Sergio Massa asumirá como “superministro” de Economía, Producción y Agricultura con dos ventajas importantes. La primera es que, antes de comenzar su gestión, el mercado le dio el mejor visto bueno: bajó considerablemente el dólar libre (que se ubicó por debajo de los 300 pesos) y subieron los bonos hasta un 25 %. Ni siquiera ha anticipado una sola medida. Su impronta pragmática fue interpretada por los agentes económicos como una esperanza en medio del oscurantismo kirchnerista.
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Pero, además de las noticias de hoy, el exintendente de Tigre cuenta con otro capital político que debería servirle para su gestión, que tantas expectativas genera. El que fuera su jefe de campaña entre 2013 y 2015 (cuando enfrentó en las urnas dos veces al kirchnerismo) le enseñó con su experiencia que la dramática situación argentina no avala medias tintas. O hay un plan de reformas hacia la ortodoxia o el fantasma del desastre aparece como un horizonte inevitable.
Cuando asumió Alberto Fernández en diciembre de 2019 los analistas políticos se dividían entre dos opciones: la posibilidad de un presidente autónomo y razonable, que traicionara a Cristina Kirchner al llegar al poder para implementar un plan de gobierno sensato, o la continuidad pura y dura de la primera experiencia kirchnerista. El que en los papeles es todavía el presidente buscó un término medio: quiso mostrar cierta autonomía, pero manteniendo la alianza con CFK y consensuando con ella las acciones de gobierno, sin reformas de fondo trascendentes. La realidad económica lo golpeó tan fuerte, que terminó con una crisis galopante, idéntica a si hubiera elegido el camino del kirchnerismo de paladar negro desde el día uno.
La buena expectativa que generó el mercado en la jornada del viernes no debe ser confundida con la famosa “luna de miel”, que tienen los presidentes cuando asumen. Es decir, el tiempo de gracia para que se acomoden, hasta poner en marcha el plan económico que traigan. En Argentina no hay tiempo de nada. Lo que los agentes económicos le dijeron en las últimas horas al nuevo “superministro” es que le dan la oportunidad de hacer lo que tiene que hacer.
Ahora, el miércoles (luego de renunciar a la titularidad de la Cámara de Diputados) deberá plasmar en lo concreto una serie de medidas que estén a la altura de las circunstancias. Aunque suene increíble, el “círculo rojo” confía en Massa. Por lo que se vio hoy, hasta parece que más de lo que hizo con Mauricio Macri. Pero el tigrense no es Superman ni es mago. O presenta un programa general razonable, alejado de las premisas del kirchnerismo, o verá incendiarse su capital político en tiempo récord.
Alberto ya le mostró lo que no funcionará de ninguna manera. O pega un volantazo equivalente al que tuvo el peronismo en la década del noventa (en varias oportunidades Massa reivindicó a Carlos Menem) o el “superministro” quemará la única bala de plata que tiene para sobrevivir en la política argentina.