El fallecimiento de Mikhail Gorbachov, último mandatario de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, reabrió el debate sobre su rol, pero sobre todo de sus intenciones a cargo del monstruo comunista, al que, por decisión o mala praxis, terminó exterminando. Una lectura lo ubica como un sabio estadista, que, al comprender los nuevos tiempos de la modernidad, finiquitó a la URSS con un par de políticas que inevitablemente generarían el colapso del gigante soviético. Otros, consideran que simplemente fue un ingenuo, al que la realidad se lo llevó puesto, y que luego del fracaso trató de adaptar su discurso democrático al desastre que había hecho sin querer.
Glasnost y perestroika
Las dos políticas fundamentales de Mikhail Gorbachov al frente de la URSS, la de “transparencia” y “reforma” eran incompatibles con las características fundamentales del bloque de la planificación centralizada. En un mundo moderno, con otros parámetros de derechos humanos y dignidad de la persona, las atrocidades de un régimen comunista son incompatibles. Por ello, existen par de opciones: o se mantiene el hermetismo total de Corea del Norte, aceptando el aislamiento del planeta y la miseria absoluta de la población, o se buscan mínimos parámetros de libertad y civilización para la población.
En esta dicotomía, la URSS post Stalin, siempre apostó por ser un referente de un modelo garante de bienestar para sus ciudadanos. Recordemos que Nikita Kruschov, cuando se reunió con John F. Kennedy, no hizo apología de una cárcel stalinista. Le chicaneó al líder estadounidense, que su modelo era superador, por lo que incluso en el futuro Estados Unidos terminaría aplicando el socialismo, por cuestiones de eficiencia y sentido común.
Esto indica que las contradicciones de la URSS comenzaron mucho tiempo antes que Mikhail Gorbachov, que recién llegó al poder en 1985. El repudio que se mostró a las aberraciones de Stalin en la década del sesenta ya daba a entender que, eventualmente, el gigante se mantendría con pies de hierro o de barro. El mismo modelo no aceptaba caminos intermedios o terceras vías.
La decadencia del proceso iniciado en 1917 quedó muy clara ante la salida del sucesor de Kruschov, Leonid Brézhnev, a principio de los ochenta. Los líderes que lo sucedieron, antes de la llegada de Mikhail Gorbachov fueron ancianos que duraron poco y nada: Andrópov estuvo del 82 al 84 y Chernenko del 84 al 85. La decadencia del sistema se veía en sus líderes y se materializaba en el accidente de la central nuclear “Vladímir Ilich Lenin” (Chernóbil).
El recambio generacional obligó a elegir a un mandatario nacido después de la revolución bolchevique. Mikhail Gorbachov era de 1931 y llegaba a la cumbre del poder a los 54 años. Mientras veía que hacía con el estancamiento económico heredado de su antecesor, y los jóvenes moscovitas empezaban a consumir productos que emulaban como podían lo que el mercado abastecía en Occidente, Reagan le decía, casi con cariño desde el Berlín capitalista que derrumbe el muro (y que el mundo civilizado y democrático lo esperaba con los brazos abiertos).
“Que cada país encuentre su camino al socialismo”
Más allá de los procesos políticos de apertura y cambio en Moscú, lo que terminó generando la implosión del bloque fue la idea de Mikhail Gorbachov que cada país encuentre su “propio rumbo al socialismo”. Es decir, el poder central moscovita los dejaba solos para que cada uno haga lo que quiera. Haber elegido esta política para los países satélites de la URSS fue como permitir elecciones transparentes en una dictadura comunista.
De a poco, los países alrededor de Rusia fueron cambiando el modelo uno a uno y el final de los Ceaucescu en diciembre de 1989 no era un panorama alentador para los partidarios del socialismo duro. Solamente Bielorrusia siguió bajo el puño de hierro de Lukashenko (títere de Putin de hace varias décadas), que hasta le mantuvo el nombre de KGB a su servicio de inteligencia.
Todos los países aprovecharon y celebraron la retirada de Moscú y la independencia real que los alejaría del comunismo. El único que puso el grito en el cielo fue Fidel Castro, que lamentó la retirada de la presencia militar rusa de la isla. “Inapropiada”: Así calificó el dictador cubano la salida de los hombres armados de la potencia extranjera de su territorio, que salieron de la URSS para prestar servicio en cuba como soviéticos y regresaban como rusos.
La victoria del capitalismo
Uno puede tratar de interpretar el pensamiento de Mikhail Gorbachov analizando su contexto, interpretando sus políticas o repasando sus discursos. Sin embargo, el premio Nobel de la Paz dejó una perlita que puede darnos una pista sobre sus intenciones, convicciones e intereses.
El último líder de la URSS participó en la década del noventa de un spot de Pizza Hut donde se planteaba abiertamente la dicotomía que generaba su figura. Ante el ingreso del expresidente a un local de la pizzería en las inmediaciones de la Plaza Roja postcomunista, un nostálgico se ponía a discutir con un joven partidario de los nuevos aires, lo que Mikhail Gorbachov había generado en Rusia. El veterano criticaba la “confusión económica” y la “inestabilidad política”. Su interlocutor lo cruzaba diciendo que ahora había “oportunidades” y “libertad”. “¡Caos!”, gritaba uno. “¡Esperanza!”, respondía el otro. Sin embargo, todos estaban de acuerdo que, gracias a Mikhail Gorbachov, tenían Pizza Hut, por lo que lo terminaban celebrando.