieta estaba unido bajo un sueño que podría desaparecer con facilidad. Claro que cuando se apuesta “todo o nada” a algo tan lejano como el desempeño de un grupo de futbolistas, el resultado es el de una moneda girando en el aire. Los italianos saben muy bien que, en el fútbol internacional, la historia ya no es determinante y cualquier equipo puede salir victorioso ante cualquier rival. Mucho más si hace las cosas bien como hicieron hoy los árabes.
Por estas horas, en medio del desconcierto, discuten los indignados, los críticos y los esperanzados. Los que todavía no entienden que pasó, los que cuestionan a un equipo que hasta anoche era incuestionable y los que buscan en la estadística como para soñar. Estos últimos se aferran a la inesperada derrota contra a Camerún en el mundial 90, que no impidió llegar a disputar la final contra Alemania.
Pero, más allá de lo que ocurra contra México y Polonia, más de un argentino podría aprovechar esta oportunidad para mirar alrededor y ver lo que le pasa en su vida. Pero cuando lo más importante de la vida es lo que ocurre en un campo de juego, donde uno ni siquiera es protagonista, pueden pasar estas cosas. Se pueden celebrar con énfasis los triunfos de un grupo de compatriotas, pero también pueden pasar estas cosas.
El sábado y el miércoles veremos qué es lo que ocurre, pero pase lo que pase, la vida sigue.